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COMO EN BOTICA

En la VIII cumbre de los NOAL, hubo de todo. Los líderes antinorteamericanos hablaron más duro que los antisoviéticos

6 de octubre de 1986

El "no creo que este Movimiento sirva para nada" soltado por Gadafi ante más de un millar de delegados de 101 países del mundo en la cumbre de los No Alineados (NOAL), si bien no puede ser tomado en serio como mucho de lo que dice el líder libio, sí puede al menos dar la medida de lo que es un foro de esta naturaleza.

El veterano Fidel Castro y el legendario Arafat, el bisoño Rajiv Gandhi y el controvertido Ortega, el aplomado Mugabe y el impulsivo Alan García... hubo de todo en Harare. Desde los acostumbrados discursos de marcado tono diplomático hasta las osadas diatribas "contra el imperialismo", incluida la feroz arremetida del insolente Gadafi.

Y no es para menos. Entre más de un millar de delegados en representación de más de 2 mil millones de personas en los cinco continentes, puede haber de todo, como en botica. Durante una semana, las deliberaciones de los NOAL incluyeron desde la condena al sistema de apartheid en Suráfrica hasta el agobiante problema de la deuda externa del Tercer Mundo y el conflicto centroamericano, pasando por los siempre presentes llamamientos al desarme, la conformación de un Estado palestino y la liberación de Namibia, Afganistán y Kampuchea.
Si bien, como en todo foro de esta naturaleza, las conclusiones resultan ser ante todo un catálogo de recomendaciones y buenas intenciones, el hecho de que después de 25 años los NOAL no sólo hayan pasado de 27 miembros a más de cien, sino que además continúen logrando ponerse de acuerdo en medio de tanta diversidad, es considerado por muchos de por sí un logro: Lejos de poseer el poder de decisión y acción de una cumbre de "los grandes" a pesar de representar la mayoría absoluta en las Naciones Unidas, para sus defensores, los NOAL siguen siendo, aun en medio de todas sus dificultades, el foro por excelencia del Tercer Mundo.
Sus detractores--para quienes posiciones como la de Gadafi o la de Fidel Castro en la cumbre de La Habana cuando intentara declarar a la URSS "aliada natural" del Movimiento viene como anillo al dedo--insisten, sin embargo, en que si de algo están lejos los NOAL es precisamente del no-alineamiento. Conformada en más de un 60% por naciones que caen dentro de la esfera de la influencia geopolítica de Occidente, lo cierto es que tradicionalmente sí se han escuchado más fuerte las críticas proferidas contra los EE.UU. que las esgrimidas contra la URSS. La presencia de líderes como Castro, Ortega, Arafat, el mismo Gadafi y hasta la de un Alan García, se hace sentir sin duda más fuertemente que las tímidas críticas a la invasión de Afganistán o a la de la situación de los países tras la Cortina de Hierro sobre la cual el sistema mismo impone una nube de silencio.

Y esta cumbre no fue la excepción.
En ella, problemas como el de la deuda externa del Tercer Mundo contratada en gran parte con la banca internacional regida por las normas de Occidente, o el de la situación centroamericana vinculada sin duda alguna a los intereses políticos de las dos potencias pero, por natural cercanía, más a los de los EE.UU., y hasta la misma situación de Suráfrica en la cual la posición norteamericana se considera definitiva, hicieron una vez más que la flauta sonara más duro contra los EE.UU. Hasta la controversia alrededor del establecimiento de la próxima sede en Nicaragua, contribuyó--tal vez sin que los opositores a ello lo advirtieran-a desplazar el foco de la discusion hacia una de las potencias.

En cuanto a la participación de Colombia, a juzgar por los resultados, no parece aventurado decir--como lo afirmara el ex canciller Vasquez Carrizosa--que fue de "perfil bajo".
Con una delegación de poca representación política si se compara con la de otros países latinoamericanos, las declaraciones del embajador Héctor Charry Samper, al calificar el documento final de "no-equilibrado", no puede decirse que constituyan ciertamente un novedoso aporte.

Uno de los primeros opositores a Nicaragua como próxima sede, puede decirse que la intervención de Colombia pasó como quizás muchas otras "sin pena ni gloria". Como tal vez también pasarán a fin de cuentas las conclusiones mismas de la cumbre, no por carecer de importancia, sino porque, después de 25 años, los NOAL siguen siendo al parecer, como lo fueran para Nehru, Tito y Nasser, solamente una "quimera del Tercer Mundo". --