Home

Mundo

Artículo

CON UN ABOGADO DEL DIABLO

Habla con SEMANA el hombre que fuera clave en el éxito legal de Nicaragua en la Corte de La Haya.

25 de junio de 1984

El jurista norteamericano Paul Reichler, 36 años, demócrata, graduado en la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard, quien durante cinco años ha sido consejero legal de Nicaragua, preparó la tesis jurídica en que se basó la petición nicaraguense ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. En entrevista exclusiva con SEMANA, en Washington, el profesional expone sus puntos de vista sobre la demanda y el fallo de la alta Corte.
SEMANA: ¿No considera que las hondas brechas que separan a los gobiernos de Estados Unidos y Nicaragua podrían irse acortando si el sandinismo aceptara de veras la idea de una sociedad pluralista?
PAUL REICHLER: Conozco muy bien a los líderes sandinistas, a las principales autoridades del gobierno de Nicaragua, con quienes debo reunirme con frecuencia. Tomás Borge, Daniel y Humberto Ortega, Miguel D'Escoto, han buscado siempre el diálogo con Estados Unidos. Lo que ocurre es que no quieren ser títeres de Moscú, La Habana, o Washington. Los anima el legítimo anhelo de afirmar la independencia y soberanía de su país, que tiene una historia muy triste, en que Estados Unidos prácticamente los mantuvo ocupados por décadas a través de la dinastía de los Somoza, utilizando a la Guardia Nacional. Es una historia de la intervención más descarada.
Creo que la administración Reagan busca pretextos para seguir con su "guerra encubierta", que ya dejó de ser un secreto. No le interesa la democracia, la libertad de prensa, los derechos humanos en Nicaragua. Eso lo dice de los dientes hacia afuera. Lo que quiere son gobiernos genuflexos, militares o con una fachada democrática y controlados por las Fuerzas Armadas como en Honduras, El Salvador y Guatemala. En Nicaragua, pese a todas las dificultades, se está promoviendo la democracia. El próximo 4 de noviembre celebrará comicios libres, secretos, informados, por sufragio universal. ¿Qué busca entonces la administración Reagan?
S.: Estados Unidos, varios países de Europa Occidental y de América Latina miran con escepticismo las elecciones que anuncia el gobierno sandinista, pues la oposición carece de garantías, no tiene acceso a la televisión, hay censura de prensa y los líderes de diversos partidos, que estuvieron con la revolución, como Arturo Cruz y Alfonso Robelo, señalan que ese acto sólo será una mascarada. ¿Qué opina usted?
P.R.: No creo que haya tanto escepticismo respecto a las elecciones de Nicaragua. El Presidente Reagan y sus partidarios mas recalcitrantes no aceptarán jamás el resultado de esos comicios, aunque sean los más limpios del mundo, porque eso les impediría continuar con su política militarista, de amedrentamiento. Basta un análisis de la ley de elecciones de Nicaragua para darse cuenta que es una de la más liberales del hemisferio. Además, hay nueve partidos de oposición, con plenos derechos, con acceso a los medios de comunicación. El gobierno levantó la censura de prensa y dictó un decreto de amnistía que me atrevería a decir que favorece a un noventa por ciento de "los contras", aproximadamente dieciocho mil hombres. Lo único que se les exige es que depongan las armas para reincorporarse a la vida civil, tomar parte en las elecciones y de estimarlo conveniente, cualquiera de ellos postule a la presidencia, a la vicepresidencia o a la Asamblea Constituyente. Algunos de los líderes de la insurrección están excluidos del decreto de amnistía. Representan menos del uno por ciento de las fuerzas totales, en su mayoría ex-oficiales que pertenecieron a la Guardia Nacional y Edén Pastora ("Comandante Cero"), que son traidores y con cargos criminales pendientes. Pero el ex miembro de la Junta de Gobierno, Arturo Cruz o el ex presidente del Banco Central, Alfredo César tienen las puertas abiertas y pueden aspirar a la presidencia. Son elementos moderados, democráticos, que no toman parte en actividades insurgentes.
El diario La Prensa publica manifiestos de los partidos opositores, entrevista a los adversarios del gobierno. Todo esto que señalo tiene que saberlo la administración Reagan, que distorsiona los hechos y en vez de la diplomacia, del esfuerzo honesto de entablar un diálogo, prefiera la práctica del terrorismo internacional.
S.: Usted no ha respondido mi pregunta sobre la actitud de los países de América Latina y de Europa Occidental. Además, ya que hace referencia a Edén Pastora, motejándolo de traidor, él le hace el mismo cargo a Tomás Borge, a los hermanos Ortega, a la cúpula del sandinismo. Dice lo que dicen muchos: que en Nicaragua se cambió una dictadura por otra. ¿No es eso efectivo?
P. R.: La situación de Nicaragua es el mejor barómetro para darse cuenta de quién está mintiendo y quién está diciendo la verdad. Hay pluralismo, calendario electoral. El sandinismo ya cursó invitaciones a organismos internacionales -las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos-, a representantes de gobiernos y de partidos políticos de diversas partes del mundo para que vayan a observar el desarrollo de la campaña y de las elecciones. Nicaragua no tiene nada que esconder. El problema radica en la campaña de falsedades de la administración Reagan, que tiene enorme influencia en su estrategia de distorsiones a escala internacional. Washington hace denodados esfuerzos presionando a los gobiernos de Europa Occidental, a sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte para que dejen a Nicaragua entregada a su suerte. Y como si eso fuera poco, viola la soberanía y la integridad territorial de Nicaragua, las Cartas de la ONU y de la OEA, dirije, financia y entrena a un ejército mercenario que ataca a la población civil y a objetivos económicos. Ese instrumento de agresión, que ahora encabeza la CIA con sus oficiales y agentes, ha dejado un saldo de más de mil 400 muertos, sobre mil 700 heridos y un número aproximado de mil 800 secuestrados, en su mayoria civiles. Los daños económicos superan el billón de dólares. Las operaciones encubiertas del gobierno Reagan y de la CIA cobran una mayor dimensión a partir de septiembre de 1983, al quedar demostrado que el plan original de "la guerra mercenaria" no lograba sus objetivos: control efectivo de parte importante del territorio nicaraguense para que "los contras" establecieran un gobierno provisional. Entonces, se busca liquidar la economía de una país subdesarrollado, muy vulnerable. Queda claro que Estados Unidos busca aislar a Nicaragua del resto del mundo, dificultándole la exportación y la importación de bienes que necesita para su sobrevivencia. Todo eso lo señalamos en la Corte Internacional de Justicia. Estados Unidos se empecina en la política de Goliat frente a David, no le deja espacios a Nicaragua, impidiendo con su fuerza y su gravitación un entendimiento en los organismos internacionales. Por eso Nicaragua llevó su acusación a un foro neutral, respetado, que falla en conciencia. La Corte Internacional de Justicia representa una garantía y allí Nicaragua demostró ampliamente y de una vez por todas, que Estados Unidos interviene en sus asuntos internos. La administración Reagan no negó sus actividades encubiertas ni trato de justificarlas, basando sus argumentaciones en la falta de competencia de la Corte. Es un admisión tácita de culpabilidad.
S.: ¿Cuál es su valoración del veredicto de la Corte Internacional de Justicia ante la demanda de Nicaragua?
P. R.: Estoy muy satisfecho por el dictamen de la Corte. En esta fase del juicio constituye un triunfo de la razón sobre la fuerza. El alto tribunal respaldó todas las medidas precautelativas que solicitara Nicaragua y sus 15 miembros, incluído el juez norteamericano, votaron en contra de las actividades ilegales de Estados Unidos. La decisión de La Haya no sólo representa una victoria moral para Nicaragua sino también un afianzamiento del respeto al Derecho Internacional y a la paz mundial. Si Estados Unidos cumple la orden de la Corte, como espero que lo haga, dará un paso significativo que afirme una convivencia internacional inspirada en la buena fe y la honestidad.