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El gobierno brasileño afronta un contexto social delicado, con una ciudadanía hastiada con la corrupción en particular y con los políticos en general. | Foto: FOTO: AFP

BRASIL

El segundo mandato de Dilma

Dilma Rousseff llega a su segundo mandato con un país dividido, una economía en crisis y un gigantesco escándalo de corrupción en Petrobras.

10 de enero de 2015

En 2015 la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, tendrá que hacer malabares para conciliar su modelo de gobierno con las reformas que Brasil necesita.

“Lo imposible se hace ahora, solo los milagros quedan para después”, dijo la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, al tomar juramento de su cargo para un segundo mandato el jueves pasado en el Parlamento de la capital Brasilia. Aunque sus palabras se referían al hecho inédito de que a una exguerrillera como ella el electorado brasileño la ratificara como su líder, lo cierto es que esa frase —que la misma Rousseff describió como “una oración”—  tuvo el sabor de una confesión sobre la compleja coyuntura por la que atraviesa su gobierno.

Las elecciones de octubre del año pasado fueron para la presidenta una verdadera montaña rusa, en la que las encuestas pusieron en entredicho su reelección hasta el mismo día de la segunda ronda, cuando venció al derechista Aécio Neves por un estrecho margen de tres puntos porcentuales. Tanto la prensa local como la internacional describieron su victoria como “una experiencia cercana a la muerte”, en la que pasó, en pocos meses, de ser considerada como la favorita indiscutible, a ser vista como la candidata que había dilapidado el impresionante capital político que le había dejado su predecesor y mentor, Luiz Inácio Lula da Silva.
 
En efecto, lo que parecía un simple trámite se convirtió para la primera mujer presidenta de Brasil en el más arduo y exigente de sus desafíos políticos, que en los momentos de mayor tensión —como el desmayo que sufrió en plena campaña frente a las cámaras de televisión— pudo incluso lucir como un objetivo “imposible” de alcanzar. Una verdadera paradoja para la líder de un partido que sacó de la pobreza a casi 40 millones de personas, y que redujo en un 75 por ciento la pobreza extrema, en un país donde aún hay 80 millones de personas en hogares que viven con menos de 700 dólares al mes.

Sin embargo, si la reelección fue difícil, durante su segundo mandato Rousseff tendrá que hacer milagros para garantizar la gobernabilidad de su país, pues el Brasil que liderará en 2015 está en unas condiciones mucho peores que el que recibió en 2011, cuando comenzó su primer mandato. En 2014, la balanza comercial del gigante suramericano registró su peor resultado desde 1998, con un saldo negativo entre importaciones y exportaciones de 3.930 millones de dólares; la deuda pública superó el 66 por ciento del PIB; el crecimiento de su economía fue de apenas el 0,1 por ciento; la inflación rozó el 6,5 por ciento, que es el techo que el gobierno se había autoimpuesto; y el déficit del sector público alcanzó el 4 por ciento del PIB (el mayor desde 2009). Además, en abril la agencia Standard & Poor’s rebajó el valor de los bonos soberanos, dejándolos apenas por encima de los bonos ‘basura’ y, al mes de septiembre, la inversión extranjera había caído un 11 por ciento con respecto a 2013.

Los estragos del ‘petrolão’


Todo lo anterior constituye un contexto delicado, al cual hay que sumar el enorme daño político que le ha hecho a Rousseff y a su Partido de los Trabajadores (PT) el escándalo de corrupción del petrolão (o sea el ‘petrolazo’), el peor en la historia de Brasil. Según el Ministerio Público brasileño, que fue el órgano que realizó la denuncia, entre 2004 y 2012 las directivas de la multinacional de los hidrocarburos Petrobras se robaron unos 3.700 millones de dólares. Su modus operandi fue un complejo esquema de empresas fachada que prestaban servicios inexistentes e inflaban hasta en un 3 por ciento las facturas de las multimillonarias obras contratadas por la entidad.
 
Con esto, se abultaron las carteras de los ejecutivos de la empresa y se pagaron favores políticos y coimas a los representantes de los principales partidos brasileños, entre ellos el PT. Y aunque hasta la fecha no hay evidencias de que Rousseff estuviera al tanto de esa red de estafadores, la presidenta ha salido salpicada, pues cuando se desarrollaron los hechos ella era la presidenta de la empresa y la ministra de Energía del gobierno de Lula. El 24 de diciembre, tras la denuncia de un accionista minoritario, la Comisión de Bolsa y  Valores de Estados Unidos (SEC, por su sigla en inglés) abrió una investigación en la cual se nombra a Rousseff como posible testigo.

Consecuentemente, las acciones de Petrobras se derrumbaron y hoy cuestan menos de la mitad de lo que valían en septiembre. Y aunque la reciente caída en el precio internacional del petróleo explica en parte la pérdida de valor de las acciones de la multinacional, lo cierto es que el petrolão subraya la fragilidad en la que la corrupción y los malos manejos estatales tienen a la economía brasileña. Si bien el gobierno de Rousseff ha insistido en que las dificultades por las que atraviesa su país se deben a los efectos de la crisis global de 2008, es revelador que Brasil haya tardado mucho más que sus vecinos latinoamericanos en recuperarse. También, que sea el miembro del grupo de economías emergentes de los Bric con el peor registro económico en 2014 (exceptuando las sanciones económicas que Occidente le impuso a Rusia).

Toda una serie de factores que anuncian un segundo mandato diferente del primero. Un cambio del cual ya hay señales concretas, como el nombramiento de Joaquim Levy, conocido como ‘Manos de tijera’ por sus políticas de austeridad, a la cabeza del Ministerio de Economía y de Nelson Barbosa en el de Planeación, quien ya ha hablado de un “ajuste fiscal” . Como le dijo a SEMANA Sérgio Lazzarini, profesor de la escuela de negocios Insper y autor del libro Reinventing State Capitalism: Leviathan in Business, Brazil and Beyond, “es probable que Rousseff tenga que alejarse de algunas políticas de izquierda y que la caída en los precios del petróleo fuerce algunos ajustes en la economía en general y en el manejo de Petrobras en particular. La situación actual puede ayudar a justificar una política más ortodoxa, pero no por convicción sino por necesidad”.

Y aunque en su posesión Rousseff insistió en que la recuperación económica se hará “con el menor sacrificio posible para la población, en especial para los más necesitados” y reafirmó su compromiso “con la manutención de todos los derechos laborales y de los derechos de la seguridad social”, lo cierto es que la plata con la que hoy cuenta Brasil no alcanza para mantener todos los programas desarrollados por el PT. Como le dijo a SEMANA Valter Duarte Ferreira Filho, profesor de Política brasileña contemporánea de la Universidad Federal de Río de Janeiro y autor  del libro Laissez-faire e intervención: Caminos políticos del capitalismo, “todo indica que el gobierno ha entendido que la situación cambió mucho con respecto a la del principio del primer mandato de Rousseff, y que solo está en condiciones de responder al mínimo necesario e indispensable de las necesidades del país en las áreas de educación, salud y seguridad”.

El jueves, Brasilia anunció un recorte de 8.400 millones de dólares en su presupuesto para 2015 con el fin equilibrar sus cuentas públicas y, según fuentes oficiales citadas por EFE, el gobierno quiere recortar 25.925 millones adicionales de dólares del presupuesto (el 1,2 por ciento del PIB). Como se recordará, a mediados de 2013 estallaron en las principales ciudades brasileñas multitudinarias protestas contra el gobierno, la corrupción en general y contra el gobierno de Rousseff en particular. La razón fue el aumento de 10 centavos en las tarifas de transporte público. Si los brasileños empiezan a sentir en sus bolsillos y calidad de vida el apretón de Dilma, es probable que regresen a las calles a protestar.