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Bush repunta

A tres semanas de las elecciones el gobernador de Texas toma una ventaja que podría ser decisiva.

13 de noviembre de 2000

Cuando muy pocos lo esperaban el candidato republicano y gobernador de Texas, George W. Bush, revivió con fuerza la semana pasada. El segundo debate con el candidato demócrata, el vicepresidente Al Gore, le favoreció ampliamente. Sin embargo el sorpresivo triunfo del gobernador no aclaró el horizonte de la campaña cuando, además del tercer debate que tendrá lugar este martes en Saint Louis, Missouri, quedan más de tres semanas durante las cuales la balanza puede inclinarse para cualquier lado pues los candidatos se han mantenido en un empate técnico en las encuestas desde finales de septiembre.

Bush se mostró evidentemente optimista luego del debate del miércoles pues, a pesar de lo que muchos analistas pensaban, demostró su reciente preparación en un tema tan importante como la política exterior de Estados Unidos. Muchos norteamericanos recuerdan el episodio en que un periodista le preguntó al entonces precandidato Bush si sabía el nombre del primer ministro de la India y éste, al no saber la respuesta, le hizo la misma pregunta al periodista. El periodista, perplejo ante la ignorancia en política internacional del gobernador, le explicó que él no aspiraba a la presidencia de la primera potencia mundial. El debate del jueves se concentró significativamente en la política exterior y la redefinición del papel de Estados Unidos en el contexto internacional. Y en este campo Bush ha hecho grandes progresos. Nombró como candidato a vicepresidente a Dick Cheney, un ex secretario de Defensa de Ronald Reagan, que aportó un ingrediente de experiencia internacional y Bush pasó de ser visto como un conocedor de la política mundial. Y vinculó a la campaña al general retirado Colin Powell, quien fuera el primer hombre de color en ser jefe del estado mayor conjunto de Estados Unidos. El muy respetado Powell dijo que en el debate Bush “demostró su conocimiento de los temas de política exterior, su dominio de los hechos y de los temas inherentes a las diferentes regiones y eso sin lugar a dudas va a impresionar a muchos votantes”.

Bush, por otra parte, viene aplicando una fórmula que les funcionó a las maravillas a otros gobernadores relativamente desconocidos que llegaron a la Casa Blanca: Jimmy Carter, Reagan y el propio Bill Clinton. Se trata del argumento de no pertenecer a la clase política de Washington y de que la falta de experiencia a nivel federal es una ventaja por la renovación ideológica que implica. Y el ritmo de la contienda le favorece: el debate del martes tendrá un formato que le es mucho más favorable. Los candidatos contestarán preguntas de ciudadanos en una especie de cabildo abierto, un ambiente en el que Gore tiende a parecer rígido y distante.

Hasta ahora la campaña se había caracterizado por la importancia de los detalles de los planes propuestos por los dos candidatos. El principal desacuerdo entre los aspirantes ha sido en el tema presupuestal. Estados Unidos logró por primera vez en muchos años un superávit fiscal y las predicciones de los economistas apuntan a que dicho superávit se va a repetir en los próximos años. Los dos candidatos planean gastar el superávit de distinta manera. Bush cree que lo más importante es utilizar el dinero para bajar los impuestos. Gore cree, en cambio, que lo más importante es abonar el dinero para el pago de la deuda pública, la cual, según sus planes, se cancelaría completamente en el año 2012. Los dos planes apuntan a mantener la prosperidad que vive la economía estadounidense, sin embargo el economista David Dollar, del Banco Mundial, dijo a SEMANA que “la propuesta de Bush tendrá un efecto positivo en el consumo, no será más que un efecto de corto plazo en el crecimiento económico norteamericano, mientras que la propuesta del vicepresidente mejora las perspectivas de ahorro e inversión y por lo tanto tendría un efecto más profundo en el crecimiento a largo plazo de la primera economía mundial”.

El principal problema que enfrenta Al Gore a sólo tres semanas de las elecciones es el de su falta de credibilidad. A pesar de que los norteamericanos reconocen su superioridad en cuanto al conocimiento de la mayoría de los temas, su falta de carisma no permite que los electores lo vean como un candidato comprometido con los problemas y necesidades de la nación. Gore esperó ansioso los debates pues pensó que serían el escenario ideal para demostrar su superioridad en el manejo de los diversos temas, sin embargo el sorpresivo éxito de Bush tiene muy preocupados a los directivos de la campaña demócrata. Queda un último debate para cambiar esa tendencia, así como la oportunidad que representa la crisis en el Medio Oriente para que los candidatos demuestren su liderazgo y su capacidad de acción en tiempos de crisis. Pero sólo una cosa es cierta: nada es seguro en cuanto a quién será el próximo presidente de Estados Unidos.