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Brasil, la nueva vía

La llegada de 'Lula' Da Silva a la presidencia no sólo trae esperanzas para el fortalecimiento de Brasil y de Suramérica, sino grandes retos y dudas.

Daniel Pécaut
23 de diciembre de 2002

En una America Latina embargada por crecientes dudas acerca del modelo neoliberal adoptado hace aproximadamente una década y que se encuentra nuevamente confrontada con numerosas turbulencias políticas, la victoria de Luiz Inacio 'Lula' da Silva en las elecciones presidenciales brasileñas ha sido ampliamente celebrada como una oportunidad de renovación. Algunos no vacilan inclusive en ver en ella la posibilidad de una "tercera vía" original, que pueda romper a la vez con el liberalismo puro y duro, así como con los antiguos sueños dirigistas. Muchos otros esperan que, cuando menos, en las negociaciones actuales sobre el Alca, el peso de Brasil logre atenuar la asimetría reinante frente a Estados Unidos. Sin embargo, conviene ser prudente pues la coyuntura brasileña reduce el margen de maniobra del nuevo presidente.

Su elección es, sin duda alguna, un triunfo de la democracia brasileña. Por primera vez desde hace 42 años y por segunda vez en la historia del Brasil, un presidente elegido democráticamente sucede a otro presidente democráticamente electo. El fenómeno merece ser subrayado con insistencia puesto que se trata de una verdadera alternancia política. En tres oportunidades, en 1989, 1994 y 1998, el mismo 'Lula' había fracasado y su candidatura se había enfrentado a una campaña de descrédito orquestada por las organizaciones patronales, por la poderosa cadena de TV Globo y por los mercados financieros. Esta vez el resultado gozó de una amplia aceptación, como si la necesidad de alternancia democrática fuese reconocida por la gran mayoría de la opinión.

El balance del primer mandato de Fernando Henrique Cardoso era ampliamente positivo. La inflación había sido detenida, el funcionamiento de las instituciones políticas había mejorado, la imagen internacional del presidente era excelente. El balance del segundo mandato fue, por el contrario, decepcionante. Brasil no logró extraerse de las repercusiones de la crisis financiera asiática y rusa de 1999. La cotización del real no cesó de debilitarse, la deuda externa pasó de 148.000 millones de dólares en 1994, a 228.000 millones de dólares en 2001; la deuda pública interna, en su mayor parte en dólares, adquirió dimensiones alarmantes; la tasa de crecimiento cayó y este año apenas sobrepasará el 1 por ciento. Simultáneamente el desempleo se agravó hasta alcanzar el 20 por ciento en el estado de Sao Paulo, en tanto que la reforma de la legislación laboral y del régimen de pensiones generó un enorme descontento en el sector público y en la clase media. No es sorprendente pues que toda la política de apertura y de liberalización hubiera terminado por ser cuestionada.



Victoria prometida

Las esperanzas generadas por la victoria de 'Lula' no tienen punto de comparación con aquellas que surgieron antaño con la elección de Salvador Allende. El Partido de los Trabajadores ya se encontraba desde hace muchos años al frente de la gestión de algunas de las ciudades más importantes del Brasil y en esas condiciones había adquirido una sólida reputación como administrador, y experiencias significativas como la del "presupuesto participativo" de Porto Alegre han hecho escuela.

En el curso de su campaña, 'Lula' no desaprovechó oportunidad alguna para tranquilizar, tanto en palabras como en actos. Eligió como vicepresidente a un gran industrial del sector textil, que por lo demás es miembro de un 'partido liberal' catalogado de derecha. Figuras políticas que se cuentan entre las más tradicionales, comenzando por el ex presidente Sarney, que estuvo vinculado con el régimen militar de Antonio Carlos Magalhaes, célebre cacique del estado de Bahía, le brindaron su apoyo.

'Lula' también se esforzó por aplacar a los mercados internacionales. No vaciló en prometer que respetaría todos los compromisos de Brasil con las instituciones financieras internacionales y, especialmente, con el FMI. A cambio de ello, tan pronto fue elegido, recibió los elogios del director general del FMI, quien lo presentó como "un hombre político del siglo XXI". Hasta el propio Bush le brindó una excelente acogida con ocasión de la visita que realizó a Washington a comienzos de diciembre.

En suma, el masivo apoyo a la alternancia del poder se desarrolló en un estilo de 'conciliacâo' que, con todo y sus ambigüedades, forma parte de las costumbres políticas brasileñas. Fernando Henrique Cardoso se cuidó de intervenir directamente en la campaña presidencial y, tan pronto fue conocido el resultado electoral, se apresuró a nombrar una 'comisión' de alto nivel para facilitar el empalme. La mayoría del 61,3 por ciento obtenida por 'Lula' en la segunda vuelta va mucho más allá de los simpatizantes del Partido de los Trabajadores.



Condenado a negociar

Esto no le resta en modo alguno importancia simbólica al éxito de 'Lula'. En uno de los países más desiguales del mundo, en el que las mismas clases populares parecen avalar las jerarquías sociales tradicionales, el éxito de un inmigrante surgido de una familia pobre del noreste, que inició su carrera como dirigente sindical contra la dictadura, constituye en sí mismo un acontecimiento. Es una nación entera que ha dado la impresión de unirse, cuando menos provisionalmente, alrededor del presidente recién elegido. Sin embargo, 'Lula' es el primero en resaltar los desafíos que lo esperan.

Su triunfo personal ciertamente fue acompañado por un considerable avance del Partido de los Trabajadores en el ámbito nacional. Dicho partido se convirtió en el más numeroso en la Cámara de Representantes y mejoró sus posiciones en el Senado. Sin embargo, se encuentra lejos de haber obtenido el mismo éxito en la competencia por las gobernaciones. Tan sólo accedió a tres, para colmo en estados de importancia menor, sobre un total de 27 estados de la Confederación. Inclusive se le escaparon estados como Rio Grande do Sul, que parecían estar ya en sus manos. Lo que ocurre es que la función de gobernador tiene gran importancia y el presidente va a estar condenado a efectuar permanentemente negociaciones bastante costosas para asegurar la gobernabilidad.

Por lo demás, el Partido de los Trabajadores está lejos de poseer una unidad monolítica. Fue su sector moderado el que orquestó la campaña y, por consiguiente, va a gozar de la mejor parte del gobierno en formación. Sin embargo, las corrientes más radicales, trostkistas, católicas progresistas y el Movimiento de los Sin Tierra, ejercen una influencia local considerable. Más significativa aún es la heterogeneidad social del partido. Entre las clases populares, que constituyen la mayor parte de su fuerza electoral, los trabajadores del sector público y las clases medias inquietas por su pérdida de estatus, existen diferencias muy considerables. Las clases populares están inquietas por los avances de la miseria, en tanto que las otras están preocupadas principalmente por los problemas pensionales y los derechos sociales. Conciliar esas reivindicaciones tan dispares no va a ser nada fácil, especialmente por cuanto han sido las clases medias las que han monopolizado progresivamente una gran parte de las funciones de dirección del Partido de los Trabajadores.

La coyuntura económica no se presta, sin embargo, para los gestos de generosidad. A pesar de las precauciones tomadas por 'Lula', el real acaba de devaluarse en el curso de las últimas semanas. El FMI espera, a cambio de haber otorgado en agosto un préstamo escalonado de 30.000 millones de dólares, la implantación de medidas inmediatas de reforma fiscal destinadas a reducir los déficits internos, así como la adopción de disposiciones adicionales para enfrentar el problema de las pensiones y de garantías sobre el pago de la deuda externa. 'Lula' es el primero en proclamar que el año 2003 será uno de los más difíciles. Contra toda tentación populista, plantea como prioridad el fomento de la producción y la absorción del desempleo, y rechazó enérgicamente cualquier idea de alza sustancial en los salarios.

Sin embargo, no es evidente que logre moderar las inevitables expectativas, por lo demás divergentes, que ha suscitado su elección. Sin duda colocó el énfasis en un programa social que plantea terminar en cuatro años con el problema del hambre. Ese programa de urgencia denominado "Hambre Cero", que estaría dirigido a más de 40 millones de personas pero cuyo financiamiento aún no está completamente asegurado, es una forma prometedora de atacar las desigualdades. El Partido de los Trabajadores se muestra igualmente decidido a romper con las medidas de flexibilización del mercado laboral.

Esos son, de por sí, objetivos ambiciosos. Pero el problema fundamental consiste en darle un viraje a un modelo de desarrollo que condujo a las dificultades actuales.



Alca en la mira

A pesar del superávit comercial actual del Brasil, el peso de la deuda interna y externa continúa perjudicando las perspectivas a corto plazo. La volatilidad de los capitales externos, que se hizo manifiesta desde 1999, no es la única causal. El crecimiento de las inversiones extranjeras directas, que se realizó gracias a la liberalización y a las privatizaciones, se está traduciendo ahora por la salida de capitales en forma de regalías o de compensaciones financieras internas en las firmas. La cuestión consiste entonces en saber si puede dársele prioridad a la redinamización del mercado interno sin renunciar a una apertura que parece inevitable en el marco de la globalización y debido a que el Brasil es una gran potencia regional.

La negociación del Alca va a ser un tema central muy pronto. Cardoso nunca ocultó las reticencias que le producía la forma precipitada en la que Estados Unidos quiere llevar esta negociación. 'Lula' y el Partido de los Trabajadores han manifestado sus reservas de manera más clara aún. A las disposiciones que revelan la asimetría existente entre ambas partes, tales como propiedad intelectual, medio ambiente, etc., han venido a sumarse las medidas tomadas por el gobierno Bush en vísperas de las elecciones al Congreso y que, en áreas como la producción de acero o en la producción agrícola, afectan directamente al Brasil. En Washington 'Lula' recordó expresamente que entendía que la negociación debía traducirse en la generación de ventajas recíprocas.

De hecho, la cuestión consiste en saber si el Brasil logrará equilibrar las presiones norteamericanas dirigiéndose hacia la Unión Europea y, tal vez lo más importante, dándoles un nuevo impulso a los acuerdos de regionalización latinoamericanos.

Las discusiones entre Mercosur y la Unión Europea, que se vienen desarrollando desde hace ya varios años, han progresado hasta ahora con cierta lentitud. A pesar del logro de progresos puntuales, la política agrícola común y las subvenciones que le están asociadas, han venido a constituir un obstáculo considerable. Sin embargo, la ampliación de Europa va a conducir a la revisión de los mecanismos de la política agrícola común y la Unión Europea acaba de hacer saber que está dispuesta a llevar a cabo una nueva ronda de negociaciones en este campo en el marco de la Organización Mundial del Comercio, siempre y cuando Estados Unidos hiciera lo propio. Este es un elemento estimulante.

Para América Latina el acento que el nuevo gobierno parece estar dispuesto a conferirle a la consolidación regional es tal vez más importante aún. Al haber viajado a Buenos Aires y a Santiago, antes de ir a Washington, 'Lula' mostró muy claramente que tiene en la mira la revigorización del Mercosur a pesar de la crisis que enfrenta actualmente. Los planes incluirían un funcionamiento de carácter más supraestatal y una extensión de su influencia mediante acuerdos con los países andinos y con otras zonas económicas. Para que dicha ambición se concretice en resultados tangibles, se requiere que la política exterior brasileña experimente un viraje en su conjunto.

El Itamaraty, el más profesional de los ministerios de Relaciones Exteriores de América Latina se ha caracterizado casi siempre por una orientación a la vez autónoma y muy autocentrada. Se sabe que ha manifestado fuertes resistencias hacia el Plan Colombia, pero al mismo tiempo se ha cuidado muy bien de implicarse en la búsqueda de una posición común entre los países vecinos de Colombia frente al conflicto armado y a la economía de la droga.

Sin embargo no puede seguir ignorando la creciente amenaza que todo esto representa para él. Conviene entonces preguntarse si el Brasil de 'Lula' será capaz de adoptar posiciones más activas, no solamente frente al Alca, sino también frente a los problemas de seguridad nacional que podrían valerle las alianzas diplomáticas de otros países latinoamericanos.

Las dificultades en el camino de 'Lula' son evidentes y muchas de ellas no le van a dar espera. Si llegase a cumplir con los primeros vencimientos y las primeras fechas de eventos cruciales, lanzando simultáneamente la lucha contra la pobreza y contra la dependencia frente al mercado internacional de capitales, el antiguo inmigrante del noreste contribuiría poderosamente a restaurar la confianza en el porvenir, no solamente del Brasil, sino también del resto del subcontinente. Se comprende que todas las miradas estén fijas en él.