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Trump repite desde antes de ser electo que revisará el tratado de libre comercio de EE.UU. con México y Canadá, conocido como Nafta. | Foto: AP

ANÁLISIS

Cómo puede impactar a América Latina la presidencia de Donald Trump

Con el magnate estadounidense a punto de llegar a la Casa Blanca la región se podría afectar por temas previsibles como el muro con México y el comercio, o en otros menos imaginables como los derechos humanos y las drogas.

Alianza BBC
20 de enero de 2017

Llega la hora de la verdad: Donald Trump asume como presidente de Estados Unidos este viernes, y América Latina parece contener la respiración ante lo que asoma como el mayor examen de su vínculo con Washington en los últimos tiempos.

De acuerdo con lo anunciado por Trump, prácticamente ningún aspecto importante de esa relación tiene una línea de continuidad asegurada: el comercio, la migración, los derechos humanos, la estrategia antidrogas o el acercamiento a Cuba se podrían ver afectados por su llegada a la Casa Blanca, advierten expertos.

La incertidumbre crece además porque muchos en la región notan en Trump falta de experiencia, credenciales políticas y de un programa concreto para gobernar la superpotencia americana.

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"El pueblo norteamericano ha escogido posiblemente al candidato menos educado, más inculto (…), aparte de la actitud misógina, sexista, xenófoba que mostró en su campaña, atacando a minorías, a musulmanes, en buena parte a latinoamericanos, sobre todo mexicanos", dijo a BBC Mundo Óscar Arias, dos veces presidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz en 1987.

"Estamos todos a la expectativa de ver qué nos va a decir en su discurso inaugural -señaló Arias-. Vamos a ver cuál es la consistencia entre lo que ha dicho y lo que va a practicar".

El presidente saliente de EE. UU., Barack Obama, sostuvo en noviembre durante una visita a Lima que, en la práctica, el gobierno de Trump tendrá dificultades para alterar políticas que funcionan para Washington y sus aliados.

Desde cuando fue elegido en noviembre, Trump mantuvo conversaciones telefónicas con presidentes de países latinoamericanos como México, Brasil y Argentina, en las que, según se informó oficialmente, hablaron de trabajar en agendas bilaterales comunes.

Entonces, en medio de tantos interrogantes, hablamos con expertos para analizar algunos temas concretos donde la Presidencia de Trump puede impactar realmente a América Latina.

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Comercio e inversiones

Trump repite desde antes de ganar las elecciones que revisará el tratado de libre comercio de EE. UU. con México y Canadá, conocido como Nafta, y cobrará un impuesto a las empresas estadounidenses que mantengan su producción en terceros países como el vecino del sur.

Esto ha causado problemas a México, como el reciente anuncio de la compañía estadounidense Ford de que cancelaba una inversión de U$S1.600 millones para construir una planta automotriz en ese país.

Además, tras la elección de Trump, el peso mexicano ha caído mínimos históricos frente al dólar.

Pese a su idea de que los lazos entre Washington y Latinoamérica serán difíciles de modificar, Obama anticipó en Lima que esta sería una de las áreas de posible disputa norte-sur.

"Van a surgir tensiones, probablemente alrededor del comercio más que nada", sostuvo el presidente saliente en su última visita a Latinoamérica antes de concluir su mandato.

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Trump dijo también que retirará a EE. UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, conocido por sus siglas en inglés de TPP y firmado por 12 países, incluidos México, Perú y Chile.

Y una pregunta abierta es si piensa revisar otros pactos comerciales con países de la región.

Pero más allá de lo que ocurra en el futuro, lo cierto es que en la economía latinoamericana ya se sienten efectos por el ascenso de Trump al poder, comenzando por la mexicana, que es la segunda mayor de la región y en el 2015 logró un superávit comercial bilateral con EE. UU. de US$49.200 millones.

El muro y la inmigración

Es una de las promesas más simbólicas y polémicas de Trump: levantar un gran muro a lo largo de toda la frontera con México para detener el pasaje clandestino de personas y drogas y obligar al vecino del sur a pagar por él.

Aunque autoridades mexicanas han rechazado la posibilidad de aportar un solo centavo por el muro, Trump insiste desde su elección en que la construcción comenzará poco después de su asunción, con dinero de EE. UU. que luego México reembolsará de algún modo a definir.

Según observadores, esto supone otra fuente de tensión entre los dos países, sería ineficaz contra el narcotráfico y pondría en riesgo las vidas de muchos inmigrantes que buscarían pasos más peligrosos para entrar a EE. UU. de cualquier forma.

"La verdad es que con muro o sin muro en la frontera mexicana, la pobreza no necesita pasaporte para viajar", sostuvo el expresidente costarricense Arias. "Eso lo saben los europeos, porque a los pobres no los detiene el Mediterráneo y tampoco los detendrá un muro".

La eficacia del muro ha sido puesta en duda por el propio hombre elegido por Trump para encabezar el poderoso Departamento de Seguridad Interior de su gobierno: el general retirado John Kelly.

"Una barrera física en y por sí misma no va a hacer el trabajo", admitió Kelly en una comisión del Senado este mes, durante una audiencia para confirmar su nombramiento en el cargo.

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Agregó que deberá haber una "defensa estratificada", que incluya sensores, mayor personal de vigilancia fronteriza y un trabajo junto con México y otros países latinoamericanos desde donde emigra gente en busca de más seguridad y oportunidades económicas.

De todos modos, Trump ha prometido deportar hasta tres millones de inmigrantes indocumentados al inicio de su gobierno, deteniendo a los que tienen antecedentes penales, que según expertos son muchos menos que esa cantidad.

La estrategia antidrogas

La nominación de Kelly por parte de Trump planteó de inmediato la pregunta de si Washington también cambiará su estrategia de combate al narcotráfico, volviendo a la noción de una "guerra contra las drogas".

Kelly es considerado un conocedor de América Latina por haber liderado el Comando Sur estadounidense.

Y tras su nominación al Departamento de Seguridad Interior ofreció algunas pistas de cuál debe ser la estrategia antidrogas de EE. UU., con palabras que evocan la vieja política de "guerra" impulsada desde Washington.

"La seguridad de la frontera comienza 1.500 millas al sur del río Grande en las selvas de América Latina", escribió en respuesta a un cuestionario antes de su audiencia de confirmación en el Senado.

A su juicio, "la erradicación de la coca y las amapolas en la región es esencial, así como la destrucción de los laboratorios de producción de drogas y la interdicción del producto final en cargas de una tonelada métrica y más".

"También debemos ayudar a las devastadas repúblicas centroamericanas como lo hicimos con los colombianos bajo el tremendamente exitoso Plan Colombia", indicó el general.

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La cuestión es que actualmente el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y otros líderes de la región sugieren repensar alternativas a la estrategia de "guerra" a las drogas, que consideran dañina.

Uruguay se convirtió en el 2013 en el primer país que legalizó el cultivo y venta de marihuana, sin que el gobierno de Obama haya objetado públicamente esa política.

Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, un centro de análisis regional con sede en Washington, indicó recientemente a BBC Mundo que las diferencias entre la estrategia más flexible o tradicional en la política de drogas podría generar cierta "tensión" en el hemisferio.

La tortura y los derechos humanos

"La tortura funciona", dijo Trump durante la campaña electoral y criticó a Obama por haber prohibido la técnica del ahogo inducido en interrogatorios a detenidos, y prometió reinstalarla contra miembros de Estado Islámico.

Tras ser elegido, sugirió en una entrevista con el diario The New York Times que su opinión podría cambiar por haber mantenido una charla con el general James Mattis, su nominado como secretario de Defensa, quien le dijo que se oponía a la tortura.

Además, el hombre que eligió para liderar la agencia central de inteligencia (CIA), el representante Mike Pompeo, descartó ante legisladores cumplir con una eventual orden de Trump para reinstalar técnicas de interrogatorios consideradas tortura.

Pero el triunfo de Trump inquieta a defensores de los derechos humanos por la influencia que puede tener en el mundo la llegada a la Casa Blanca de alguien que ven como una amenaza a los derechos y garantías constitucionales, sobre todo de minorías.

"Los riesgos para América Latina son, primero, replicar este tipo de experiencias y, segundo, que aquellos gobiernos que ya están en manos de líderes populistas, demagogos, sientan que en la práctica hay una especie de luz verde para gobernar de ese modo", dijo José Miguel Vivanco, director de la división de las Américas de Human Rights Watch.

"Si Trump cumple lo que ha prometido, lamentablemente EE. UU. pierde la autoridad moral para criticar a otros gobiernos por sus prácticas en derechos humanos", añadió Vivanco en diálogo con BBC Mundo.

El acercamiento de EE. UU. y Cuba

La Presidencia de Trump también pondrá un manto de incertidumbre sobre la política de normalización de relaciones entre EE. UU. y Cuba.

Este acercamiento fue iniciado por Obama y el presidente cubano Raúl Castro tras más de medio siglo de animosidad entre sus países, pero fue señalado por Trump como demasiado benévolo con la isla comunista.

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Trump afirmó en la campaña que revertirá las órdenes ejecutivas de Obama respecto a Cuba "a menos que el régimen de Castro cumpla nuestras demandas", que "incluyen libertad religiosa y política para el pueblo cubano y la liberación de presos políticos".

"Si Cuba no está dispuesta a hacer un mejor trato para el pueblo cubano, el pueblo cubano-estadounidense y EE. UU. como un todo, pondré fin al trato", indicó luego de ser electo en su cuenta de Twitter.

Su nominado para ser secretario de Estado, Rex Tillerson, dijo además al Senado que Trump iniciará "una revisión exhaustiva" de la relación con Cuba.

Sin embargo, tampoco está claro cómo manejará este tema Trump, que al inicio de la campaña pareció apoyar el restablecimiento de las relaciones con Cuba y podría ver oportunidades de negocios en la isla.

El gobierno cubano respondió esta semana a través de Josefina Vidal, una de sus principales negociadoras con Washington.

"Agresión, presión, condiciones, imposiciones no funcionan con Cuba. Esa no es la manera de tratar de tener una relación mínimamente civilizada", dijo Vidal al diario británico The Guardian.

Pero ¿es posible que haya marcha atrás para los lazos tendidos entre Washington y La Habana? "Como casi todos los cambios hechos por la administración Obama son sólo mediante acciones ejecutivas de varios tipos, en teoría pueden ser revertidos", dijo Ben Raderstorf, analista de Diálogo Interamericano, a BBC Mundo.

Los cambios podrían ir desde imponer restricciones a viajes o exportaciones hasta romper las relaciones diplomáticas, pasando por colocar nuevamente a Cuba en la lista de países que patrocinan el terrorismo.

Pero Raderstorf señaló que la isla ha rechazado la idea de negociar concesiones y "si Trump quiere avanzar buscando un mejor trato con los cubanos, lo más probable es que los cubanos respondan muy negativamente".