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CINCO AÑOS DE PESADILLA

¿Qué precipitó la entrada de tropas soviéticas el 26 de diciembre de 1979?

14 de enero de 1985

Cinco años después de la invasión soviética, el destino del pueblo afgano sigue en la encrucijada. Más de tres millones de personas (de las 17 que componen la población total) se hallan refugiadas en países vecinos, especialmente en Pakistán e Irán. Casi 120 mil han muerto dentro del país, entre hombres, mujeres y niños, entre los bombardeos a aldeas, masacres en mesquitas y combates entre tropas de ocupación y rebeldes. El número real de detenidos, que se supone es de miles, es conocido por muy pocos. La resistencia, por su parte, dividida en diferentes tendencias que incluyen monarquistas, fanáticos religiosos, nacionalistas democráticos, etc, está lejos de convertirse en un verdadera ejército de liberación. Aunque la población apoya en general el accionar de los grupos mujahidin, y éstos llegan a controlar amplias zonas rurales (especialmente de noche), cada grupo étnico libra su propia "guerra santa", sin ningún concierto con las mayores fuerzas, dados los sectarismos políticos, y en algunos casos tribales, que los atraviesan. Por ello, hasta la fecha esa resistencia pertinaz y heroica en muchos casos, no ha llegado al punto de poner en peligro la estabilidad de los 105 mil hombres que respaldan el gobierno de Kabul.
¿Cómo se llegó a esta situación? La invasión soviética de diciembre de 1979 estuvo antecedida en realidad de una serie de convulsiones políticas, asesinatos de figuras de primer orden, y golpes de estado que reflejaban en parte,la apertura de una profunda revolución social en el país.
Con la caída del corrupto e ineficiente régimen de Mohammad Daud en abril de 1978 (la monarquía había sido derribada en julio de 1973), se inflamó una guerra civil en la que participaron tanto terratenientes desplazados por los primeros intentos de reforma agraria, como contrabandistas y propietarios de campos de opio y sectores del clero fundamentalista, fuerzas que pronto contaron con ayuda de la dictadura de Pakistán y más tarde del gobierno de Carter en forma indirecta. Washington, por ejemplo, en febrero de 1979, ordenó el cierre de toda ayuda al gobierno de Kabul,quien había emprendido una serie de reformas democráticas para superar la crísis dejada por el gobierno de Daud. Este aspecto de la historia es ignorado generalmente por los voceros de los grupos rebeldes afganos, quienes soslayan el contexto social y político que culminó con la invasión soviética. Lo cierto es que quienes dirigieron el golpe de abril de 1978, tomaron medidas modernizadoras urgentes para el país, lo que suscitó la resistencia armada de los sectores derechistas. Daud había dejado un país en crisis: el analfabetismo llegaba al 90% en los hombres y 95% en las mujeres; sólo el 15% de las tierras laborables disponían de servicios de riego; en un país eminentemente agrario, un 70% de la población campesina carecía de tierra; el promedio de vida era solo de 40 años y había un millón de afganos en la inmigración. La cuestión nacional, además, se mantenía irresuelta dado el dominio de los pushton sobre los baluchis, los uzbekos, los turcomanos, y otras etnias. El nuevo régimen, buscando apoyo en la población, trató de corregir ese cuadro. Implementó una reforma agraria radical, lanzó una campaña de alfabetización, liberó 8 mil presos políticos, purgó el ejército, legalizó los sindicatos (por primera vez en toda la historia del país) y reformó el status de la mujer, bárbaramente oprimida por las tradiciones religiosas musulmanas. Todo esto, a los ojos de los mullahs ortodoxos y de los propietarios de tierras, surgió como la encarnación del "comunismo ateo" contra lo cual no cabía sino desatar una "guerra santa", la cual desarrollaron con no poco éxito. Ayudados por Pakistán, y China, estos mujahidin contaron además con un nuevo factor en su favor: las violentas pugnas entre las facciones khalq y parcham dentro del equipo de gobierno, el comunista Partido Popular Democrático de Afganistán (PPDA), y la torpeza en la implementación de las medidas mencionadas, minaron la estabilidad del régimen y favorecieron las guerrillas de oposición no dejándoles otra salida a los líderes en Kabul que pedir un incremento de los asesores soviéticos, primero, y solicitar el ingreso de tropas de combate soviéticas, después. Moscú, que estaba decidida a impedir que un régimen pro-norteamericano se instalara en Kabul amenazando sus intereses en toda la región, optó pues por el envío de 30 mil soldados soviéticos, los cuales cruzaron la frontera afgana en la noche del 26 de diciembre de 1979. Rodeado el palacio presidencial por comandos soviéticos, éstos dieron muerte al presidente Amin (quien a su vez había ordenado el asesinato de Mohammed Taraki, presidente del país, en octubre de ese mismo año) e instalaron a Babrak Karmal en el poder.
Cinco años después, el regimen de Kabul continúa en medio de luchas intestinas y acosado por la crisis económica, que lo hace más dependiente de los suministros de la URSS. La resistencia, aunque ha aumentado su capacidad para encarar la aviación soviética, aún no ha sido capaz de crear un organismo de resistencia unida. El gobierno afgano, por su parte, ha lanzado infructuosamente dos iniciativas para lograr un arreglo político de la situación, a través de las declaraciones de mayo de 1980 y de agosto de 1981. Pero una salida negociada no se vislumbra todavía, ya que las corrientes predominantes en la resistencia -muchos son partidarios de los métodos de Khomeini en Irán- no atraen el interés de la opinión pública democrática dentro de Afganistán ni en el extranjero.

¿TERRORISTA O HEROE NACIONAL?
Abdul Qayum, hermano de una importante figura de la resistencia afgana, Majid Kalakani (fusilado en junio de 1980), llegó a Bogotá en días pasados y visitó a SEMANA junto con Mohammad Hachim Zanabi, poeta y guerrillero afgano. También los acompañó Cálid Lamarti Durán, profesor universitario marroqui Qayum es presidente del Frente Unido Nacional de Afganistan (FUNA). Llamado por periodistas hindúes como el "Robin Hood afgano", y denominado por la prensa soviética como "terrorista", Kalakani fue figura muy popular en Kabulk, en los años 60, donde fue conocido como maestro, poeta y político. Su ejecución, reprobada por Amnistía Internacional, aumentó el accionar guerrillero del grupo SAMA, quien respondió al fusilamiento de Kalakani con el asesinato de dos Generales soviéticos.