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V E N E Z U E L A

Chávez y el mundo

Los intentos del presidente venezolano por convertirse en un líder internacional producen tantas críticas como alabanzas.

16 de octubre de 2000

No se trata solamente de las difíciles relaciones actuales con Colombia, caracterizadas por la proyección de la influencia venezolana en sus asuntos internos. El protagonismo y liderazgo internacional de sus mandatarios no es extraño a los venezolanos. Todavía se recuerda en Caracas la fama que logró Carlos Andrés Pérez en el exterior, donde aún se le cataloga como el venezolano más conocido e inevitablemente lo comparan con el presidente actual, Hugo Chávez.

Varias iniciativas tomadas por éste han resucitado el nombre del país en el extranjero y no hay duda de que el interés despertado lleve a descifrar el rompecabezas de su política internacional todavía poco clara. Su primera actuación fue declararse neutral ante la guerrilla colombiana e imponer un trasbordo del transporte de mercancías en la frontera, lo que le valió una sanción del Tribunal Andino. Y más recientemente criticó agriamente el capítulo militar del Plan Colombia.

Frente a Estados Unidos ha mantenido una actitud de confrontación, que empezó por prohibir el sobrevuelo de las aeronaves antinarcóticos estadounidenses y rechazar la ayuda de dos buques militares que venían con maquinaria pesada para reconstruir el litoral caraqueño, devastado por las inundaciones de diciembre pasado.

El último desafío a Washington fue su visita a Bagdad, donde se reunió con Saddam Hussein para invitarlo a la II Cumbre de la Opep, sabiendo ya que no podía venir a Caracas. La prensa europea, especialmente la francesa, destacó el arrojo del mandatario venezolano de contravenir las sanciones de la ONU en Irak. Fue un impacto propagandístico para ambos.

“No hay en la visita del presidente Chávez a Irak ningún desplante. El negocio petrolero es duro y audaz. Estados Unidos lo sabe y lo practica de esa manera”, dijo a SEMANA el vicepresidente Isaías Rodríguez.

Otra propuesta polémica fue la de abrazarse con su tocayo de Bolivia, Hugo Banzer, y defender su salida al mar en la cumbre del Milenio en la ONU, lo que le mereció un regaño por parte de Chile. Y a su regreso de Nueva York dijo que no volvería a ninguna cumbre si la ONU no reformaba su estructura radicalmente.

El embajador venezolano en Washington, Alfredo Toro Hardy, ha dicho de su actuación en la ONU: “Esta demostración de liderazgo internacional viene a sumarse a los asumidos por Venezuela dentro de la Opep y de Suramérica. En el primer caso la postura proactiva de Venezuela ha tendido a brindar coherencia a una organización de productores que venía moviéndose a la deriva. En el segundo Venezuela ha pasado a compartir con Brasil el liderazgo de la región”.

Los críticos de la política exterior venezolana la califican de populista, mesiánica y hasta de quijotesca por lo de Bolivia. La internacionalista y profesora de la Universidad Simón Bolívar, Vilma Petrash, considera que además tiene, como dijo a SEMANA, “visos de fundamentalismo al convertir el bolivarianismo en un dogma global y no latino. Su discurso es intolerante, xenofóbico, locuaz, incoherente e insolente. Hay contracción y ambigüedad. Por un lado predica la integración pero por otro la torpedea, como el trasbordo del comercio con Colombia y el pelearse con Chile por Bolivia, siendo asociados del Mercosur”.

El analista Manuel Felipe Sierra, director de la revista Primicia, califica de acertada la política integracionista, la petrolera y el fortalecimiento que le ha dado a la Opep. ”Con la confrontación seguida no creo que Chávez tenga alguna estrategia en su política internacional. Utiliza legítimamente la postura petrolera que ha tenido Venezuela desde los años 70. Tiene un mensaje: el viejo sueño de la redención, y representa a un revolucionario de transformación”.

Para el ex canciller Simón Alberto Consalvi el discurso internacional del presidente está inspirado en “un ánimo redentorista, de profeta bíblico. Privilegia la relación con la Opep, lo cual fue siempre un denominador común en la política exterior de Venezuela, pero arriesga nuestro principal mercado en su deseo de desbancar a Estados Unidos como única superpotencia mundial. Predica la integración, pero la integración no marcha. Condena a los países neoliberales, pero sin ellos no habría a quién venderle el petróleo. Pide la ‘democratización de la ONU’, pero le gustan los gobiernos autoritarios. Piensa comprar un jet Airbus para viajar por el mundo y tratar de arreglarlo. ¡Es admirable! Ni Bolívar, pues”.