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En una maniobra leguleya, la presidenta Rousseff nombró a Lula como jefe del gabinete, para que quedara como un aforado político. Solo duró 40 minutos como ministro. | Foto: Agíncia Estado

BRASIL

Brasil, fuera de control

La novela de Lula da Silva y Dilma Rousseff parece no tener fin. Millones de personas piden su salida, otros tantos los respaldan, y ellos se defienden con maniobras que acrecientan la indignación popular.

19 de marzo de 2016

En medio de gritos, pancartas y millones de manifestantes enfundados en la camiseta de la selección nacional, Brasil se hunde en el caos político como consecuencia de los escándalos de corrupción que afectan al Partido de los Trabajadores. Al final de la semana pasada, la asediada presidenta Dilma Rousseff le echó gasolina al fuego al nombrar al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva como jefe de su gabinete, en una maniobra leguleya que no hizo otra cosa que alborotar aún más el avispero.

La presidenta intentaba de ese modo asegurar un fuero especial a Lula, acusado de participar en el escándalo de Petrobras conocido como Lava Jato y pendiente de ser detenido por orden del juez Sergio Moro. Pero el truco le duró 40 minutos después de haber jurado, cuando otro magistrado declaró nulo el acto. Ante eso, y el inicio del proceso de juicio político a la presidenta, quedó claro que Lula y Dilma, agarrados de la mano, están dispuestos a salvarse o hundirse juntos para siempre.

Después de conocerse el nombramiento, Moro dio a conocer grabaciones de llamadas telefónicas de Lula, en las que atacaba duramente a la justicia, y una conversación con Rousseff, en la que ella le avisaba del envío del nombramiento “por si fuera necesario”, para impedir su detención.

Es que, al ser nombrado ministro, la investigación sobre los posibles delitos de Lula sale de las manos del juez Moro y pasa al Supremo Tribunal Federal (STF), que tiene plazos mucho más largos y que lo salva, por el momento, de la cárcel.

El nombramiento cayó por cuenta del juez Itagiba Catta Preta Neto, un claro opositor al gobierno que publicó en Facebook sus fotos en las manifestaciones contra Rousseff con expresiones insultantes. Y cuando los abogados del gobierno apelaron su decisión, el país se sumió en un limbo jurídico y político.

Expertos penalistas brasileños cuestionaron la decisión de Moro de revelar las escuchas telefónicas. En un acto en la Universidad de São Paulo, Salomon Schecaira, profesor de derecho penal, dijo que Moro debería ir preso por quebrar el sigilo telefónico de Lula, ya que su conducta “pavimenta un camino para el final del Estado democrático de derecho”.

El juicio político

En medio del escándalo por la nominación de Lula, pasó a segundo plano la noticia más trascendental: el comienzo del proceso de juicio político contra Rousseff, que se había suspendido en diciembre, a la espera de que el Supremo Tribunal Federal se pronunciara sobre las reglas.

La acusación contra Dilma es endeble: no tiene nada que ver con la corrupción en el caso del Lava Jato, sino con supuestas maniobras fiscales que le habrían permitido al gobierno mejorar los números de su gestión. Pero la máquina ya se puso en marcha.

El STF estableció el sistema de votación abierta para nombrar a los integrantes de la comisión de la Cámara de Representantes que deberán estudiar el caso, y el mismo 17 de marzo, la Cámara de Diputados aprobó por 433 votos contra 1, los 65 miembros de la comisión de juicio político. Dilma tendrá un plazo de diez sesiones plenarias para defenderse, y la comisión tendrá cinco sesiones para deliberar. La plenaria de la Cámara, entre fines de abril y mediados de mayo, decidirá en votación abierta si abre el juicio político, para lo cual necesita el voto de por lo menos 342 de los 512 diputados.

Dilma teme que el Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), actual aliado del Partido de los Trabajadores (PT), abandone el gobierno y acuerde con el opositor Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) de Aécio Neves, para juntar los votos que activen el juicio político. La inasistencia del vicepresidente Michel Temer, del PMDB, a la jura de Lula, fue un indicio en ese sentido.

El problema es que los límites entre oposición y gobierno, entre corruptos y no corruptos, entre el bien y el mal, son muy borrosos en Brasil: en el PMDB, Eduardo Cunha, presidente de la Cámara, y René Calheiros, presidente del Senado, están también involucrados en el escándalo de Petrobras.

Pero aún si la Cámara votara a favor, el Senado, de mayoría oficialista, debe ratificar la decisión. Si esto sucediera, la presidenta podría ser separada de su cargo por 180 días, hasta que se haga la votación definitiva y asumiría el vicepresidente Michel Temer, en alianza con el PSDB.

Confrontación en las calles

Si bien ganó tiempo judicial, Lula perdió una parte muy importante del apoyo popular que lo llevó a la Presidencia en 2003 y en 2007. El domingo 13 de marzo, las manifestaciones convocaron más de 3 millones de personas en todo el país a favor del impeachment de Rousseff. Pero también es cierto que los manifestantes en São Paulo abuchearon y echaron a los principales dirigentes de la oposición, el gobernador de São Paulo, Geraldo Alckmin, y el senador Aécio Neves, del PSDB, al grito de ladrones y oportunistas.

Tras conocerse el nombramiento de Lula, los manifestantes volvieron a las calles. En São Paulo mantuvieron cortada la céntrica avenida Paulista hasta el viernes en la mañana, cuando fueron desalojados. La poderosa Federación de Industriales del Estado de São Paulo (Fiesp) repartió desayunos a los manifestantes e iluminó su edificio con los colores de la bandera brasileña y una franja negra que decía: “Renuncia ya”. El viernes en la tarde, los partidarios del gobierno convocaron manifestaciones en todo el país, lo que condujo a enfrentamientos en las calles.

Las protestas reflejan el desencanto de millones de personas con el gobierno de Dilma y Lula, un ícono de Brasil y de la izquierda en América Latina, por haber sido el primer presidente obrero del continente. “No hay izquierda porque el PT se encargó de aniquilarla, política y éticamente. Lula fue durante años el embajador de las multinacionales brasileñas. Entre 2011 y 2012 visitó 30 países, de los cuales 20 están en África y América Latina. Las constructoras pagaron 13 de esos viajes, la casi totalidad Odebrecht, OAS y Camargo Correa”, escribió el analista uruguayo Raúl Zibechi en La Jornada de México.

En América Latina, la crisis política en Brasil envía ondas de inestabilidad por toda la región. El presidente uruguayo Tabaré Vázquez está promoviendo una declaración de respaldo de la Unasur, que sostiene que “los sucesos ocurridos en Brasil plantean un claro enfrentamiento de la Justicia contra el poder ejecutivo representado por la presidenta Rousseff”, según el diario El País de Montevideo.

¿Qué pasará?

El opositor periódico Folha de São Paulo da por hecho que Dilma renunciará anticipadamente y dejará el poder en manos del vicepresidente. “Temer tiene una difícil tarea, no es la primera vez que asume un vicepresidente en razón del impedimento del titular”, escribe el columnista Reinaldo Azevedo, recordando la caída de Fernando Collor de Mello, destituido en 1992, a quien sucedió Itamar Franco.

La comentarista política Lucia Hippolito no está tan segura: “El gobierno perdió las condiciones políticas de gobernar pero no está claro qué va a pasar. El proceso de ‘impeachment’ va a avanzar, pero no sé si van a encontrar pruebas suficientes para destituir a Dilma, y ella no va a renunciar”, dijo a SEMANA. “El nombramiento de Lula lo ayuda a él, pero no a Dilma, porque es como si hubiese renunciado a favor de Lula, que va a ser quien gobierne de ahora en adelante”, agregó.

Para la analista Tereza Cruvinel, “si tiene éxito, (Lula) salvará a Dilma y estará cerca de volver como presidente en 2018. Si Dilma pierde la apuesta con su as de oro y sufre el

‘impeachment’, si la economía se sigue hundiendo, será el fin del Partido de los Trabajadores y de Lula”.

Tarso Genro, uno de los cuadros históricos del PT, sentenció que “el PT difícilmente va a tener perspectivas de poder nacional en el próximo periodo”. “Es el fin de un ciclo económico, social y político de Brasil, que llegó al agotamiento”, dijo en entrevista a Folha de São Paulo el 6 de marzo.

Lula y Dilma unieron su destino, para bien o para mal. Termine como termine este capítulo del drama político brasileño, Lula y el PT perdieron el apoyo del que gozaron, dejando un enorme vacío lleno de incertidumbres sobre la gobernabilidad del gigante latinoamericano, y enviando ondas telúricas a la región entera.