Home

Mundo

Artículo

Litvinenko tuvo una muerte dolorosa, había perdido sus defensas y tenía dañada la médula ósea

Rusia

Con litio radiactivo

El envenenamiento de un crítico del Presidente ruso tiene escandalizada a Europa. El veneno está de moda para acallar opositores de Moscú.

25 de noviembre de 2006

El ex espía ruso y contradictor de Moscú,Alexander Litvinenko, envenenado el primero de noviembre en Londres, murió en forma dramática en la noche del viernes. Este caso, del cual se ha hecho cargo Scotland Yard, amenaza las relaciones entre Gran Bretaña y Rusia, porque Litvinenko era ciudadano británico desde hace un mes. Pero sobre todo, proyecta sombras sobre el presidente, Vladimir Putin, a quien muchos ya ven como un dictador digno de la era zarista.

Litvinenko, ex coronel de la antigua KGB, se exilió en el Reino Unido hace seis años con su esposa y una hija. Coautor del libro El FSB dinamita a Rusia (The FSB Blowing Up Russia), Litvinenko ganó protagonismo cuando reveló los abusos y el ascenso al poder de los miembros de la KGB liderados por Putin, quien fue jefe de ese organismo de seguridad. Acusaba al Servicio Federal de Seguridad (FSB), heredera de la KGB, del asesinato de la periodista Anna Politkovskaya, de las bombas en apartamentos de Moscú que mataron a más de 300 personas, de la masacre en la escuela de Beslan y de ordenar la muerte del millonario Boris Berezovsky, radicado en Londres, que sigue vivo porque el propio Litvinenko recibió la orden y se negó a cumplirla.

"No me cabe duda, el de Litvinenko fue ordenado por el Estado ruso porque criticaba a Putin", dijo a la BBC Oleg Gordievsky, ex jefe de la KGB en la embajada soviética en Londres. El ex espía italiano Mario Scaramella, amigo de Litvinenko, asegura que los responsables son "la mafia rusa y funcionarios corruptos del gobierno que tenían motivos para silenciar a Alexander".

Los médicos admiten que quizá jamás se sepa la sustancia que envenenó a Litvinenko, que perdió todo el cabello, no comía desde el primero de noviembre y vomitaba sin parar, con la médula ósea dañada. "Sea talio, talio radiactivo u otra sustancia, el veneno es una 'tradición' muy rusa para exterminar a los enemigos. Rasputín murió envenenado en 1916; luego, en tiempos de Stalin, se crearon laboratorios para diseñar potentes venenos; en 1947, el diplomático sueco Raoul Wallenberg fue ejecutado en la cárcel con veneno, y en 1957 y 1959 fueron envenenados los dirigentes ucranianos Lev Rebet y Stepan Bandera", dijo a SEMANA el historiador Thierry Closen, de la Université d'Angers, de Francia.

Los últimos atentados con veneno en Europa también apuntan a la KGB y al FSB. En 1980, el disidente búlgaro Gueorgui Markov murió al ser pinchado en Londres con la punta envenenada de un paraguas. En 2003, el líder de la guerrilla chechena, Amir Hatab, murió por una carta cuyo papel tenía un poderoso veneno. Ese mismo año, el premier de Chechenia, Anatoli Popov, sufrió un envenenamiento, pero se salvó gracias a los médicos de un hospital de Moscú. La propia Politkovskaya sobrevivió a un envenenamiento en 2004 cuando iba a cubrir la toma de rehenes en Beslan. Y el episodio más sonado fue el del hoy presidente de Ucrania, Víctor Yúschenko, en 2004.

Ante la andanada de críticas, el portavoz del Servicio Exterior de Inteligencia ruso (SVR), Serguéi Ivanov, indicó que no son más que "habladurías" y aseguró que los servicios secretos rusos "no han vuelto a recurrir a la eliminación física de sus enemigos desde 1959" cuando el líder ucraniano Bander fue envenenado. Pero este caso amenaza con desatar la mayor crisis entre Moscú y el resto de Europa, pues Litvinenko recibió su pasaporte británico pocos días antes de ser envenenado.

"Blair y otros dirigentes tienen miedo a las repercusiones sobre las relaciones de Rusia con la Unión Europea, justo cuando Europa cuenta con los suministros de energía rusos y existía un gran acercamiento entre Putin y la Unión Europea, con lo cual una congelación de relaciones con Rusia podría traer consecuencias desastrosas", dijo a SEMANA el analista Didier Agulhon, del Instituto de Estudios Europeos de Bruselas. Y mientras tanto, Litvinenko murió.