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BORRON Y CUENTA NUEVA

El nuevo período de Mitterrand no contará con la colaboración de los conservadores.

13 de junio de 1988

Hace 20 años nadie se lo hubiera imaginado. Decir que Francois Mitterrand, en ese entonces convertido en un paria politico, iba a ser elegido presidente de Francia no una sino dos veces, habria sido no sólo una idea alocada, sino casi subversiva.

Pero lo cierto es que todas las cosas cambian y para confirmar esa opinión, Mitterrand fue reelegido el pasado 8 de mayo con una de las votaciones más voluminosas en la historia reciente del país galo. Gracias a una campaña relámpago en la cual sostuvo que era el más indicado para mantener al país unido, el presidente de 71 años recibió los votos de 16.5 millones de sus compatriotas (54% de los sufragios), 2.5 millones más que los obtenidos por su contendor Jacques Chirac .

Básicamente, el logro de Mitterrand se ha concentrado en llevar al Partido Socialista hacia el centro del espectro político del país. Pasados son los días de las consignas que asustaban a los inversionistas y que ocasionaron al comienzo de los años 80 una impresionante fuga de capitales.

Y es que en esa fecha Mitterrand quedó confirmado como el lider indiscutido del pais. Su margen de victoria equivale--en términos de política francesa-a una verdadera "muenda" sobre la derecha.

Sin embargo, el presidente no se durmió sobre sus laureles. Fiel a su promesa de apertura del gobierno Mitterrand nombró dos días después de las elecciones a Michel Rocard, un diputado socialista de 57 años que posee buenos contactos con los partidos de centro-derecha. La escogencia de Rocard fue, de alguna manera, sorpresiva. A mediados de los años 70 el nuevo primer ministro atacó duramente a Mitterrand y lo invitó a darle paso a las siguientes generaciones.

Las asperezas entre ambos hombres se acabaron limando. No obstante, Rocard sigue siendo considerado como un personaje ajeno al "círculo íntimo" del presidente, lo cual--para algunos--es una garantía de que el gobierno tendrá cierta independencia para actuar.

Esa libertad de acción, sin embargo, empezó a ponerse a prueba la semana pasada, debido a las circunstancias políticas existentes. A pesar de tener el apoyo de Mitterrand, Rocard tiene ante sí una mayoría parlamentaria de derecha que lo puede poner en dificultades.

El problema radica en que la constitución francesa especifica que mientras que el presidente se elige cada siete años, el parlamento se escoge cada cinco. Por lo tanto, Rocard está gobernando con los diputados elegidos en marzo de 1986, fecha en la cual la derecha obtuvo la mayoría.

Normalmente, el presidente entrante tiene la facultad de disolver el parlamento. No obstante, en el caso presente Mitterrand habia dejado en claro que no era participe de hacerlo, debido a que otra campaña electoral paralizaria durante un mes más diferentes actividades y volvería a poner en evidencia la contienda partidista.

Fue con esa idea que Rocard trató de buscar la semana pasada ministros salidos de los partidos de centroderecha. La iniciativa no obstante, se dañó cuando los principales líderes políticos de ésta anunciaron que pasarían a hacer una especie de "oposición reflexiva" y que no colaborarían con el gobierno.

Frente a esa negativa, el primer ministro se vio obligado a nombrar gente salida del Partido Socialista. En resumidas cuentas el gabinete acabó siendo muy similar al del gobierno orientado por Laurent Fabius entre 1984 y 1986. Muchos de los principales ministros volvieron a las carteras que tenían antes de que los socialistas perdieran la mayoría parlamentaria.

El regreso de caras conocidas fue recibido con cajas destempladas por la oposición. La mayoría de los dirigentes de la derecha se apresuraron a decir que los nombramientos confirmaban que se estaba volviendo a la política partidista del pasado.

Más aun, el propio gobierno insinuó que la posibilidad de una disolución de la Asamblea Nacional y la convocación a nuevas elecciones legislativas, estaba siendo tenida en cuenta. En su primera rueda de prensa escenificada el pasado viernes en la tarde, Michel Rocard dijo que una disolucion "es permitirle al gobierno trabajar sin tardanza" . Aunque anotó que el presidente Mitterrand no habia tomado una decisión al respecto la mayoría de los observadores interpretó las palabras del primer ministro como una evidencia clara de que las elecciones legislativas son una cosa inminente.

Esa eventualidad no hace sino colocarle un paréntesis al comienzo de la nueva gestion de Mitterrand. Con las riendas firmemente en su mano, el presidente va a ser el responsable de lo que le suceda a Francia durante los próximos años. En particular, Mitterrand tendrá que afrontar el problema persistente del desempleo y del pálido crecimiento económico, si quiere que su pais entra con pie derecho al gran mercado europeo de 1992. Igualmente, el jefe de Estado francés deberá tratar los temas de Nueva Caledonia (un territorio del Pacifico sur donde los nativos exigen la independencia) y del crecimiento de la extrema derecha en Francia.

El éxito de Mitterrand en esas materias determinará su lugar en la historia. Hasta el momento este excepcional hombre de Estado está demostrando que tiene los ciementos y el pragmatismo suficiente para cambiar de rumbo, si las circunstancias lo exigen. Por ahora, el presidente está firmemente en control y ha hundido a la oposición. Sin embargo, una mala gestión puede reencauchar a Chirac y a la derecha, porque lo cierto es que en siete años, cualquier cosa puede pasar. --