Home

Mundo

Artículo

CALMA CHICHA

En medio de una escalada de violencia, la Junta de gobierno no logra estabilizar al país.

7 de septiembre de 1987

En Haití el júbilo por la caída del Nené Doc, hace año y medio, parece que fue flor de un día. Treinta años de dictadura dejaron graves secuelas y uno de los niveles de vida más bajos del mundo. El país hoy está sumido en el caos, en medio de manifestaciones de protesta contra la Junta de Gobierno presidida por el general Namphy y sacudido por la violencia política y social. El último acto fue el asesinato a machete del dirigente centrista Eugene Athis, quien fue masacrado junto con dos de sus seguidores, frente a su casa en el pueblo de Leogane, por una turba enfurecida que luego inicineró los cadáveres.
El episodio no es más que un eslabón en la ya larga cadena de actos de violencia extrema que se han extendido por todo el territorio haitiano en los últimos meses. Las condiciones de miseria que rodean la vida del país, en donde el 60% de la población se encuentra desempleada, y en donde quien pierde su trabajo muy pronto comienza a pasar hambre, constituyen caldo de cultivo para los actos más salvajes. A esto se suma la frustración que sienten los haitianos por los pobres resultados del gobierno "provisional" que asumió el poder luego de la caída de Duvalier.

PAIS TROPICAL
Haití es un país de paradojas. A pesar de ser uno de los primeros en América en conseguir la independencia en 1804, hoy es el más atrasado del área. A partir de los años iniciales del presente siglo su situación fue degradándose progresivamente, en especial a partir de julio de 1915, cuando los marines norteamericanos desembarcaron en la isla -en aplicación de la doctrina Monroe- supuestamente para protegerla de amenazas extracontinentales. La ocupación duró hasta 1934, pero Estados Unidos ejerció un control fiscal directo hasta 1941 e indirecto hasta 1947. La economía, ya de por sí débil, acabó por derrumbarse. Tras varios presidentes, el médico Francois Duvalier llegó al poder por elección popular el 22 de septiembre de 1957, en lo que algunos consideran su último acto democrático. Armado de su fama de brujo vudú, sometió al país a una de las dictaduras más brutales, dictadura que heredó su hijo Jean Claude en 1971.
La caida del dictador Jean Claude Duvalier en 1986, creó toda clase de expectativas en una población que no podía ya más. Pero la composición del Consejo Nacional de Gobierno que asumió el poder, incluía figuras vinculadas a la dictadura, lo cual produjo tensiones y disturbios ante lo que muchos vieron como el advenimiento del "Duvalierismo sin Duvalier". Tras mucho tire y afloje, el Consejo quedó integrado por tres personas, el presidente, general Henri Namphy, el brigadier Williams Regala y el civil Luc Hector. Sin embargo, faltaba lo peor. A pesar de haber proclamado a los cuatro vientos su intención de hacer un gobierno de transición, la Junta tomó el 22 de junio pasado una medida que prendió un incendio que aún no logra controlar. La Constitución Nacional aprobada recientemente con el voto del 99% de los haitianos había creado el Consejo Electoral, para que presidiera los comicios prometidos; la Junta cometió el error de disolverlo y anunciar que asumiría el control de las elecciones. Las protestas no se hicieron esperar: ya no solamente se pedia la derogatoria de la medida, sino la renuncia de la Junta gobernante. Aunque la medida fue reservada apresuradamente, el daño ya estaba hecho.
Desde entonces, la espiral de violencia ha crecido en forma sostenida.Estados Unidos comenzó a hacerse sentir, preocupado tal vez por prestar su apoyo a la gente equivocada y alarmado por la influencia de Fidel Castro, que se hace cada vez más palpable entre los revoltosos, pero principalmente entre los estudiantes, considerados una élite en un país con el 77% de analfabetismo. La violencia no sólo ha sido en contra del gobierno, sino entre los mismos ciudadanos. Ese fue el caso ocurrido hace dos semanas en la población de Jean Rabel, cuando un grupo de campesinos desposeídos en los años de Duvalier, marcharon sobre las propiedades que reclaman con el apoyo de misioneros norteamericanos, y fueron repelidos violentamente por otros campesinos que defendían su condición de aparceros de las haciendas y que, por lo tanto, peleaban también por su supervivencia. El episodio que dejó más de cuatrocientos muertos, impresionó por su extrema violencia, pues fueron decapitados y desmembrados muchos de los cadáveres.
A pesar de que en los últimos días la situación parece estar bajo control las raíces del caos y la violencia son tan profundas que lo que se experimenta es una calma chicha.