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BUSCANDO UN SALVADOR

Tres laboristas se disputan "el honor" de reemplazar a Michael Foot al frente de su partido

8 de agosto de 1983

Neil Kinnock, Roy Hattersley o Peter Shore serian, salvo sorpresas, los candidatos que los laboristas presentarían hasta el 15 de julio para que uno de ellos reemplace al líder de ese partido, Michael Foot. Dirigente del laborismo desde 1981, Foot había anunciado, el pasado 12 de junio, tres días después del triunfo electoral de Margareth Thatcher, su decisión de no solicitar un segundo mandato, en el congreso partidario que se llevará a cabo el 2 de octubre próximo en Brighton.
El favorito según las apuestas -tradicionales en Inglaterra- es Neil Kinnock. De origen obrero, orador de talento, cuenta con el apoyo de importantes sindicatos: transportadores, servicios públicos, ferrocarriles, y en particular del sector de los "cuellos blancos". Su edad, 41 años, así como su inexperiencia gubernamental, suscitan vivas controversias tanto al interior como al exterior de su partido. Su principal defecto, dicen los laboristas moderados, es no considerar la derrota del 9 de junio como una consecuencia directa de la linea politica "izquierdista" del laborismo durante estos últimos años. Hecho comprensible. El candidato a la dirección del partido es uno de los "próximos" de Michael Foot.
Roy Hattersley representa en cambio la corriente moderada del laborismo. Hijo de un ex sacerdote y de una hija de carbonero, Hattersley ha sido diputado de Birmingham y tiene 50 años. Es tambien un antiguo secretario del "Foreign Office" y conoce -por haber tenido altas responsabilidades- las carteras de Trabajo y Defensa. Es un experto en cuestiones europeas.
Peter Shore, por su parte, no goza de las mejores previsiones. Hijo de un capitán de la Marina, formado en la Universidad de Cambridge, diputado desde 1964, este candidato no obtendrá seguramente el apoyo de los sindicatos obreros en razón, asegura la prensa británica, de sus tesis económicas, calificadas "de derecha".
Sus 59 años y la fragilidad de su salud tampoco parecen ayudarlo en un momento en el que, para hacer frente a su crisis, el partido laborista podría optar por líderes de una nueva generación.
Como quiera que sea, los tres candidatos han prometido presentar y debatir sus tesis en un clima de tolerancia y de camaradería. ¿Innovación? No. Decisión de sentido común. Los laboristas saben que deben mejorar la imagen de división e incoherencia dada durante la campaña electoral y que les valió -con otros factores- su mayor derrota desde 1935.
Los amigos de Michael Foot (69 años) tampoco ignoran que la supervivencia del laborismo implica recuperar los cuatro millones de votos perdidos el 9 de junio -con respecto a 1979- y tratar de ampliar su base social hacia las clases medias, sin lo cual resulta ilusorio pensar volver al poder.
Por esto, los laboristas en su congreso, no podrán limitarse a elegir un nuevo líder sino que deberán decidir el futuro del laborismo y mostrar en qué medida su política responde hoy a las aspiraciones de la sociedad británica. La tarea parece urgente porque los laboristas deberán encarar sobre el mismo terreno a los social-demócratas y a los liberales que, como ellos, piensan precisamente en las clases medias y en los obreros calificados para aumentar su audiencia.
Por otra parte, porque cansados de verlos seguir "una política condenada", como dijera un dirigente sindical, algunos sindicatos podrían optar por reconsiderar las relaciones privilegiadas, hasta ahora, con los laboristas.
En fin, y sobre todo, porque el proyecto de ley que presentará próximamente el gobierno de la Thatcher podría crear serios problemas a la contabilidad y a la popularidad del partido laborista.
En efecto, los sindicalistas británicos financian, en un 90% este partido, gracias a una cotización deducida automáticamente de su aporte sindical.
En contrapartida, los sindicatos disponen del 40% del total de votos de la asamblea encargada de elegir a los responsables laboristas. Las federaciones de militantes poseen un 30% y el resto está en manos del grupo de diputados.
El proyecto de ley de Margareth Thatcher convertirá la cotización automática en facultativa. Una modificación semejante había sido efectuada por un gobierno conservador hace algunas décadas con un saldo negativo para los sindicatos que habían perdido cerca de un tercio de sus miembros.