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ANÁLISIS

5 claves para entender lo que realmente busca el líder de Corea del Norte con su desafío a EE. UU.

Aunque aparcó su amenaza de bombardear Guam, Corea del Norte mantiene un desafío con el que el líder de Pyongyang podría estar intentando suavizar las sanciones internacionales y reforzar su autoridad en su país.

Alianza BBC
15 de agosto de 2017

Las tensiones entre Corea del Norte y Estados Unidos no han dejado de aumentar en las últimas semanas, con el uso de una retórica cada vez más belicista por parte de los líderes de ambos países y las pruebas de misiles intercontinentales realizadas por el gobierno de Pyongyang.

En las últimas horas se ha sabido que el líder norcoreano Kim Jong-un decidió no cumplir, al menos por el momento, su amenaza de lanzar uno de sus misiles en las inmediaciones de la isla estadounidense de Guam, a la espera de ver qué acciones toman los estadounidenses.

Con la ayuda de John Nilsson-Wright, analista del centro de estudios británico Chatham House, BBC Mundo te explica cuáles son las intenciones del programa nuclear de Corea del Norte.

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1. ¿Tiene Estados Unidos algo que ofrecer a Corea del Norte para que ponga fin a sus ensayos nucleares?

Tras la escalada verbal de los últimos días, en los que el presidente estadounidense, Donald Trump, amenazó a Pyongyang con "fuego y furia" si llegaba a atacar a Guam, cuesta imaginar que la diplomacia pueda actuar como una herramienta para moderar las tensiones regionales.

El secretario de Estado, Rex Tillerson, y otros altos cargos de la administración Trump han subrayado la importancia de la diplomacia y el propio presidente Trump ofreció a Kim en el pasado abrir un diálogo, pero no hay ningún indicio de que eso sea ahora posible.

Los últimos contactos oficiosos en Europa con responsables norcoreanos sugieren que Pyongyang sigue obsesionado con continuar su programa nuclear y sus ensayos de lanzamiento de misiles.

Sorprendentemente, en la Cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) celebrada en Manila no se produjo ningún encuentro entre Tillerson y Ri Yong-ho, el ministro de Exteriores norcoreano, y la oferta de diálogo lanzada por Seúl fue inmediatamente rechazada por el Gobierno norcoreano.

En principio, hay algunos incentivos que Washington podría ofrecer a Corea del Norte, como el inicio de conversaciones para alcanzar un tratado de paz definitivo con el Sur, pasos preliminares hacia el reconocimiento diplomático del régimen, lo que incluiría el establecimiento de una misión estadounidense de cooperación en Pyongyang, o un acuerdo para la reducción del armamento convencional en la Península. Pero todos estos son, en el mejor de los casos, objetivos a largo plazo.

Las constantes violaciones de pactos alcanzados con el norte en el pasado han erosionado las ganas de hacer concesiones que pudiera haber en Washington, donde impera una arraigada desconfianza en el régimen a ambos lados del espectro político. Se asume que la presión, mediante la nueva y más severa ronda de sanciones de la ONU, es la única manera de meter a Pyongyang en vereda.

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2. ¿Es un arsenal nuclear disuasorio el objetivo irrenunciable de Pyongyang?

Desde que accedió al poder en 2011, Kim Jong-un ha tenido dos objetivos prioritarios: renovar el Ejército y hacer prosperar la economía de su país.

Las aspiraciones nucleares de Pyongyang vienen de la década de 1960 y responden al deseo del régimen de tener plena autonomía política y militar, pese a la oposición, no solo de enemigos tradicionales como EE.UU., Japón y Corea del Sur, sino también de sus aliados tradicionales, China y Rusia.

3. ¿Por qué Corea del Norte quiere ese arsenal?

En realidad, uno de los motivos de Pyongyang es la evaluación racional de sus intereses estratégicos. Las experiencias de Libia e Irak son un recordatorio de que la única garantía para la supervivencia nacional es estar en posesión de armas de destrucción masiva.

Aunque Washington no ha expresado intenciones hostiles hacia el norte, Pyongyang sostiene que Estados Unidos son una potencia nuclear superior y, con hasta 28.000 militares instalados en Corea del Sur, representa una clara amenaza.

De este modo, las ambiciones nucleares de Kim Jong-un se perciben también como la expresión de una política identitaria. La legitimidad de la dinastía de los Kim se basa en la narrativa de una defensa nacional ante unos Estados Unidos hostiles e implacables.

La Guerra de Corea (1950-1953), presentada por la propaganda norcoreana como el resultado directo de la agresión estadounidense, sirve para describir a la superpotencia ante el público norcoreano como un adversario que pretende destruir el país.

Para los norcoreanos más mayores, esa evocación de las acciones estadounidenses durante la guerra, en la que casi cada ciudad del país fue sepultada por los bombardeos, forma una narrativa convincente y es repetida para el grueso de la población a través de los mensajes políticos que a diario emite el Estado.

Las recientes declaraciones belicosas de Trump son un regalo para Kim Jong-un, que le ayudan a fortalecer su imagen de comandante en jefe y supremo protector de la nación.

4. ¿Podría una Corea del Norte con armamento nuclear coexistir con EE.UU.?

Corea del Norte intensificó sus ensayos con misiles en los últimos años, en los que dos pruebas nucleares concluyeron con éxito. Todo ello mejoró la capacidad disuasoria del país.

Informes recientes de inteligencia elaborados en los Estados Unidos sugirieron que Pyongyang podría contar ya con hasta 60 bombas nucleares (una cifra cuestionada por algunos analistas) y sus ejercicios con misiles de largo alcance realizados entre el 4 y el 28 de julio indican que ya podrían alcanzar territorio de los Estados Unidos.

Además, un reporte publicado en el Bulletin of the Atomic Scientists puso en duda hasta qué punto la mejora de su capacidad balística permitiría a Corea del Norte lanzar una de sus cabezas nucleares contra territorio estadounidense, pero hay pocas dudas de que durante el último año hizo dramáticos progresos que le aseguraron su membresía en el club de las potencias nucleares.

En cualquier caso, Washington dejó claro que no reconocerá esa condición. Hacerlo, serviría en bandeja a Kim una victoria propagandística, socavaría las relaciones de EE.UU. con sus aliados regionales claves (Japón y Corea del Sur), daría lugar a una carrera armamentística en la zona y comprometería el sistema global de no proliferación.

5. ¿Es algo de lo que se propone Corea del Norte factible?

Para Kim Jong-un, es prioritario seguir impulsando su política agresiva de lanzamiento de misiles y ensayos nucleares como vía para fortalecer su capacidad disuasoria y, también, su autoridad y legitimidad políticas.

Puede contar con que las reticencias de China para establecer restricciones económicas verdaderamente dañinas, pese al reciente apoyo de Pekín a la última tanda de sanciones de Naciones Unidas.

Igualmente, es lógico que piense que, al fin y al cabo, como señalaron muchos expertos, Estados Unidos aceptarán la necesidad de negociar alguna forma de paralización del desarrollo de las capacidades nucleares del Ejército de Corea del Norte con la esperanza de que eso estabilizaría el panorama estratégico y a la vez dejaría la puerta abierta a un futuro desarme.

Antes de eso, el líder norcoreano podría albergar la esperanza de asegurar algunas concesiones de EE.UU. y Corea del Sur, ya sea en forma de asistencia económica y de la reducción de armas convencionales en la península, o, sobre todo, el reconocimiento como estado soberano independiente que el Norte tanto tiempo ansió.

La clave en la situación actual es hasta qué punto la retórica arriesgada de Trump bastará para frenar los ensayos de misiles de Pyongyang. Corea del Norte amenazó con probar cuatro misiles de corto alcance en las cercanías de las instalaciones militares que los Estados Unidos mantienen en Guam.

Ningún presidente estadounidense podría tolerar un ataque directo al país, pero un lanzamiento de prueba en aguas internacionales cercanas a la isla de Guam podría presentarse como "una zona gris" a la que responder no con una acción militar directa, sino de una manera más matizada.

John Nilsson-Wright es investigador del Programa para Asia de Chatham Housey profesor de Política Japonesa y Relaciones Internacionales en Asia Oriental en la Universidad de Cambridge.