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Brasil, un gigante en armas

"El más importante pacto de defensa de la historia reciente", lo definieron analistas en seguridad. Brasil firmó un acuerdo con Francia por el que invertirá US$14.000 millones en equipamiento militar, lo que representa el mayor gasto de este tipo en más de medio siglo para el gigante sudamericano.

BBC MUNDO
8 de septiembre de 2009

El presidente francés, Nicolás Sarkozy, visitó a su par brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, para sellar un convenio que casi duplicó los US$8.500 millones previstos originalmente para el programa de modernización y abastecimiento de las fuerzas armadas, aprobado por el Congreso de Brasil.

La alianza estratégica con Francia convertirá a Brasil en el séptimo integrante de un selecto club: el de las naciones capaces de diseñar y operar submarinos nucleares.
Pero además, tal como señalaron los analistas consultados por BBC Mundo, el acercamiento entre ambos países podría tener un efecto directo en el balance de fuerzas de América Latina.

El costo de los equipos bélicos que Brasil comprará a Francia es superior al invertido por Venezuela en sus negociaciones con Rusia y al monto aportado por Washington a Bogotá en el marco del Plan Colombia, firmado en 2000.

"(Para Brasil) probablemente esto sea el inicio, aunque nadie lo admite porque puede traer consecuencias diplomáticas, de un camino que dará al país el mayor poder de fuego naval de América Latina", anticipó el especialista brasileño en asuntos militares Roberto Godoy.

Seducción gala
En diciembre de 2008, durante la anterior visita de Sarkozy a Brasilia, Lula confirmó la compra de cuatro submarinos convencionales y 50 helicópteros militares franceses, así como la construcción conjunta de un casco de submarino nuclear. Ahora, se sumó un nuevo trato por 36 aviones cazabombarderos de última generación.

Para Brasil, el convenio sólo es comparable al que estableció el gobierno de Getulio Vargas durante la Segunda Guerra Mundial, en el que el país latinoamericano abandonó la neutralidad para acercarse a los Aliados.

En la década de los '70 Brasilia intentó un acercamiento con Alemania, en un ejercicio que muchos leyeron como una afirmación tajante de autonomía.

Ahora, el socio elegido para la cruzada armamentista es Francia y, quizás como un gesto simbólico, la rúbrica del trato se hizo el día en el que Brasil festeja un aniversario de su independencia.

La preferencia por el socio galo la confirmó el mismo presidente Lula: no se trata de una mera compraventa, dijo, sino de una "sociedad" en la que Brasil recibirá asesoramiento para el desarrollo de su propia industria militar.

"Francia le hizo la mejor propuesta a un país que quiere afirmarse como potencia. Lo que está detrás es un concepto de transferencia de tecnología. Por un lado, Francia colaborando en la construcción de submarinos nucleares y, a la vez, comprándole a Brasil aviones de su propia fabricación", le dijo a BBC Mundo Federico Merke, analista regional del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).

La proyección de Brasil al escenario internacional queda en evidencia con sólo mirar las estadísticas de gasto militar: según el informe anual del Instituto para la Investigación sobre la Paz Internacional (SIPRI), el gigante latinoamericano ocupa el puesto 12 en la lista de países con mayor inversión en materia de defensa y el primero en América Latina.
En 2008 desembolsó US$23.000 millones, equivalentes al 1,5% del Producto Interno Bruto, y mostró un incremento del 50% en el presupuesto de seguridad desde que Lula está al frente del gobierno.

Poder disuasivo
Desde el Ministerio de Defensa brasileño aseguran que su estrategia militar tiene un carácter meramente "disuasivo": busca alertar, si se quiere, sobre la potencial capacidad de respuesta ante un ataque, pero no está diseñado para agredir a otros países.

Cuando, en diciembre de 2008, Brasil dio a conocer sus políticas en esta materia, anunció que el objetivo prioritario de la Marina sería negar el uso del mar al enemigo. Bajo esa premisa, la compra de submarinos parece estar a tono con las aspiraciones.

"Un país que se quiere proyectar internacionalmente debe contar con una fuerza coherente”, afirmó José Genoíno, diputado del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) e integrante de la Comisión de Defensa de la Cámara baja.

La "zona de riesgo" para el gobierno brasileño es la región del Amazonas, y no sólo la selva originaria y los recursos medioambientales que giran en torno a ella: se trata, más bien, de la llamada Amazonía Azul, la zona de aguas que rodea al país por el este.

Esta franja atlántica resulta clave tras el hallazgo, en 2007, de grandes reservas petroleras que superarían los 50.000 millones de barriles de crudo.

Detrás de escena
Sin embargo, una segunda lectura de la alianza franco-brasileña pone de relieve que las ambiciones de Brasilia van más allá de las políticas militaristas.

El apoyo galo resulta fundamental para que la principal economía de la región continúe en su carrera por llegar a las "grandes ligas": es una carta fuerte en el ejercicio de proyección de poder brasileño, en la misión autoimpuesta de consolidarse como potencia mundial.

"Es un país en ascenso y, como tal, tiene que mostrar que se moderniza y adquiere nuevas tecnologías. Pero la meta final es entrar al Consejo de Seguridad (de la Organización de Naciones Unidas) como miembro permanente, en lo que Francia apoya a Brasil", opinó Merke en diálogo con BBC Mundo.

Esta política explícita de alejarse de la hegemonía de Washington sigue el rumbo trazado por la Cancillería brasileña incluso antes de la llegada de Lula al poder, en busca de una mayor autonomía en la inserción internacional.

En este sentido, la propuesta de Sarkozy de convertir el G-8 en un G-14 tendría un efecto directo en el equilibrio regional: la formación de un grupo de 14 naciones poderosas haría irrelevante al G-20 y dejaría fuera de los foros de toma de decisión a otros países, como el vecino Argentina.

Pero, además, el matrimonio estratégico con Francia busca un efecto visible fronteras adentro: el desarrollo de una industria brasileña para la defensa, que generaría puestos de trabajo y operaría como un motor de la economía.

"Ya está Embraer como ejemplo concreto, que empezó produciendo aviones militares y hoy el grueso de sus ingresos es por la venta de aviones para uso civil y comercial", comparó el analista del CARI.

Ya lo había anticipado el asesor de Lula para asuntos internacionales, Marco Aurelio García: en el futuro, Brasil no saldrá de compras. Quiere producir su propio armamento porque sabe que es estratégico para el escenario defensivo en Sudamérica.

Con una carrera armamentista a todo vapor, tal como quedó en evidencia en la reciente reunión de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), muchos miran con recelo el impacto que la cruzada del gigante podría tener en la región.