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Chavismo invita al pueblo venezolano a "juramentar"

Tras confirmar que Hugo Chávez no se posesionará este jueves, el Gobierno trabaja en la idea de que el pueblo legitime el nuevo mandato.

Catalina Lobo-Guerrero / Enviada especial de SEMANA a Caracas
9 de enero de 2013

Los chavistas de corazón se aglomeraron alrededor del edificio de la Asamblea Nacional el pasado sábado 5 de enero. Cientos de personas vestidas con camisetas rojas, gorras, banderas de Venezuela y pancartas llegaron al lugar para ver, a través de pantallas planas instaladas en las calles aledañas, a las nuevas directivas del Congreso jurar sobre la Constitución.

El sonido era pésimo, por eso no escucharon las palabras de Diosdado Cabello, reelegido presidente de la Asamblea. Pero daba igual, ellos no estaban ahí para oír discursos. “Salimos a la calle a demostrar apoyo, que el comandante vea desde Cuba que estamos defendiendo el proceso pacíficamente”, dijo Jacqueline Aristegueta, miembro de la comuna de la parroquia La Vega de Caracas. Anticipó que el próximo 10 de enero saldrán a las calles por el mismo motivo.

El Gobierno viene afirmando la idea de que el pueblo es el que va a legitimar el nuevo mandato del presidente Chávez, sin que haya una toma de posesión oficial el próximo jueves, como está establecido en la Constitución venezolana. Faltando menos de 48 horas para que terminara el período presidencial, el país se enteró de que Chávez no iba a asistir al juramento en la fecha contemplada.

El vicepresidente Nicolás Maduro envió una carta a la Asamblea Nacional, que se encontraba debatiendo el tema en vivo y en directo, y solicitó, invocando el artículo 231 de la Constitución, que Chávez pueda juramentarse en una fecha posterior, por causa “sobrevenida”, ante el Tribunal Supremo de Justicia. El problema es que, según varios constitucionalistas nacionales, eso sería una posible violación a la Constitución, pues la causa “sobrevenida” es para la Asamblea Nacional, por ejemplo si esta no puede reunirse en esa fecha, pero no para el presidente electo que debe asumir un nuevo mandato.

En medio de un álgido debate, en el que volaron constituciones por los aires y no sobraron los insultos y agravios entre los diputados en el recinto, la oposición insistió en que se decretara una falta y asumiera el poder el presidente de la asamblea, Diosdado Cabello, y no que el Gobierno continúe automáticamente un nuevo período, como si nada, en cabeza de Nicolás Maduro. Lo mismo exigió el gobernador de Miranda y excontendor de Chávez en las pasadas elecciones, Henrique Capriles. “El 7 de octubre se eligió una persona, no un gobierno. No hay continuidad de gobierno”, dijo.

Ante este conflicto político, en el que cada bando interpreta la Constitución a su manera, le corresponde a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia sentar la posición. En el momento de escribir este artículo, la sala no se había pronunciado de manera oficial, pero según previas declaraciones de la magistrada Luisa Estella Morales, y dada la tendencia oficialista de los magistrados que la integran, es probable que la tesis que adopten sea la de la continuidad del Gobierno, bajo la premisa de que aunque el período presidencial fenece, la administración sigue siendo la misma.

“Cuando hay una confrontación entre la política y el derecho, los intereses políticos van a primar sobre los jurídicos para encontrar una solución”, dice Leonel Alfonso Ferrer, abogado y profesor de derecho constitucional de la Universidad Central de Venezuela, quien a pesar de no haber estado de acuerdo con anteriores sentencias de la Corte, estima que esta postura no sería descabellada y que los magistrados tendrían cómo sustentarla jurídicamente. Pero, también afirma que en anteriores sentencias la Corte ha expresado que la fecha de toma de posesión no es una mera formalidad y que sí es un requisito para estar en ejercicio del cargo.

Mientras la Corte resuelve esta sinsalida jurídica, el Gobierno no ha confirmado aún si va a haber sesión de la Asamblea el jueves. En cambio, anunció un concierto musical al que, dijo, asistirían mandatarios de otros países para demostrar su solidaridad con el presidente Chávez, y está convocando a una manifestación popular en las calles de Caracas desde las 10 de la mañana. Por mensajes de texto y en redes sociales ya hay una cadena rodando con el mensaje: "Chávez no es Chávez, es un pueblo. ¿Me acompañas a gobernar? ¡Ruédalo y convoca! ¡Todos a juramentarnos!"

Este llamado al pueblo también lo han anunciado miembros del Gobierno para defenderse y darles una lección de tipo “a la salida (en la calle) nos vemos” a sectores de la oposición que estarían, según ellos, convocando a la desobediencia civil, al promover un paro nacional. La Mesa de la Unidad ha negado que ellos estén convocando al paro, como también lo reiteraron los gobernadores opositores Henrique Capriles y Henri Falcón. Este último, sugirió que era el Gobierno el que estaba “tirando un trapo rojo” para incitar al paro. Pero Capriles sí reconoció que algunos sectores minoritarios extremistas opositores podrían estar concovando al paro a través de redes sociales. Así, tanto los radicales del oficialismo como de la oposición estarían apelando al "pueblo”, para defender lo que cada uno está interpretando de la Constitución.

El cuarto de hora del pueblo

El gobierno del presidente Chávez ha puesto al “pueblo” como foco central de sus políticas gubernamentales. Los resultados, la eficiencia, transparencia y logros de las misiones, y del esquema de participación político a través de las comunas, son debatibles, variables y difíciles de evaluar. Pero lo que es indiscutible es que gracias a su exitoso manejo mediático, el Gobierno ha impuesto la idea de que el pueblo es el protagonista.

El pueblo en su papel estelar ha estado muy presente desde hace varios años, pero es ahora, ante la posibilidad de que el presidente muera, cuando ha cobrado especial importancia porque garantiza la continuidad de un proyecto político, más allá de su líder inspirador original, como lo explica la socióloga Maryclen Stelling. En las pasadas elecciones presidenciales, durante una de sus concentraciones masivas y ya enfermo de cáncer, el presidente dijo: “Chávez ya no soy yo, Chávez es un pueblo”. Esto se podría interpretar como el último acto de generosidad de quien durante años buscó acaparar todos los reflectores como la estrella nacional.



La campaña comunicativa del Gobierno pareciera finamente diseñada para lograr esa transición de showman titular a mártir-revolucionario-inmortal que le deja su “don” a la gente o, mejor dicho, se fusiona con el pueblo. En Venezuela es un misterio quiénes están detrás de la estrategia comunicativa del Gobierno. Se habla de asesores brasileros, cubanos, españoles, dominicanos y hasta gringos, pero de lo que no cabe duda es de su efectividad. El concepto Chávez-pueblo está en los discursos de los principales miembros del oficialismo, en las propagandas televisadas, en la retórica de los ideólogos o académicos afines al régimen y entre la gente de base del chavismo. A pesar de las diferencias de lenguaje y de formato, todos repiten el mismo casette.

El académico español y exasesor del régimen Juan Carlos Monedero le dedicó la siguientes palabras al comandante: “Querer a Chávez nos hace tan humanos, tan fuertes. Chávez en la señora que limpia, Chávez en el señor que vende periódicos a la entrada del metro, Chávez de la empleada de la tienda”. El diputado Diosdado Cabello lo dijo así en su discurso de posesión: “Chávez somos todos, todos somos Chávez, y todos los diputados estamos obligados con mayor razón a ser como él. Y Pedro Hilario, un ciudadano, economista caraqueño dijo esto en plena calle: “Ya aquí el que está mandando es el pueblo. Que no se equivoque la derecha porque Chávez ya se ha convertido e un pueblo. Las fuerzas armadas son Chávez, los obreros son Chávez”.

El mismo mensaje se ve también en piezas comunicativas, como esta. “Nosotros somos los pobres, todos nosotros con Chávez”.



Lo interesante es que la idea de “pueblo”, definida por el chavismo según Marcelino Bisbal, experto en comunicación y semiótica de la Universidad Católica Andrés Bello de Venezuela, tradicionalmente asociada con lo rural, lo barrial, lo popular venezolano, como se ve en el primer video, empieza a desbordar las fronteras en las siguientes piezas comunicativas.

Nosotros con Chávez (la Sole en Chile)



y Yo soy Chavez



Así, esa nueva identidad Chávez-pueblo ya no es sólo venezolana, tiene sucursales en América Latina, pero también en otros países. La idea de que hay un culto a Chávez que desborda las fronteras siempre estuvo entre las aspiraciones del presidente, según Alberto Barrera, autor del perfil Chávez sin uniforme. Barrera añade que hay otro elemento novedoso en la manera como el gobierno ha empezado a preparar comunicativamente la salida triunfal del mandatario y es la idea de que Chávez es un padre, de la revolución socialista bolivariana y sus hijos (aunque no serán los biológicos) continuarán su legado con el apoyo del pueblo.

Tanto Diosdado Cabello como Nicolás Maduro se han identificado como hijos de Chávez y se dicen “hermanos” ante las cámaras para despejar los rumores y dudas sobre la unidad al interior del oficialismo. Según Bisbal, sin embargo, cada uno encarna una retórica distinta. Maduro es el hijo religioso, el místico, el que siempre apela a Dios, y Cabello es el que encarna el discurso militarista, agresivo e intimidante. Los dos sentimientos, de adoración pero también de temor al régimen, están presentes entre los venezolanos.

A pesar de la polarización política, la gran mayoría de los venezolanos no son extremistas y hay parejas de un bando y otro que comparten la misma cama. Pero hay una idea latente de que si llega a haber una crisis, como la que está viviendo el país ahora, la lucha política y también de clases, que ha sido exacerbada por el discurso radical y confrontativo del Gobierno, desemboque en una guerra civil.

Que el vicepresidente Nicolás Maduro diga abiertamente que lo que se podría venir es un “Bogotazo” (aunque él le puso el Gaitanazo) cuando el pueblo salió a la calle enfurecido a saquear y destrozar la capital colombiana por el asesinato del líder liberal y popular Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, denota la intención de meterle un elemento de “lucha de clase” que en estos momentos no puede ser tomado a la ligera, ni como una referencia ignorante de Maduro la historia colombiana. Si “Chávez ya es un pueblo”, y la oposición está contra Chávez, la oposición está contra el pueblo, según el Gobierno.

“Qué pasaría si nosotros convocamos al pueblo a la calle, una pelea… Aquí también hay mucho pueblo, pero yo no voy a poner a pelear pueblo contra pueblo”, dijo Henrique Capriles, quien pidió respeto por los seis millones y medio de venezolanos que votaron por la opción que él representó en las pasadas elecciones presidenciales y por quienes votaron por los tres gobernadores de oposición en las regionales, entre ellos Henri Falcón, quien dijo que “hay que sembrarnos en el pueblo y patear los barrios” para seguir ganando terreno como opción política.

Disputarse la interpretación de la Constitución y el favoritismo del pueblo puede ser una pelea justa. Pero creerse dueño de las masas y de la identidad de todo un pueblo para defender una causa política no sólo podría ser peligroso en momentos tan sensibles, sino que denota una ambición más propia de las tiranías que de las democracias.