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A CAVALLO VAMOS P'AL MONTE

Con la salida de Domingo Cavallo del gobierno argentino Carlos Menem se sacó una piedra del zapato.

2 de septiembre de 1996

Hace lo que querás pero no me sigás amenazando con tu renuncia". Con estas palabras del presidente argentino Carlos Menem quedó echada la suerte de su ministro estrella Domingo Cavallo. Luego de cinco años de estar al frente de la cartera de Economía había llegado el momento de marcharse.La salida de Domingo Cavallo acaparó los titulares de la prensa mundial y se robó la atención de los corredores de bolsa del orbe. La relevancia dada al suceso no fue un hecho casual: Cavallo, como gestor del Plan de Convertibilidad que permitió a Argentina lograr una estabilidad monetaria, era considerado por muchos fundamental para la buena salud de la economía del país austral.Pero esta vez, a diferencia de las innumerables oportunidades en que se rumoró su salida, no hubo pánico bursátil. El viernes 26 de julio, una vez la noticia del retiro de Cavallo fue confirmada, los mercados reaccionaron con escepticismo. Sólo fue hasta el lunes siguiente cuando los inversionistas pudieron confirmar que las repercusiones de la salida del superministro habían sido mínimas: el peso recuperó en pocas horas su paridad con el dólar, las acciones argentinas que se transan en los mercados internacionales lograron ligeros repuntes y los bonos de deuda pública alcanzaron mejores cotizaciones.Los mercados conservaron la calma porque en el último año las apuestas alrededor de Cavallo habían cambiado. Las cosas no fueron iguales a lo sucedido en agosto de 1995, cuando el ministro acusó públicamente a uno de los mejores amigos de Menem de corrupción y éste tuvo que quedarse callado porque la banca multilateral le exigió continuidad en la cartera de Economía. Tampoco pasó lo de marzo último, cuando el presidente intentó minar el poder de Cavallo al despedir a dos de sus más cercanos colaboradores y tuvo que capitular por la reacción de los mercados internacionales. En esta oportunidad Cavallo no sólo había dejado de ser indispensable sino que se había convertido en un estorbo, tanto que a Menem le convenía más que se fuera.La popularidad nacional de Cavallo estaba por el suelo: un sondeo realizado en el gran Buenos Aires a mediados de julio demostró que más del 56 por ciento de la población consideraba necesaria su renuncia. Esa encuesta se realizó para medir el impacto de un proyecto ministerial que pretendía acabar con los subsidios estatales a los sectores más pobres de la población.La medida fiscal no sólo fue rechazada por la opinión pública, sino que al mismo Partido Justicialista no le tembló la mano para vetarla en el Congreso. En la actitud de los legisladores no sólo se puede explicar en términos populistas, en ella también había deseos de revancha: a juicio de los analistas el partido de gobierno le estaba cobrando a Cavallo la derrota en las elecciones de burgomaestres. El justicialismo habría perdido la alcaldía de Buenos Aires por los severos ajustes económicos que han paralizado la inversión y elevado el desempleo a niveles superiores al 17 por ciento.Entonces, cuando Carlos Menem le aceptó la renuncia a Cavallo, lo único que hizo fue sacarse una piedra del zapato para tratar de lavar su imagen personal y recuperarse del desgaste que le ha acarreado sus siete años en el poder.Pero aun con la salida de Cavallo el presidente no ha logrado espantar los problemas fiscales. Tarde o temprano tendrá que darle su bendición al recorte social, pues esa es la única manera que el mandatario tiene para cumplir con los compromisos en materia de déficit fiscal que suscribió con el Fondo Monetario Internacional para renegociar su endeudamiento externo. De esa situación está consciente el nuevo ministro Roque Fernández, un tecnócrata de bajo perfil que hasta hace un par de semanas era presidente del Banco Central.Lo más curioso de toda esta situación es que tal vez Cavallo salga mejor librado de ella que el mismo Menem: si la economía argentina se va al piso, el superministro era indispensable; y si sale adelante, su obra estaba lo suficientemente madura para sobrevivir sin él. Hay que ver si al ex ministro su suerte le alcanza hasta las elecciones de 1999