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A la caza de los indecisos

La verdadera competencia por la presidencia se realiza en los estados 'swing', aquellos que no son republicanos ni demócratas. Bush pierde puntos en ese terreno.

10 de octubre de 2004

En Estados Unidos no hay una elección nacional sino 50 elecciones estatales. En cada una, la mayoría simple de votantes escoge a los electores que representarán a su estado ante un Colegio Electoral cuya misión es ratificar la decisión de las urnas. Estas no son elecciones proporcionales: si la mayoría de votos en un estado son demócratas, todos los delegados del estado que van al Colegio Electoral son demócratas, si son republicanos, todos los delegados son republicanos.

El sistema, diseñado hace más de dos siglos, ha conducido a situaciones como la de 2000, cuando Al Gore superó a George W. Bush por más de 500.000 votos en el país, pero perdió en el Colegio Electoral gracias a los 538 votos que le faltaron en Florida.

Esta mecánica electoral y las matemáticas que la explican hacen que para efectos de la estrategia electoral haya dos clases de estados: los que tienen un resultado completamente previsible a favor de uno u otro de los partidos, y los llamados swing states o estados oscilantes, en donde las opiniones están tan divididas que el ganador de los votos electorales podría ser cualquiera de los candidatos. En ellos está realmente la decisión de quién será el próximo presidente de Estados Unidos, lo que explica que cada candidato deba escoger cuidadosamente la estrategia. Para ganar las elecciones, un candidato necesita la mitad más uno de todos los votos electorales del país, esto es, 270 de 538. En 2000, George Bush triunfó en 30 estados, 20 de los cuales se consideran sólidamente republicanos en el sur y en el medio oeste. Para ganar, Kerry necesita los 20 estados que ganó Gore en 2000, más el Distrito de Columbia, y quitarle por lo menos 10 de los votos electorales que recibió Bush hace cuatro años.

Antes del 30 de septiembre esto se consideraba poco posible, pero el primer debate cambió los cálculos. Un ejemplo es Missouri, uno de los estados más representativos del país que, con una sola excepción desde 1904, ha sido ganado por los candidatos elegidos a la presidencia; no por casualidad fue escenario del segundo debate. A juzgar por la inversión publicitaria, la campaña de Kerry lo había dado por perdido después de que una encuesta realizada posterior a la convención republicana le dio a Bush 14 puntos de ventaja. En octubre, sin embargo, las encuestas mostraban un empate estadístico entre los candidatos en el estado.

Algo similar ocurrió en otros estados que, dependiendo de quién haga las encuestas, pueden ser entre 15 y 22. Entre ellos se encuentran varios de los que votaron por Bush en 2000: Florida, Ohio, Nevada, West Virginia, New Hampshire, Virginia, Colorado, Louisiana, Arkansas y Carolina del Norte; este último, el estado nativo de John Edwards. En disputa también se encuentran Arizona, Arkansas, Colorado, Iowa, Michigan, Minnesota, New Mexico, Oregon, Pensilvania, Tennessee, Washington y Wisconsin. En total son 219 votos electorales, cada uno de los cuales, como se demostró en Florida, podría determinar el resultado.

Esas matemáticas electorales preocupan a Bush. Además de que su ventaja en las encuestas se esfumó prácticamente de la noche a la mañana, el actual Presidente de Estados Unidos ahora ha tenido que vérselas con una racha de malas noticias en la misma semana y en el mismo día en que tiene que enfrentar por segunda vez a John Kerry ante las cámaras de televisión.

Si antes quedaban dudas sobre las armas de destrucción masiva que se usaron como excusa para invadir a Irak, el reporte de Charles A. Duelfer, el inspector de armas de Estados Unidos, se encargó de disiparlas. Su conclusión, después de muchos meses, fue que las sanciones impuestas por la ONU después de 1991 habían dado como resultado la eliminación de estas armas y que no se había encontrado evidencia de que existieran "esfuerzos concertados para revivir el programa". El reporte dejó a Bush y a Cheney tratando de acomodar las conclusiones para que las "aspiraciones de Hussein de desarrollar armas nucleares" y su intención de construir armas químicas y biológicas después de que fueran levantadas las sanciones contra Irak sirvieran para justificar la invasión.

Días antes, Paul Bremer, el arquitecto de la 'transición' en Irak después de la invasión, dijo que las tropas que se habían enviado habían sido insuficientes, lo cual condujo a la descomposición generalizada ocurrida después de la derrota de Hussein. Las afirmaciones se produjeron después de un reporte de la CIA que puso en duda que el terrorista jordano Abu Musab al Zarqawi, relacionado con Al Qaeda, tuviera relaciones en Irak con Saddam Hussein desde antes de la invasión, un argumento repetido por la administración, especialmente por el vicepresidente Cheney. Ya la CIA había desmentido también las pretensiones de que Irak estaría estabilizado en poco tiempo, lo que tanto han proclamado Bush y Cheney en sus discursos electorales.

Como si todo esto fuera poco, el Departamento del Trabajo dio a conocer las últimas cifras sobre empleo en el país. A pesar de que se agregaron 96.000 nuevas plazas en septiembre, fueron menos de las que se esperaban. La tasa de desempleo de 5,4 por ciento siguió igual. Esto deja a Bush con la dudosa distinción de ser el único presidente desde Herbert Hoover en presidir sobre la reducción de cerca de 600.000 empleos netos durante su administración.

Todos estos puntos han sido y serán recalcados por Kerry y Edwards durante lo que resta de la campaña. Y con una audiencia cautiva de decenas de millones de personas para el debate que resta, Bush ya no puede darse el lujo de definir a Kerry con etiquetas que cada vez suenan más huecas. Los resultados de los debates (ver recuadro), el penúltimo de los cuales se realizaba al cierre de esta edición, serán definitivos.