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CAMBIO DE FASE

Bush duplica el número de soldados y pasa a la ofensiva. Pero la opinión y el Congreso cuestionan sus motivos.

17 de diciembre de 1990

El presidente norteamericano George Bush ordenó la semana pasada el envío de 150 mil soldados más a Arabia Saudita, con lo que el total llegaría a 400 mil hacia enero próximo, se señaló un momento decisivo de la política de Estados Unidos en la crisis del golfo Pérsico. Ese contingente, a los ojos de los observadores, ya no reviste las caracteristicas de una fuerza defensiva, sino eminentemente atacante. Los tambores de guerra volvieron a sonar, esta vez con más fuerza que nunca.
Según los voceros presidenciales, la medida se basó en la premisa de que sólo la amenaza de una guerra a corto plazo podría sacar a las fuerzas iraquíes del presidente Saddam Hussein del invadido Kuwait. Bush decidió enviar un mensaje claro a su enemigo: Vamos a ir a la guerra, y ustedes van a perderla.
Pero el mensaje también implicaba la esperanza de Bush de que Hussein, por fin, aceptara la superioridad nuclear de las fuerzas aliadas contra él, y abandonara por las buenas a Kuwait.
Por otro lado, se afirmó en medios de la Casa Blanca que la medida se motivó en la necesidad de llegar a una resolución pronta del problema iraqui. Esa prisa provendria de la precaria situación de los soldados norteamericanos en Arabia Saudita. Alli, su presencia prolongada podria convenirles en el blanco de la actividad politica de los nacionalistas árabes y, de paso, desestabilizar al pais.

El presidente norteamericano pareció enviar otro mensaje muy claro: que su gobierno ya no cree en la efectividad de las sanciones económicas contra Irak, y que el pueblo estadounidense debe prepararse para una guerra inminente.
La medida, sin embargo, tuvo el efecto de disminuir aún más el apoyo popular a la movilización, que parece menguar a medida que las acciones militares se acercan. Por otra parte, se desató un debate nacional, en el que algunos miembros influyentes del Congreso se manifestaron en contra de la posición cada vez más belicista del presidente. Los senadores Sam Nunn, -presidente de la comisión del Comité de Servicios Armados y Patrick Moynihan, ambos demócratas, y Richard. Lugar, republicano, dejaron sentir su desacuerdo con la insistencia de Bush en manejar unilateralmente el asunto, y el último de ellos propuso que se citara una sesión especial del Congreso para debatir el punto y, en cumplimiento del precepto constitucional, declarar o no la guerra a Irak.
Nunn dijo que "pienso que el presidente tiene una verdadera obligación de explicar porqué liberar a Kuwait es de interés vital para nosotros un interés tan importante que estamos dispuestos a entregar miles de vidas norteamericanas si es necesario". Nunn y el disidente de la comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Clairborne Pell, también se preguntaron porqué el presidente no parecía dispuesto a darle más tiempo a las sanciones económicas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) contra Bagdad.

A pesar del creciente clamor entre los congresistas por la convocatoria de la sesión especial, Bush pareció desechar la idea. Así lo informó el portavoz Marlis Fitzwater, quien afirmó que convocar el Congreso "presupone una acción militar que esperamos no ocurra". La Casa Blanca esperaba de esa manera convencer a los congresistas y al público de que la escalada de la presencia militar no significaba una guerra inminente. Pero para muchos críticos, la actitud del presidente no contestó todas las preguntas.
Dos días más tarde, el 14 de noviembre, Bush se reunió con un grupo de líderes parlamentarios. A las críticas de quienes le acusaron de usurpar la facultad congresional de declarar la guerra y enviar tropas a combatir en el exterior, Bush respondió a su manera.
Por un lado, dijo que la decisión de aumentar las fuerzas no era una declaración de guerra, y que no se había cruzado ningún Rubicón del que no se pudiera regresar. Y sacando un ejemplar de la Constitución del bolsillo de su chaqueta, dijo que entendía lo que allí decía sobre las facultades del congreso. "Pero", continuó, "aqui dice también que yo soy el comandante en jefe". Y como para contraatacar, mostró unos papeles que le entregó su asesor nacional de seguridad, Brent Scowcroft. "Aquí", agregó, "están las traducciones de los artículos aparecidos en la prensa iraquí y que contienen las declaraciones de los senadores Moynihan y Lugar".
El presidente les dijo a los congresistas que ese tipo de declaraciones podría llevar a Saddam el mensaje de que en Estados Unidos existen figuras en la voluntad contra Irak.

Para muchos, sin embargo, tratar de esconder esas figuras sería como tapar el sol con las manos. Los periódicos norteamericanos aparecieron la semana pasada llenos de artículos de opinión en los que se planteaban múltiples preguntas que, en el sentir de los comentaristas, tendrían que ser respondidas por el ejecutivo, antes de iniciar una guerra de consecuencias imprevisibles.
Esas preguntas no carecían de fondo: -¿La amenaza de guerra inmediata contra Hussein es la aplicación de una terapia de choque contra Hussein? ¿O más bien es el reflejo de la desconfianza en la solidez de la coalición internacional contra la invasión de Kuwait?
-¿Que ganará Estados Unidos a cambio del sacrificio de miles de vidas? Una pregunta que, tras la desaparición de la amenaza contra Arabia Saudita, se tradujo en cuántas vidas está dispuesto Estados Unidos a sacrificar por recuperar unas fronteras kuwaitíes inventadas por el Foreign Office británico en los años 20.
-¿Qué recibirá el país a cambio de arriesgar la economía del mundo? Se apunta que si los precios del petróleo se han aumentado en un 35%, y el índice industrial Dow Jones ha caído en 500 puntos, no ha sido por acción de Hussein sino por consecuencia del bloqueo.
Pero si estalla la guerra, y los pozos de la región se destruyen, se estaría ante una catástrofe de grandes dimensiones.
-Si el problema contra Saddam es moral, ¿ello significa que Estados Unida acabaría a China por la invasión de Tibet, o a Turquía por su ataque contra los kurdos, o a Indonesia por su violenta invasión de Timor Oriental, o a Turquía por su dominación sobre parte de Chipre, o a Israel por su ocupación de la franja de Gaza?
-Si el asunto es contra los paises fuertemente armados y poco confiables, ¿está Bush dispuesto a pelear contra Pakistán, India, Israel o Suráfrica? ¿los norteamericanos tendrían que convertirse en la policía internacional?
-¿En que queda la imagen del país cuando resuelve dar la pelea por los demás y luego pasar la cuenta, como cualquier ejercito de mercenarios?
-¿Que pasó con el articulo 1, sección 8 de la Constitución de los Estados Unidos, que establece que es el Congreso el que debe declarar la guerra?
Sin embargo, el ejecutivo no sólo no ha contestado esas preguntas, sino que la única que ha tratado de explicar, esto es, el objetivo político de la presencia norteamericana en el golfo, ha resultado incongruente. Al comienzo, Bush dijo que "Nuestros trabajos, nuestra forma de vida, nuestra libertad y la libertad de nuestros paises amigos están en peligro si el control de las grandes reservas petroleras caen en las manos de Hussein".
Pero más tarde el gobierno no sólo ignoró sino rechazó esa idea de una nueva guerra por motivos económicos, Bush regresó entonces a la vieja retórica de la defensa de la libertad. "La guerra no es por el petróleo", dijo, "la guerra es contra la agresión cruda, que no aceptaremos". Y el jueves pasado, mientras anunciaba la escalada de fuerzas, dijo que el petróleo tenía algo que ver, pero no era lo esencial.

Saddam Hussein destituyó, entre tanto, a su jefe de estado mayor, el general Nazar Khazraggi, en una medida que podría resultar crucial. Al respecto se barajan dos hipótesis: que el general estuviera presionando el estallido antes de que las potencias occidentales terminaran sus preparativos, o que Saddam hubiera encontrado errores en la estrategia diseñada por el general. Pero sea lo que fuere, la destitución pareció demostrar la existencia de figuras y, por lo menos, nerviosismo en el alto mando iraquí tras tres meses de crisis.
Mientras el secretario de Estado James Baker viajaba a la región para visitar las tropas y asegurar el respaldo de sus aliados en la región, Bush anunciaba que pasaría el día de Acción de Gracias con sus muchachos en Arabia Saudita.
El lanzamiento de unas maniobras llamadas "Trueno Inminente", elevaban la temperatura. Y se esperaba la visita de Baker a los países miembros del Consejo de Seguridad -entre ellos Colombia para procurar que el organismo autorizara la acción militar contra Irak. Suenan tambores.