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CON LOS DIAS CONTADOS

Con la rebelión del Kosovo, el país se pone al borde de la disolución.

5 de marzo de 1990

En Yugoslavia las cosas estan pasando de castaño a oscuro. La "expansión del Islam", que es la piedra de toque de la rebelión de los habitantes de la región del Kosovo, es sólo uno de los problemas que enfrenta ese país que en realidad es una confederación más o menos cohesionada desde su constitución tras la Primera Guerra Mundial.
El problema consiste en que en los últimos 40 años la unidad del país estaba cifrada en la existencia de un líder, Josip Broz (Tito) y de un partido, la Liga Nacional de Comunistas. Pero desde 1980 Tito ya no está para cobijar con su presencia de prócer a ese estado multinacional, compuesto por más de 12 grupos étnicos con tres religiones y cuatro idiomas principales. Para peor, desde la semana anterior la única fuerza unitaria que quedaba (el comunismo) se dividió en tendencias regionalistas irreconciliables. Las dificultades que la presidencia colegiada de Belgrado encuentra para mantener algo parecido a una organización nacional comienzan con las reglas que rigen la confederación, que en tiempos de Tito funcionaban como un reloj pero que ahora son el terreno abonado para la disolución del país. En efecto, cuando el mariscal vivía no eran concebibles divergencias tan radicales como las que se dan ahora en el área comunista (pluralismo vs. partido único, centralismo vs. descentralización, economía de mercado vs. economía planificada) y eso hace que las instituciones yugoslavas, que incluyen, por ejemplo, que las decisiones que afectan a la totalidad del país sean tomadas por consenso de las repúblicas, resulten totalmente inadecuadas para los tiempos que corren.
Y es que aunque tienen derechos iguales en materia política, las seis repúblicas ostentan grandes diferencias en cuanto a su grado de bienestar.El norte desarrollado, católico y prooccidental está separado por un abismo del sur pobre, cristiano ortodoxo y musulmán. Las disputas entre albanenses de Kosovo (provincia limítrofe con Albania) y serbios, de estos con los croatas, y muchas otras combinaciones, hacen que el país se haya vuelto virtualmente ingobernable, con el agravante de que los movimientos políticos se mantienen divididos porque las lealtades regionales cruzan todas las barreras ideológicas.
En esas condiciones, son los croatas y los eslovenos, quienes viven en la parte más "europea" del país, quienes piden mayor apertura hacia Occidente, mientras Serbia, que ocupa la mayor extensión y tiene la mayor población, quisiera mantener un régimen más conservador, sobre la conciencia colectiva, semejante a la de los rusos en la URSS, de que fue alrededor de Serbia que se creó a Yugoslavia y por tanto les corresponde una mayor tajada en su destino histórico.
La igualdad de derechos políticos lleva a absurdos como que Montenegro, que tiene el 2,5% de la población, tenga el mismo peso que Serbia, que tiene el 38%. Pero si ese desequilibrio institucional ya es un campo minado, lo es más la rebelión de los albaneses étnicos del Kosovo, en donde se ventilan animadversiones históricas que se remontan hasta la existencia del imperio otomano. El problema que ocupa las primeras planas de los periódicos comenzó el pasado 24 de enero, cuando una manifestación de 10 mil albaneses en Pristina degeneró en un levantamiento generalizado. Los manifestantes pedían elecciones libres, la dimisión de las autoridades serbias que gobiernan la provincia y la constitución de una república independiente.
Las cosas tomaron otro color cuando Serbia acusó a Croacia y a Eslovenia de promover las protestas de las mínorias albanesas en Kosovo. Los albaneses odian a sus vecinos serbios y en particular a su presidente Slobodan Milosevic (de gran popularidad en Belgrado), a quien reclaman la supresión de su autonomía y su anexión a Serbia. Sin embargo, parecen perfilarse dos movimientos paralelos. Uno que lucha por los cambios demócraticos en la región, encabezado por intelectuales de prestigio, y otro que ha optado por la violencia y cuyas metas tienen carácter revanchista, nacionalista y musulmán. La situación de Kosovo al final de la semana pasada era cada vez más tensa y comenzaba a hablarse de movimientos guerrilleros que serían apoyados por los hermanos albaneses de detrás de la frontera. Una situación que, en el conjunto de problemas que atraviesa Yugoslavia, podría ser el detonante de la disolución del país.