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CALMA CHICHA

La violencia se cierne sobre Lituania, donde no se sabe quien disparara primero.

23 de abril de 1990

Mientras los lituanos dice blanco, los soviéticos dicel negro. Pero a pesar de la total divergencia en relación con la independencia de Lituania, ninguno de los dos bandos quiere una confrontación directa. La batalla, por ahora, se libra a nivel de las relaciones públicas, las declaraciones y los comunicados, en los que cada cual trata de presentar su cara más amable, civilizado y pacifista.

Pero a medida que pasan las horas y la extraña situación entre la URSS y Lituania permanece estancada, los temores de un derramamiento de sangre crecen entre los observadores.
Todo parece indicar que lituanos y soviéticos se encaminan, de frente y con los ojos cerrados, hacia el fonda de un callejón sin salida.

La situación actual se remonta a septiembre del año pasado, cuando el parlamento lituano declaró "no válida" la anexión de su país por la Unión Soviética. Esa medida, que entonces no levantó más que unas cuantas cejas, fue seguida por una constante agitación independentista que llegó a su clímax el domingo anterior cuando un nuevo parlamento lituano declaró, pura y simplemente, la independencia del país del gigante soviético. De entonces para acá, todo son sonrisas, amenazas veladas y palmaditas en el hombro, pero la tensión aumenta. El Congreso de los Diputados del Pueblo de la URSS, tras un agitado y emocional debate llamó traidores a los promotores de la separación, y rechazó por votación mayoritaria la decisión lituana, a tiempo que declaraba que esa medida era ilegal y por lo tanto no tenía ninguna validez. La redacción final del documento parlamentario resultó mucho menos fuerte que lo que pretendían algunos, algo que se atribuye a los buenos oficios del propio presidente soviético Mijail Gorbachov.

Esa resolución fue seguida cuatro días más tarde por una orden ejecutiva del gobierno del Kremlin, en la cual Gorbachov previno a los lituanos contra la toma de las medidas anunciadas por estos en desarrollo de su declaración de independencia, entre las cuales están la creación de su propia moneda, la erección de puestos fronterizos y la toma de empresas industriales regidas por Moscú.

Esa advertencia, que no especificó qué medidas se tomarían en caso de desobediencia de los lituanos, se expidió en medio de una serie de maniobras sicológicas de parte y parte.
Por una parte, más de 30 mil soldados soviéticos realizaron maniobras en territorio lituano, y por la otra, el gobierno del presidente Vytautas Landsbergis mantuvo, sin inmutarse que-los contactos con Moscú deberían hacerse a nivel bilateral, como corresponde a las negociaciones entre estados soberanos.

La declaración del gobierno soviético sobre el problema lituano se produjo un día después que Landsbergis enviara una carta a Gorbachov en la que respondía la condena de parlamento soviético a la declaración de independencia. En su comunicación, Landsbergis afirmó que "la resolución no tiene fundamento legal alguno en su país" y repitió que lo intereses legales de la URSS en territorio lituano serían debidamente definidos mediante negociaciones y "recibirían cuidadosa consideración" por parte de la República de Lituania.

El texto de la orden de Gorbachov, una vez leído por la televisión, no dejó muchas dudas: como la declaración de independencia es "no válida", cualquier medida en el sentido de cambiar el status de las empresas introducir nuevas monedas, etc., es contraria a la ley soviética. Como según el documento, las empresas, instalaciones y proyectos localizados en Lituania son propiedad de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, todas las autoridades del país, del orden local y federal, recibieron órdenes precisas para abstenerse de entrar en cualquier clase de negociaciones sobre el traspaso administrativo de esas propiedades. Y mientras se ordenaba "intensificar radicalmente" la vigilancia y protección de las instalaciones estratégicas, como las plantas nucleares y ciertas fábricas, la KGB, el Ministerio del Interior y el Ejército Rojo recibieron instrucciones específicas para evitar la instalación de puestos fronterizos.

En esas condiciones, la tensión aumenta. Mientras los funcionarios separatistas convocan a los lituanos a unirse al "Sistema de defensa territorial" los rusos étnicos (que ya han realizado multitudinarias manifestaciones televisadas contra la separación) responden con su propio llamado a formar comités de vigilancia. Y a pesar de la advertencia del lunes, el gobierno lituano continuó con su proceso legislativo y tomó las medidas necesarias para organizar los hitos fronterizos.

Pero lo que más preocupa a los observadores es que cada líder, desde su punto de vista, tiene posiciones poco susceptibles de negociación. Landsbergis no puede ofrecer a su pueblo nada que sea menos que la independencia soberana. Y Gorbachov no puede, al menos aparentemente, convertirse en el líder que permitió la disolución de su país, sobre todo ante la amenaza de que Letonia, Estonia, Georgia y Azerbaiján, entre otras, sigan la desbandada. Pero pocos dudan de que esta sea una situación que, de no detenerse a tiempo, podría llevar a que la revolución lituana, hasta ahora tan civilizada, se convierta en un baño de sangre, como todas las revoluciones.-




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