Home

Mundo

Artículo

CARACAS FUE TESTIGO

Populismo para afuera y realismo para adentro marcaron los planteamientos del nuevo presidente venezolano Carlos Andrés Pérez.

6 de marzo de 1989

Quienes asistieron afirman que en la región caribeña, lo único más fastuoso que la posesión presidencial de Carlos Andrés Pérez fueron los funerales de la Mama Grande, y eso porque la imaginación de Gabo puso al Sumo Pontifice en persona, en medio del cortejo. La comparación que se oyó en un pasillo del hotel Hilton de Caracas, fue hecha por alguien que se encontró, de manos a boca, con Fidel Castro conversando como viejos amigos con Virgilio Barco y Mario Soares mientras, cerca del sitio, Rodrigo Borja y Daniel Ortega esperaban el ascensor.

La concentración de jefes de Estado y de gobierno, comenzó desde el día anterior a la posesión, hasta llegar al número de 27 estadistas, que representaban, desde las grandes potencias como el vicepresidente norteamericano Dan Quayle, hasta países de tamaño insignificante como las islas Fiji, pasando por España, Brasil y Colombia. Los únicos presidentes latinoamericanos que faltaron a la cita fueron los de México y Argentina, afectados en sus respectivos países por delicadas situaciones de orden público. Pero en cualquier caso, los primeros comentarios que suscitó semejante despliegue, se refirieron al gran prestigio que tiene Carlos Andrés Pérez en el concierto internacional, no sólo por la amplitud y frecuencia con que se dedicó a viajar en los años posteriores a su primer periodo presidencial, sino por las banderas que ha defendido en todos los foros, principalmente la de la unidad latinoamericana y la de la deuda externa tercermundista. Según algunos, fue más el prestigio personal del personaje que el carácter de su investidura lo que congregó a un número tan grande de representantes extranjeros.
Lo que nadie duda es que el nuevo presidente de Venezuela quería celebrar su segundo triunfo electoral con todo el fasto posible, y prueba de ello es que, por primera vez, la ceremonia de posesión se llevó a cabo en el impresionante complejo cultural "Teresa Carreño", que permitia un aforo de 2.300 personas, muy superior al del tradicional Capitolio.

Para dar mayor realce a la ocasión, se programó a instancias del presidente Pérez, una especie de seminario jornada titulado "América Latina en el umbral del siglo 1", que le dió realce a la presencia en Caracas del ex presidente norteamericano Jimmy Carter, uno de los expositores principales, junto con el propio Pérez y el presidente del gobierno español, Felipe González. El acto sirvió, además, para que quienes no se hubieran enterado de la actitud mesiánica del nuevo mandatario venezolano en el campo internacional, quedaran bien convencidos de que en Carlos Andrés, la idea de la patria de Bolívar aparece una y otra vez.

Esa fue, por otra parte, una de las caracteristicas que tuvo el discurso que Pérez pronunció en el acto de su posesión, en el que los observadores notaron dos tendencias bien definidas. Mientras en los tópicos de carácter internacional el tono fue agresivo y hasta populista, en lo nacional la actitud del nuevo presidente resultó realista, pragmática y prudente.

En el punto central de su tema internacionalista, Pérez se refirió a la problemática de la deuda externa, para cuya solución condenó las aproximaciones individuales, que han representado "un grave costo social y económico a nuestro continente. Cada país ha terminado solo, enfrentando u un formidable cartel de acreedores que ha hecho prevalecer sus esquemas y sus intereses". Dijo además que "no se puede hipotecur el porvenir de nuestros pueblos, de nuestras patrias, por pagar una onerosa deuda en condiciones insostenibles". Y en una frase profética, manifestó que "el tiempo está maduro para definiciones políticas que resuelvan enforma permanente el problema de la deuda". Para completar el panorama, afirmó que "la capacidad de los países de la región para asimilar diferencias y robustecer los puntos de encuentro permitirá hacer realidad el viejo sueno de América Latina de unirse en la gran patria latinoamericana que ambicionó Simón Bolívar". Y en concreto, planteó una solución que sonó revolucionaria: propuso la creación de una agencia multinacional que aproveche la tendencia a comprar con descuento la deuda de los países, para poder reorganizar el pago en condiciones favorables.

Si el tono resultó altisonante en materia internacional, la vieja tendencia populista de Carlos Andrés Pérez no apareció por ninguna parte cuando abocó el problema de la crisis económica que atraviesa su país, y que entre otras cosas, fue la piedra de toque de las criticas que la oposición dejó sentir en cuanto al gran costo de la ceremonia de posesión. Al reconocer que su país atraviesa un periodo de estancamiento del desarrollo, Pérez afirmó que "1989 será un año de reformas, de profundización y apertura del sistema y de su consolidación, mediante una participación más dinámica y más activa de las comunidades venezolanas". En un giro sorpresivo por sus antecedentes, afirmó que "al Estado hay que despojarlo de innumerables cargas. La primera de ellas la de ser benefactor poco responsable que crea y genera hábitos negativos en la sociedad". A cambio de esa participación excesiva del Estado, propuso un programa concertado, en el que las severas restricciones harán que buena parte de la carga descanse sobre los hombros de los ciudadanos. Fue esta la parte del discurso que propició los comentarios más positivos, puesto que representa, en opinión de los observadores, una aproximación realista y valerosa a la problemática económica venezolana. Pocos esperaban que, dado el temperamento de Pérez, el discurso inaugural fuera a tener más noticias malas y regulares que un optimismo desbordante. Como dijo un periodista argentino destacado para cubrir el evento: "Aun en condiciones ideales, son pocos los mandatarios que se juegan de esa forma la luna de miel con sus electores".

Pasada la euforia de la posesión, lo que siguió fue una serie de encuentros entre mandatarios, que permitió que, una reunión mañanera realizada a menos de 24 horas de la ceremonia una declaración conjunta de Barco y Pérez pareciera confirmar que las palabras del último, sobre integración y acercamiento latinoamericano, van en serio. Quienes habían predicho que Venezuela denunciaria el Tratado de 1939, que establece, en opinión de Colombia, los mecanismos necesarios para la resolución del conflicto, se vieron sorprendidos cuando el acuerdo no sólo lo revivió, sino que abrió la posibilidad cercana de que la comisión de conciliación prevista en ese instrumento, se integre de acuerdo con las consultas mutuas que se adelantarán.

Al regreso del presidente Barco a Colombia, no se hicieron esperar las criticas que apuntaron a lo vago de los acuerdos y a la inexistencia de plazos para la consecución de objetivos concretos. Pero, mirado en el contexto del estancamiento de las negociaciones colombo-venezolanas, para muchos resulto indudable que un principio, por débil que sea, es mejor que nada y que el viaje del presidente Barco a la posesión de su homólogo venezolano, resultó mucho más fructífero de lo que casi nadie hubiera previsto. -