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Obama escogió como vicepresidente a Joseph Biden, quien lleva 36 de sus 65 años en el Senado

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Comienza la batalla

Obama, el candidato inexperto, escogió la experiencia de Biden, mientras McCain, el candidato de la experiencia, llamó a Palin, una auténtica novata. ¿Cuál acertó?

30 de agosto de 2008

La mañana del viernes, todo Estados Unidos hablaba del discurso que Barack Obama había pronunciado la noche anterior para aceptar la candidatura del partido demócrata a las elecciones presidenciales del 4 de noviembre. No era para menos. El senador de Illinois no sólo enloqueció a los 80.000 asistentes al estadio Invesco de Denver, en Colorado, sino que atrajo la atención en vivo y en directo de 37 millones de televidentes, una cantidad superior a la que tuvieron en un sólo momento los pasados Juegos Olímpicos de Beijing o el último episodio del famosísimo concurso musical American Idol. Era el broche de oro de la convención demócrata en la que también brilló el candidato a la vicepresidencia de Obama, el veterano Joe Biden, que de sus 65 años de edad lleva 36 en el Senado.

Pero el vitrinazo y la ola de popularidad (una encuesta de Gallup le daba el 49 por ciento frente al 41 por ciento del republicano John McCain) no le duraron mucho a Barack Obama. Porque menos de 24 horas después del discurso, McCain anunció en una manifestación en Dayton, Ohio, el nombre de su compañera de fórmula: “Tengo el honor de presentarles a la próxima vicepresidenta de los Estados Unidos, Sarah Heath Palin”, dijo McCain ante centenares de seguidores suyos mientras se acercaba la actual gobernadora de Alaska. Y con semejante anuncio puso a medio país a hablar de esta mujer de 44 años cuya designación es un auténtico ‘palo’ en la política de Estados Unidos.

Y es que Sarah Heath Palin ha sido hasta ahora una mujer más bien desconocida para el norteamericano promedio. Es una de las ocho gobernadoras en un país de 50 estados y fue elegida hace dos años tras irse lanza en ristre contra su antecesor y copartidario, Frank Murkowski. Antes de eso, ocupó entre 1996 y 2002 la alcaldía de Wasilla, un pequeño suburbio de Anchorage, la capital de Alaska. Nacida en Sandpoint, en Idaho, su carrera no empezó en la política. Por dos años trabajó como reportera de deportes en un noticiero de televisión, y más adelante, de 1994 a 1997, tuvo un negocio de alquiler de automóviles. Casada con Todd Palin, tiene cinco hijos. Uno de ellos se alistó en el Ejército y parte para Irak el 11 de septiembre. Y el menor, llamado Trig, sufre síndrome de Down y nació en abril de este año.

Los puntos de vista de Sarah Palin son muy conservadores. Cristiana evangélica, es enemiga acérrima del aborto, es partidaria de la construcción de un oleoducto en tierras de Alaska y de la exploración petrolífera en la zona, catalogada como reserva natural. Si bien hace unos meses llegó a tener una popularidad del 90 por ciento, por épocas ha generado una verdadera división de opiniones. Por su ánimo belicoso en el colegio, algunos la han bautizado ‘Sarah barracuda’. Y otros, ‘Santa Sara’.

¿Qué busca John McCain al seleccionar a esta mujer como su compañera de fórmula? Lo primero, como dijo el propio candidato, tiene que ver con que “no es de Washington”. De esta forma, McCain pretende neutralizar el hecho de que él se ha pasado media vida “inside the Beltway” de la capital norteamericana, una frase de cajón para decir que siempre ha estado en el corazón de la política nacional, con todo lo malo que eso representa. Lo segundo es que le hace contrapeso a su edad: McCain cumplió 72 años el mismo día que anunció el nombre de Palin y, de ganar las elecciones, se convertiría en el presidente más viejo en llegar al poder en Estados Unidos. Lo tercero es que, al escoger a Palin, pretende atraer el voto femenino. Y lo cuarto es que al llamar a esta mujer con una hoja de vida que llama la atención, McCain, como comentó Michael Cooper en The New York Times, “quiere conquistar la base de los republicanos, que son conservadores y que no ven con buenos ojos su candidatura”.

La pregunta, sin embargo, es si esta jugada política le funcionará al candidato republicano. Por una parte, hay que tener en cuenta que los aspirantes a la Casa Blanca suelen escoger a su compañero de fórmula para conseguir votos en una región o unos estados donde no los tienen, o para reforzar sus propias fortalezas, como fue el caso de Bill Clinton cuando eligió a Al Gore: ambos eran del sur y ambos habían estudiado en universidades de elite, como Yale y Harvard. Nada de esto, salvo por el tema de los evangélicos, es cierto. Es más: haber escogido como candidata a la vicepresidencia a la gobernadora de Alaska equivale a que en Colombia se seleccione al gobernador de Casanare, con todo y lo respetable que es ese título. ¿Le servirá el hecho de ser mujer? Es muy dudoso. Nadie cree que los seguidores de la liberal Hillary Clinton, que perdió en las elecciones primarias con Obama, se vayan a decantar por la ultraconservadora Sarah Palin.

Tampoco la historia favorece a la gobernadora. El primer candidato que llamó a una mujer como compañera de fórmula, el demócrata Walter Mondale, que se presentó con Geraldine Ferraro, fue derrotado estruendosamente por la dupleta republicana de Ronald Reagan y George Bush papá. Pero quizá lo más grave es lo que escribió Mark Halperin, el principal analista político de la revista Time: “McCain se ha equivocado en una de las pruebas más importantes que debe pasar un candidato: escoger a alguien indudablemente capaz de ser Presidente de Estados Unidos” y Palin carece por completo de experiencia internacional y en los pasillos de Washington. No pocos norteamericanos pensarán esto, sobre todo siendo McCain un hombre mayor y que ha sobrevivido dos veces al cáncer. Además, según escribió Dee Dee Myers, ex jefa de prensa del presidente Bill Clinton, “Con la escogencia de Palin, McCain dejó sin piso su argumento de que a Obama le falta trayectoria”.

Por contraste, las reacciones a la selección del candidato a la vicepresidencia de Obama fueron mucho mejores. Joe Biden, cuya designación se supo hace una semana, es uno de los hombres más experimentados de la capital estadounidense. Nacido hace 65 años en Pensilvania pero educado en Delaware y graduado en derecho en la Universidad de Syracuse, en Nueva York, lleva 34 años en el Senado, donde se le conoce como uno de los congresistas de más peso en el Comité de Relaciones Exteriores, que preside. Desde ese cargo se ha codeado con todos los líderes europeos, asiáticos y latinoamericanos. Hace pocos días, por ejemplo, viajó a la república de Georgia para enterarse de la situación en Osetia del sur. Viudo pocos días antes de llegar por primera vez al Senado y casado en segundas nupcias, se le critican dos cosas en su carrera: sus excesos verbales en ciertas oportunidades y el hecho de que en 1987, cuando lanzó su precandidatura presidencial (el año pasado volvió a presentarse pero renunció en enero tras los ‘caucus’ de Iowa), se comprobó que había plagiado apartes de un discurso del líder laborista británico Neil Kinnock. Por algo dijo Bill Clinton el miércoles pasado en la convención demócrata en Denver: “Déjenme decirles que en su primera decisión, la designación de su compañero de fórmula, Barack Obama la sacó del estadio”.

Y mientras seguía el debate sobre los dos candidatos a la vicepresidencia, medio Estados Unidos opinaba sobre el discurso el jueves de Barack Obama. Fue una intervención de 42 minutos en un estadio al aire libre, algo que sólo se había atrevido a hacer John F. Kennedy en Los Angeles, a finales de 1960. Cada detalle fue medido al milímetro. Se fijó la fecha del 28 de agosto porque los meteorólogos determinaron anticipadamente que en los últimos 20 años sólo había llovido una vez ese día. Obama no tuvo clemencia con McCain. Tras reconocer que se trata de un héroe de la guerra de Vietnam, se lanzó a la yugular del candidato republicano. “Estados Unidos, somos mejores que estos últimos ocho años. Somos un mejor país que eso”, dijo. Y agregó: “Ocho años de republicanismo son suficientes y John McCain quiere continuar con las políticas de George W. Bush”. La referencia al título de ese programa de televisión de los años 70, Ocho son suficientes, encendió el entusiasmo del público, que comenzó a corearlo.

Es verdad que Obama defraudó a quienes esperaban frases célebres como las de Kennedy, con quien se le ha comparado. Pero lo cierto es que, como afirmó Dan Baltz en The Washington Post, “dijo lo que había que decir” y lo hizo en términos muy concretos. Recordó que en tiempos de Clinton el ingreso medio de los norteamericanos fue de 7.500 dólares contra los 2.000 actuales, anotó que en aquel entonces fueron creados 23 millones de empleos, advirtió que el gobierno está para ayudar a los ciudadanos y prometió ponerle fin a la dependencia del petróleo de los países árabes. No fueron palabras memorables, pero sí muy efectivas, especialmente tras haber recibido el apoyo de los Clinton.

Pese a un éxito de esa magnitud, Obama está lejos de tener la Presidencia en el bolsillo. Terminada la convención demócrata en Denver, este lunes arranca la cita de los republicanos en St. Paul, en Minnesota. El turno será para John McCain y Sarah Palin. Los periódicos les dedicarán páginas enteras y los fotógrafos les apuntarán con las cámaras. El mensaje que den en sus discursos y el entusiasmo que despierten entre los electores serán decisivos. Los republicanos confían en que los dos meses que faltan para los comicios serán suyos; que la chispa de McCain derrotará a Obama en los tres debates televisivos, y que si el candidato demócrata no ha logrado sacarle una ventaja enorme en los sondeos, en un país donde el gobierno republicano está acusado del desastre en Irak y del descalabro en la economía, lo más probable es que no se convierta en el primer presidente negro en la historia de Estados Unidos.