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Ante la derrota de la permanencia, el primer ministro británico, David Cameron, decidió renunciar. | Foto: A.F.P.

REINO UNIDO

Cataclismo mundial tras la salida del Reino Unido de la UE

Al salirse de la Unión Europea, el Reino Unido abrió la caja de Pandora: no solo puso en peligro el proyecto de integración, sino que desplomó la economía mundial y le dio un espaldarazo al populismo nacionalista.

25 de junio de 2016

La Unión Europea está herida de muerte. Con una puñalada al corazón de la gobernanza regional, el referendo del 23 de junio le dio la victoria al brexit (salida del Reino Unido de la UE) con un 52 por ciento de los votos frente a 48 por ciento, una diferencia de 1,1 millones. El panorama es oscuro y triste en el Viejo Continente, y las consecuencias que esta consulta histórica podría tener son inquietantes. Mientras el leave (irse) sumaba votos, la libra esterlina se fue a pique, la prima de riesgo se disparó y los mercados europeos se desplomaron (ver siguiente artículo). El primer ministro británico, David Cameron, principal abanderado del remain (quedarse), anunció que renunciará en octubre.

A pesar de la enorme polarización, los europeístas aún guardaban la esperanza. Cuál sería su sorpresa cuando los ciudadanos les dieron la espalda, apoyaron al exalcalde de Londres Boris Johnson y al ultranacionalista del UKIP Nigel Farage y decidieron divorciarse de Bruselas. Cameron prometió el referendo en 2013 para evitar que el UKIP ganara más votos en las elecciones generales, pero analistas y políticos proeuropeos coinciden en que, además de que no era necesario, fue terriblemente irresponsable. El desastroso 23-J británico sacó a la luz un problema más profundo: la crisis de la democracia representativa.

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El uso indiscriminado del referendo como mecanismo de participación solo sirvió para que los británicos desahogaran sus penas trasnochadas en las urnas, excitó las posiciones nacionalistas y dejó casi al azar el futuro del país y de la organización internacional. El leave aprovechó la situación y jugó a la guerra sucia. Con la única bandera del nacionalismo, los partidarios del brexit no propusieron realmente un debate político ni económico. Apelaron a las emociones primarias, hasta el punto de que no se sabía claramente a qué apuntaba la salida de la UE. Tanto es así que el viernes múltiples votantes declararon estar arrepentidos por votar “leave”, y los ciudadanos a la medianoche en el Reino Unido en Google preguntaban frenéticos: “¿qué es la UE?”, “¿qué es el ‘brexit’?”. Frente a la visible ignorancia de algunos votantes, estos son los principales efectos de los resultados del 23-J.

Europa se desmorona

Las grietas estructurales del proyecto europeo son tan profundas que hicieron tambalear el edificio integrador. El brexit es el mayor sismo que ha golpeado a la UE desde que se fundó en 1993 como sucesora de la Comisión Económica Europea y resquebrajó un proceso considerado irreversible. Los nuevos 27 tendrán que hacerle frente a un fantasma que recorre el mundo y que, hace una década, no parecía factible en la democrática Europa: el populismo. Euroescépticos y de ultraderecha, los partidos nacional-populistas proliferan en el continente, como el Frente Nacional francés, a la cabeza de Marine Le Pen; Alternativa por Alemania, liderado por Frauke Petry; el Partido por la Libertad (PVV) del holandés Geert Wilders; la Liga Norte italiana, encabezada por Matteo Salvini; y el FPÖ austriaco, de Heinz Christian Strache (ver mapa de euroescepticismo). En Francia y Holanda ya se está hablando de referendos y no se puede descartar la subida de la marea. “El genio euroescéptico ha salido de la botella y no volverá a ella”, sentenció Farage.

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Lo más grave es que en 2017 se celebrarán elecciones en Francia, Alemania y Holanda, y en Italia se espera un plebiscito este otoño que podría llevar a la renuncia del primer ministro, Matteo Renzi. España lleva seis meses sin gobierno y los países del este, como Polonia, Hungría y Eslovaquia, irónicamente se están volviendo cada vez más hostiles a la UE -hasta el primer ministro checo habló de ‘czexit’ si el brexit triunfaba-. La canciller alemana, Angela Merkel, dijo que este era un “punto de inflexión” y no cabe duda de que podría ser el comienzo del fin de la UE, tras 60 años de avances en integración económica y política. Inevitablemente, la unión deberá hacer reformas inmediatas, si no quiere un efecto dominó que dinamite su influencia internacional. No le queda otra opción. Si la troika (el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea) no logra recuperar pronto su legitimidad, es muy posible que en pocos años no quede nada de la UE.

La ola antiinmigración

Luego de largos años de difícil recuperación económica tras la recesión de 2008, la crisis humanitaria siria presionó los ya exangües bolsillos europeos. A pocos kilómetros en el Mediterráneo y construida sobre las bases de los derechos humanos, la UE comenzó a recibir una inesperada ola de inmigrantes, que no solo hundió el dedo en la llaga de los recortes sociales, sino que aumentó el pánico al yihadismo. El conflicto en Siria estableció un clima político donde la inmigración es la base del debate -además de la razón de todos los males-. Y los atentados terroristas en París y Bruselas solo ayudaron a convulsionar aún más la situación.

Los partidarios del brexit pescaron en río revuelto y lograron su cometido con el discurso antiinmigrante. Le vendieron a la nación la utopía de que el Reino Unido es lo suficientemente fuerte para hacerle frente al terrorismo, el cibercrimen, la migración y la evasión de impuestos sin necesidad de cooperación internacional. Y es altamente probable que esta actitud sea replicada en los países vecinos. “¿Por qué el Reino Unido no debe recibir inmigrantes y nosotros sí?” será la pregunta que se harán los ciudadanos afectados por los bajonazos del euro. Los refugiados serán a la vez el chivo expiatorio y la plataforma de campaña de los populistas europeos, y es posible que recojan no solo el voto de ultraderecha, sino también el de centro.

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Putin en el mejor de los mundos

Con pitos y trompetas seguramente se recibió la noticia del brexit en el Kremlin. La UE es la principal rival de Rusia; ya le impuso varias sanciones económicas por la anexión de Crimea y es la enemiga número uno del imperialismo en Ucrania y en las antiguas repúblicas soviéticas. Por eso, nada le sirve tanto al presidente ruso, Vladimir Putin, como una Europa débil. Divide y reinarás. Mientras la UE lucha contra su hemorragia interna, Moscú podrá hacer de las suyas en el este, donde los eurófilos están en decaída. Esto sobre todo en un momento en el que parece que la democracia está en cuidados intensivos y el Estado de bienestar lejos de volver. El brexit es el empujón que el proyecto ruso necesitaba en tiempos de crisis de la Otan.

‘Knock out’ social

Pero los efectos de la salida del Reino Unido no se limitan al ámbito político. Aunque deberán pasar dos años para la negociación de las condiciones del brexit, estudiantes, trabajadores europeos y británicos residentes en la UE se verán directamente afectados. La mayor parte del voto joven le apostó al “remain”, con pancartas que pedían no ser la generación de la salida: “Don’t fuck with our future” (“no jodan nuestro futuro”), reclamaban. Por un lado, los jóvenes británicos pueden ser beneficiarios del programa Erasmus -que fomenta la movilidad estudiantil en países de la UE- y con el brexit podrían perder la posibilidad de recibir becas.

Por otro lado, a pesar de que el Reino Unido nunca hizo parte del espacio Schengen, el mercado único implicaba la libre circulación de bienes, personas y capitales, por lo cual tanto los británicos como el resto de los europeos podían buscar trabajo en cualquier país de la Unión. Y esto no solo afecta a las nuevas generaciones, sino también a los jubilados británicos, que tienden a irse hacia lugares con mejor clima, como el sur de España donde según el Instituto Nacional de Estadística residen más de 255.000 británicos. La incertidumbre crece en Europa y nadie sabe a ciencia cierta qué va a pasar.

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Autogol a la unidad

Cuatro décadas cultivando el excepcionalismo británico no fueron suficientes para permanecer en la Unión. A diferencia de las victorias espectaculares que predecían los sondeos, los votos por el “remain” en Escocia, Irlanda del Norte y Londres fueron pobres, con el 62, 55,8 y 59,9 por ciento respectivamente. Los europeístas no pudieron contener la marea eurófoba del sur de Inglaterra (ver mapa del Reino Unido), lo cual atentaría contra la unidad del Reino. La primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, afirmó que es “altamente probable” que se celebre otro referendo independentista en Escocia pues “afronta la perspectiva de ser sacada de la UE contra su voluntad” y consideró que “eso es democráticamente inaceptable”.

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Asimismo, aunque la primera ministra de Irlanda del Norte, Arlene Foster, sostuvo que no se convocará a un referendo sobre la unidad irlandesa, el líder del partido republicano Sinn Féinn, Martin McGuinness, insistió en que es momento de pensar en “nuestros propios intereses nacionales”. Esto es particularmente inquietante en un país que hace menos de 20 años firmó un proceso de paz y donde cualquier inestabilidad podría ser letal para el Acuerdo del Viernes Santo de 1998. La salida de la UE dibujaría nuevamente los límites geográficos y reactivaría los check points fronterizos, un tema espinoso para Belfast, la capital.

El brexit responde también a la idea de copiar el modelo de Noruega, que hace parte del mercado único pero no de la Unión, o de Suiza, que es miembro de la Asociación Europea de Libre Comercio y se beneficia de relaciones comerciales especiales sin hacer parte de la UE. Sin embargo, Europa podría reaccionar con mano dura a la salida del Reino Unido, para desincentivar las iniciativas euroescépticas en otros países. Por lo pronto, parece que fue peor el remedio que la enfermedad. Los argumentos del “leave” eran nacionalistas, de protección de la soberanía y fortaleza económica; pero los efectos inmediatos fueron nefastos.

El típico ni contigo ni sin ti de los británicos frente a la UE fue superado el jueves. On the bright side (del lado positivo), hay quienes piensan que esta podría ser la oportunidad para poner en marcha una mayor integración política europea, pero de cara al desastre, la visión parece idealista porque al menos a corto y mediano plazo el efecto será de choque. El Reino Unido pasó de tener “lo mejor de ambos mundos” con las excepciones de la UE, como decía Cameron en campaña por el “remain”, a tener poco y tal vez nada en el futuro. Es cierto que el Parlamento británico puede invalidar el referendo ya que no es vinculante, pero la dimisión de Cameron habla por sí sola. Con desinformación o no, los británicos decidieron y todo apunta a que la fuerza centrífuga será más fuerte que la centrípeta en Europa.