Home

Mundo

Artículo

CON ESOS AMIGOS ...

Tratando de defender a Reagan, McFarlane lo enreda más en el Irangate

15 de junio de 1987

Robert McFarlane, consejero de Seguridad Nacional del presidente Reagan entre 1983 y 1985, ha enredado aún más la posición del Presidente en el tan sonado escándalo Irán-contras, al rendir su declaración ante la comisión conjunta del Congreso norteamericano que investiga el asunto.
En una nueva confirmación de que no hay cuña que apriete mejor que la del mismo palo, McFarlane confirmó que el Presidente tenía un conocimiento bastante completo de las actividades que el Consejo Nacional de Seguridad, bajo la dirección de su asesor, el coronel Oliver North, desarrolló para montar una compleja red que incluía la venta de armas a Irán, el suministro de los fondos provenientes de esas ventas a los rebeldes nicaraguenses, la solicitud de donaciones de países amigos del área árabe para esos combatientes, y aún la negociación de la liberación de los rehenes norteamericanos en el Líbano a cambio de un millón de dólares por cada uno.
Antes de la audiencia, los observadores estimaban que las declaraciones de McFarlane iban a ser una defensa abierta del Presidente, habida cuenta de sus antecedentes como uno de los funcionarios más allegados a él. El resultado no ha sido tan claro. Todo parece indicar que si a Reagan le va mal con los enemigos, con los amigos le pasa exactamente lo mismo.
Según dijo McFarlane ante la comisión, no sólo Reagan estuvo enterado de la operación secreta que pretendía la negociación de la libertad de los rehenes del Líbano, sino que le había dado su aprobación personal. El punto que molesta a ciertos sectores de la opinión pública norteamericana son las reiteradas declaraciones públicas de Reagan de que la política de Estados Unidos es no negociar a ningún precio con secuestradores y terroristas.
Otras revelaciones de McFarlane, quien trató de suicidarse en febrero de este año, pusieron al descubierto que Reagan estaba profundamente involucrado en los esfuerzos por mantener el movimiento "contra" de Nicaragua en pie, en una época en que el Congreso había prohibido expresamente la ayuda norteamericana a los rebeldes. Tanto, que según el declarante, el propio presidente Reagan habría solicitado personalmente ayuda económica al rey Fahd, de Arabia Saudita.
Otra revelación que causó estupor en medio del Congreso fue que el coronel North, principal responsable de las maniobras secretas, le había dicho en los primeros días del escándalo, que iba a dar una "fiesta de romper papeles", refiriéndose a la destrucción que aparentemente efectuó de todos, o casi todos los documentos que podrían resultar comprometedores, algo que podría resultar en cargos penales contra North, por tratarse de documentos de propiedad del Estado.
Las declaraciones de McFarlane prometen alborotar mucho más, si cabe el avispero del escándalo Iráncontras. Pero el último episodio de este le ha dado al asunto un tinte definitivamente risible. Uno de los amigos árabes de Estados Unidos, el sultanato de Brunei, en su afán por congraciarse con Reagan, resolvió donar la friolera de diez millones de dólares para la causa "contra" y transfirió la suma a una cuenta que el coronel North había abierto al efecto en Suiza. Pero por un error que, por otra parte le puede pasar a cualquiera, la transferencia de fondos se hizo a una cuenta equivocada, que resultó ser de un magnate naviero. En un principio este creyó que se trataba de fondos resultantes de la venta de uno de sus barcos, y no advirtió el error. Los de Brunei tampoco parecieron preocuparse mucho, pues, entre otras cosas, el Sultán es según algunos, el hombre más rico del mundo, y 10 millones de dólares no le mueven un pelo. El enredo vino a aclararse por virtud de los esfuerzos del banco, el Credit Suisse, que congeló las cuentas del hombre de negocios quien, por su parte, no hizo el menor esfuerzo por quedarse con la lotería que le había tocado y accedió de inmediato a devolver los dólares involucrados.--