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Brasil a Collor

Con la mayoría insuficiente del candidato derechista, nadie sabe quién será el nuevo presidente.

18 de diciembre de 1989

Con la misma fuerza de una revolución y la alegría de un carnaval, el voto brasilero de la primera ronda electoral del pasado 15 de noviembre puso en evidencia la más grande necesidad de cambio político, social y económico que ese país haya manifestado en toda su historia.
A cien años exactos de proclamada la República y a 29 de las últimas elecciones directas de un presidente, 78 millones de personas, sobre 82 millones, ejercieron su derecho al voto en una jornada histórica para Brasil. El próximo 17 de diciembre, cuando los brasileros volverán a las urnas, en una segunda ronda electoral, para efectivamente designar el futuro presidente de la república, tendrán que escoger entre Fernando Collor de Mello, que representará el ala de derecha del Partido de Renovación Nacional (que obtuvo una amplia mayoría) y otro candidato, todavía desconocido (al momento de escribir esta nota), que está entre Luis Ignacio Da Silva, llamado Lula, de izquierda, y Leonel Brizola, líder populista y progresista, entre comillas.
El enfrentamiento entre estos dos últimos por pasar a la segunda ronda ha sido,hasta el último voto, en medio del suspenso por el lento escrutinio oficial de las papeletas, pues 12 horas después de las elecciones había sido escrutado sólo el 3.2 por ciento. Pero los resultados, cualquiera que sea el ganador del segundo lugar, dan por cierta una áspera polarización del voto del 17 de diciembre.
La palabra la tienen ahora los asesores de los partidos, para presentar los programas de gobierno más convincentes y las alianzas creíbles. Uno de los más apetecidos como aliados para la próxima campaña es el joven Partido Socialdemócrata Brasilero, PSDB, de Mario Covas, cuya fuerza electoral fue más allá de sus propias ambiciones. No es para menos, pues se colocó al lado de los dos grandes competidores de Collor, Brizola y Lula, y obtuvo la mayoría de votos en las urnas localizadas en el Sector Militar Urbano, un dato considerado sorprendente por los mismos ejecutivos de su campaña. El PSDB emerge de estas elecciones como un partido socialdemócrata al estilo europeo, que no se identifica ni con la izquierda populista y tradicional de Brizola, ni con la izquierda obrera de Lula. El PSDB podría negociar un eventual acuerdo con alguno de ellos, pero tampoco se excluye que negocie un programa de gobierno con Collor, corriendo el peligro de comprometer la unidad del partido e identificarse con el bloque de fuerzas "conservadoras" del país.
Los otros 25 partidos, incluidos los dos grandes protagonistas históricos de la transición de la dictadura a la democracia, el Partido del Frente Liberal, de Aureliano Chaves, y el partido del Movimiento Democrático Brasilero, de Ulyses Guimaraes, no tienen mucho que ofrecer. Están, en sustancia, condenados a votar por Fernando Collor (lo que a estas alturas podría resultar un lujo) y prescindir de tan complicadas negociaciones.
Hay, de todos modos, algunos sectores del PMDB que cuentan con el apoyo de importantes gobernadores, como es el caso de Sao Paulo, Paraná, Bahía y San Salvador. La campaña que se esboza para las próximas semanas puede radicalizarse en extremo al generarse incompatibilidades delicadas, que harían de Brasil un país aún más difícil de gobernar, gane Collor, Brizola o Lula.
Si en cambio todo pasa dentro de un marco democrático civil, el resultado puede ser estimulante para el país, que finalmente, después de 21 años de dictadura y 4 años de transición, conformaría un gobierno claramente programado y una oposición nítida y objetiva.
Por otro lado, el nuevo presidente de la República asumirá el control de la economía en medio del mayor caos económico en la historia del país. El fantasma de la hiperinflación, que rondó también durante la campaña para la primera fecha electoral, seguirá presente en los próximos 30 días. Si bien nadie se dejó contagiar por el pánico, los sectores más conservadores evitaron precipitar el desastre económico, convencidos de sus posibilidades de mantenerse en el poder. Por su parte, los sectores progresistas de izquierda, incluídos los comunistas, evitaron huelgas delicadas para no comprometer el proceso electoral que podría quitarles la victoria.
En esas condiciones, la inflación permaneció en un "platanal altísimo", como suelen decir allí (casi 40% este mes) y se calcula que llegará a 140% en marzo, cuando se posesionará el nuevo presidente.
El único sector que amenazó el acuerdo de caballeros durante la campaña fue el gobierno, que desde octubre dejó de honrar sus compromisos de cinco mil millones de dólares con el mercado financiero internacional, dejándole así una pesada herencia al futuro gobernante. Sin hablar de los 114 mil millones de dólares, valor de la deuda externa brasileña, la más alta del mundo, y los 75 mil millones de dólares de deuda interna. Después de los años del milagro económico y hasta comienzos de los 80, cuando las tasas de crecimiento eran de 8 y hasta 10% al año, vienen los años del desbarajuste y aumentan los males históricos del país, considerado, hoy por hoy, uno de los peor administrados del mundo, no obstante esté clasificado como la séptima u octava (si es verdad que supera a Canadá) potencia económica mundial del mundo occidental, no comunista .