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Dilma Roussef es la segunda persona en ocupar la presidencia de Brasil en ser llamada a juicio político. Al Senado le corresponde decidir si la destituye o no. | Foto: Foto: AP

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Brasil: parlamento aprueba juicio político contra Dilma Roussef

Dos tercios de la Cámara de los diputados aprobaron el juicio contra la presidenta de Brasil por presunto maquillaje del déficit fiscal con dineros públicos. Su caso pasa al Senado que la podría destituir.  

17 de abril de 2016

La presidenta de Brasil Dilma Rousseff sufrió un fuerte revés político este domingo en la Cámara, donde 367 diputados aprobaron iniciarle un juicio político o ‘impeachment’. Menos de un tercio, 137 diputados votaron en contra, y no alcanzaron a neutralizar la mayoría opositora que busca destituir de su cargo a la mandataria. Hubo siete abstenciones, y dos no aparecieron a votar.

La votación se produjo siete días después de que una comisión de parlamentarios acusó a la mandataria de haber utilizado dinero de bancos públicos para manipular el déficit fiscal, lo cual está prohibido por la ley en Brasil, y por eso consideró que había motivos suficientes para iniciarle el juicio.

Durante más de diez horas, los 511 diputados fueron pasando uno a uno para cantar su voto. Lo hacían empuñando la bandera de sus respectivos estados, y alrededor del atril, se arremolibana los demás miembros del parlamento. Un espectáculo muy particular. A favor y en contra, justificaban el sentido de sus votos con expresivos discursos que hicieron de la extensa jornada una tarde emocionante que tuvo en vilo al país más grande de Suramérica.

En todos los rincones del país se seguía la votación con tanta intensidad como si se tratara de una definición por penales de una final de la Copa del Mundo de fútbol. Incluso, dentro del parlamento, los diputados celebraban ruidosamente cada vez que uno de sus colegas decía "Sim" y hasta chiflaban a los que decían "não a golpe". Un diputado de la comunidad gai escupió a la bancada de derecha intengrada por miembros de la iglesia evangélica. 

Al filo de la media noche en Brasil, el sí al ‘impeachment’ contra la presidenta llegó al número mágico de 342 votos. De inmediato los despachos de prensa empezaron a anunciar la noticia y los parlamentarios entonaban cantos propios de las torcidas, o hinchadas, de los equipos de fútbol de Brasil. No era para menos. Habían alcanzado la victoria en esa especie de definición por penales: la presidenta de Brasil será llamada a juicio.

Tras esta decisión la suerte de Dilma pasará a manos del Senado, quien también debe votar por la pertinencia del juicio contra la presidenta. En esta instancia, una mayoría simple determina la decisión. Son 81 senadores, y si 41 votan a favor del juicio, Dilma deberá ser suspendida del cargo, de manera temporal, y asumiría como encargado el vicepresidente  Michel Temer. Ahora la presidenta de Brasil está obligada a buscar nuevos apoyos en el Senado para mantener la estabilidad de su gobierno. 

El mismo Senado es el encargado de adelantar el eventual juicio. Este se debe desarrollar en un término de 180 días. A su término se produce otra votación, para determinar si la presidenta es culpable o se le absuelve de los cargos. Ya no se necesita mayoría simple, es decir la mitad más uno, sino la de dos tercios del Senado: 54 votos de 81.

Si esto llegara a suceder, Dilma sería destituida y deberá dejar la presidencia de forma definitiva, y el vicepresidente Michel Temer asumiría el cargo hasta el final del mandato constitucional, el 1 de enero de 2019.

Dilma Roussef es la segunda persona en ejercer la presidencia de Brasil a la que se le abre un ‘impeachment’ o juicio político. En 1992 fue acusado de corrupción por el parlamento el entonces presidente Fernado Collor de Mello. En diciembre de ese año renunció a la presidencia.

Brasil, dividido, se vuelca en las calles

Mientras la Cámara de los diputados avanzaba en la votación, miles de personas tomaron hoy las calles de Brasil para manifestarse a favor y en contra del Gobierno de Dilma Rousseff.

Las calles de más de una veintena de estados de Brasil y de la capital, Brasilia, se tiñeron de rojo, el color del Partido de los Trabajadores (PT), y de verde y amarillo, el símbolo de la oposición y de los partidarios del "impeachment" contra Rousseff.

En medio de un fuerte despliegue de seguridad, en especial en los puntos más calientes -como Brasilia, Sao Paulo y Río de Janeiro, donde se convocaron las movilizaciones más multitudinarias-, las protestas se desarrollaron sin incidentes.

La capital brasileña amaneció blindada por 4.000 policías en su zona central y otros 7.000 listos para actuar en caso necesario.

En la Explanada de los Ministerios, en el corazón de Brasilia, se apreció como ningún otro lado la fractura que vive Brasil, con el llamado "muro del impeachment", una gigantesca valla de casi un kilómetro de largo y dos metros de alto, para dividir a los partidarios y los detractores del Gobierno.

Del lado izquierdo, frente al Congreso, los partidarios de Rousseff, de rojo y portando pancartas con el lema "Dilma fica" (Dilma se queda), y del lado derecho, una marea verde-amarilla con la consigna "Fora Dilma" (Fuera Dilma) y levantando "pixulecos", como se conoce a los muñecos que muestran al expresidente Luiz Inacio Lula da Silva vestido de presidiario.

En Sao Paulo, donde se desarrolló la movilización más numerosa contra el Gobierno, la marea verdeamarilla, los "coxinhas", como se les conoce popularmente, tomaron la Avenida Paulista y se concentraron frente a la sede de la patronal industrial, la más influyente del país.

Carteles con lemas como "impeachment já" y "chau querida" -la frase con la que Lula se despidió de Rousseff en una polémica conversación telefónica difundida por la Justicia- convivieron con caricaturas gigantes de ambos disfrazados de ladrones frente a un superhéroe con el rostro del juez que investiga la corrupción en Petrobras, Sergio Moro.

"Dilma no tiene más condiciones para continuar y no aguantamos más la payasada", opinaba María Michelle, una jubilada que parecía rendida: "Llegamos a un punto en el que no hay nada más que hacer, da lo mismo intentar mejorar".

Dirson José de Faria, un funcionario paulista, apoya el impeachment porque "es una solución inmediata necesaria antes de que el país tenga un desajuste peor en la cuestión económica".

Los partidarios del Gobierno, los "petralhas", se movilizaron en el centro, a unos 3 kilómetros, bajo el lema para "defender la democracia" y contra "el golpe mortal contra la democracia".

Banderas de sindicatos y movimientos sociales, como los Sin Techo, y camisetas con una imagen de Dilma en su juventud, marcaron una convocatoria que se desarrolló en tono festivo.

"Esto es una gran farsa muy bien tramada y organizada por todo un grupo político que no aceptó la derrota electoral y que busca, a través de cualquier medio que tenga a disposición, derrumbar el Gobierno. Ahora deberíamos estar discutiendo medidas políticas y no estar contra o a favor de un proceso completamente ilegítimo", lamentaba Mauricio Ayer, escritor.

En Río de Janeiro, la playa de Copacabana fue el escenario de las marchas, aunque se programaron a distintas horas.

La "marcha roja" inauguró la jornada con una "fiesta funk" que pretendía atraer a la población de las favelas y de las zonas marginales, tradicional bastión del PT que, sin embargo, no se ha movilizado con la intensidad que el Gobierno esperaba.

"Este golpe es la implantación de un modelo neoliberal que pretende retirar los derechos de los trabajadores", apuntaba el economista Bernardo Sicsú.

Las consignas contra el golpe, como "No va a ser" o "No pasarán" retumbaron en la popular Avenida Atlántica, donde unas horas después los partidarios del impeachment corearon "Fuera Dilma" y "Ciao querida".

Atentos a una pantalla gigante en la que se proyectaba la sesión del Parlamento, algunos manifestantes protagonizaron momentos de tensión con la quema de banderas del PT.

Pero los temidos incidentes entre unos y otros no se produjeron y la jornada transcurrió en un clima de normalidad, hasta el punto de que los vendedores ambulantes hicieron negocio con la venta de sombreros y símbolos partidistas.

Entre los manifestantes, María Francisca Pereira, modelo, convencida de que "el PT lo hizo todo mal. Llevó al país a la quiebra".

Pero Pereira tiene claro también que este es sólo el comienzo: "El impeachment es el primer paso; después vamos a comenzar a eliminar al resto".