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¿CAIDO EN UN POZO?

La detención de Wilson Ferreira es cada vez más una "papa caliente" para los militares.

6 de agosto de 1984

Levantaron el puente y el vapor comenzó a recorrer el Río de La Plata. Había cierto ambiente de euforia más que de tensión. A excepción de los periodistas casi todos los pasajeros eran hombres mayores de 40 años, miembros del Partido Nacional (Blanco). Muchos habían viajado esa mañana en avión de Uruguay a Buenos Aires, para luego tomar el barco de regreso. Así comenzaba la "operación retorno" de Wilson Ferreira Aldunate, el mayor líder uruguayo de oposición, tras 11 años de exilio. Esa noche del 15 de junio desde la cubierta, Wilson Ferreira, se esforzaba por expresarse luchando contra una aguda afonía que lo traicionaba cada vez que quería subir el tono de su discurso. Abajo, sobre el muelle, unas 500 personas, en su mayoría portando carteles del Frente Amplio -proscripta agrupación de izquierda liderada por Líber Seregni-, hacía lo posible por seguir los llamados de Ferreira a la unidad y a la movilización permanente del pueblo oriental "para sacarnos de encima esa dictadura que nos ensucia".
Ferreira y su hijo, Juan Raúl, sabían que serían detenidos al pisar el primer palmo de Montevideo. Para sus acompañantes el riesgo era menor. "A nosotros no creo que nos hagan nada", dijo a SEMANA un hacendado, partidario de Ferreira, a bordo del barco. El hecho de que representantes de sectores de la sociedad uruguaya que regularmente no manifiestan públicamente su posición política con actos de este estilo, se hayan animado a participar en este enfrentamiento simbólico contra la dictadura, muestra hasta qué punto el gobierno militar ha perdido su legitimidad al querer condicionar la democracia que surja de las elecciones programadas para el 25 de noviembre. "Quieren democracia para pasarnos a los políticos los problemas que ellos han creado, pero sin que tengamos todas las libertades que otorga el régimen democrático", dijo a esta reportera Gonzalo Aguirre, uno de los integrantes del directorio blanco, durante el viaje.
En el comedor, en la boite, en la cafetería, se veía reír, discutir, tomar y hasta cantar. El ambiente era tan tranquilo que algunos llegaron a apodar al barco en broma "El crucero del amor". Fue hasta la mañana siguiente cuando se acercaba un bote de la prefectura de la Marina uruguaya (se le había dado la orden al capitán del Ciudad de Mar del Plata de anclar), que la gente empezó a inquietarse, más por curiosidad que por miedo. Trascendió rápidamente que los oficiales que subieron a bordo venían a arrestar a Wilson y que éste, con su característico sentido del humor, los felicitó por "la acrobacia" y simplemente se negó a descender.
Después de consultas con el Prefecto General del puerto de Montevideo, que esperaba sonriente en el bote, y de una conversación privada de éste con Ferreira, se informó que el barco iría rumbo a Punta del Este, ya que las autoridades militares consideraban "incómoda" la presencia del líder oriental en Montevideo por los "disturbios que ésta pudiera causar". Pero por un cambio inesperado de órdenes desde tierra -atribuído luego a disidencias en el seno de la cúpula militar-, el buque se devolvió y en dos horas entró al desierto puerto de Montevideo. Poco después, cantando el himno con voces temblorosas, y haciendo especial énfasis en la estrofa que dice "tiranos temblad", los partidarios de Ferreira Aldunate lo despidieron mientras los oficiales que lo habían escoltado en el último tramo del viaje, lo conducían preso, junto con su hijo, hacia un helicóptero que lo llevaría al regimiento II de Artillería en la ciudad de Trinidad, 192 kilómetros al norte de Montevideo.
Los Ferreira fueron rápidamente procesados por la justicia militar. El padre, bajo los cargos de "ataque a la fuerza moral de las Fuerzas Armadas" y "asistencia a la asociación subversiva", ambos excarcelables, y por "actos capaces de exponer a la República al riesgo de represalias" y "atentado a la Constitución en el grado de conspiración", para los que se prevén penas hasta un máximo de 30 años de prisión. En el caso del hijo, el juez dictó un auto de procesamiento por "ataque moral a las FF. AA.".
No se sabe aún cuanto tiempo estará Ferreira Aldunate en la cárcel. Sin embargo, como había anticipado a SEMANA el candidato a vicepresidente del Partido Nacional, Carlos Julio Pereyra, el PN rompió el diálogo con los militares hasta que no se libere a su candidato a Presidente. "Negociar con nuestro líder preso sería indigno" dijo Pereyra a SEMANA a bordo del barco.
La multitudinaria manifestaciónque le dio la bienvenida -cerca de 200 mil personas-, que hasta el mismo ministro del Interior reconoció como un "acto de civismo" y el hecho de que no haya habido ni el más mínimo intento de reprimirla por parte de la dictadura, muestran claramente el creciente debilitamiento de ésta. Las precauciones extremas que tomó el gobierno militar demostraron su aprehensión con respecto a lo que podria desencadenarse a raíz de la detención de Ferreira y de su hijo. Así, por ejemplo, ante un barco de pasajeros desarmados, el régimen del Presidente Alvarez respondió con cinco buques de guerra que lo rodearon y siguieron en su trayectoria por aguas territoriales uruguayas; y, ante el llamado del PN a recibir a su líder en el puerto, el gobierno militar contestó con un comunicado de alerta a la población por radio, televisión y prensa desde dos días antes.
Existen rumores sobre divisiones entre los militares, sobre la posibilidad de que Ferreira tenga "amigos" entre éstos, sobre un golpe por parte de las facciones más moderadas. Nadie puede confirmar su autenticidad. Pero lo que sí se puede afirmar con certeza, es que el retorno de Ferreira Aldunate ha marcado el principio del fin de la dictadura en Uruguay.