Home

Mundo

Artículo

CONTRAATAQUE

Bush viaja a Polonia y Hungría a estimular reformas democráticas.

14 de agosto de 1989


Que el mundo se haya acostumbrado a ver a Mijail Gorbachov en gira de buena voluntad por los países capitalistas, es una de las novedades de la era del glasnost. Pero el espectáculo de un presidente norteamericano de visita en los países de la órbita comunista, no es algo que hoy resulte aún tan familiar. Por eso, la presencia la semana pasada de George Bush en Polonia y Hungría tuvo el sabor de un contraataque de relaciones públicas.

De hecho, Bush regresó de Europa Oriental con un kilo de duraznos y un pedazo del alambrado de púas como "trofeos tangibles" de la "revolución" que está cambiando, en su parecer, la historia europea. El alambrado de púas, que arrancó un sargento hungaro de la desmantelada cortina entre Austria y Hungría, le fue ofrecido por el primer ministro húngaro, Niklos Nemeth, con la esperanza, según dice la inscripción, de que un día "Todos los muros espirituales y materiales de las naciones caigan". Los duraznos los compró el presidente en un puesto del mercado callejero de Budapest, y los pagó de su propio bolsillo. El gesto televisivo estaba destinado a estimular, en forma simbólica, el nuevo curso capitalista de Hungría, pero corrió el peligro de convertirse en un chasco cuando los norteamericanos supieron que la mayoría de los puestos de ese mercado son estatales. Pero para fortuna de Bush, el de los duraznos era privado, según aclararon precipitadamente sus colaboradores.

El otro souvenir, el del alambre de púas, resultó muy apropiado ante el mensaje de su visita a Hungría: "La Cortina de Hierro se está desmoronando". Pero el trofeo de alambre no le resultó gratuito. Los húngaros recibieron la promesa de un "fondo de ayudas" para inversiones industriales de US$25 millones, una gota en el mar de las deudas internacionales aunque, como dijo un observador francés, "mucho por un pedazo de alambre". Bush concedió además a Hungría la cláusula de "Nación favorecida", a cambio de las reformas al régimen de emigración y a las exportaciones. Eso significa que ese país se convertirá en la primera nación del bloque socialista que gozará de las mayores consideraciones comerciales de Estados Unidos, porque será la primera en permitir a sus ciudadanos el libre tránsito por sus fronteras.

Con el fin de explicar su fórmula para abrirse camino en la competencia capitalista ("Ayúdense solos que Estados Unidos los ayuda", les dijo días antes a los polacos), Bush escogió un lugar más que simbólico, la facultad de economía de la Universidad Karl Marx. Allí ilustró el tratamiento "diferenciado" con cada país que es hoy por hoy, la llamada "doctrina" Bush. Mientras a los polacos, dos días antes les habló de "solidaridad", predicándoles "austeridad, sacrificios y autodisciplina", a los húngaros les prometió que Estados Unidos se convertirá en un verdadero socio, no sólo comercial sino cultural, con la apertura de un centro cultural en Budapest, la capital, y con el intercambio de cursos y profesores de las distintas universidades norteamericanas.

Bush demostró que en la carrera por ganar la mayor influencia mundial, el presidente estadounidense puede asumir un papel más agresivo. Pero para muchos observadores la comparación resultó inevitable: es claro que frente a la figura ágil y desenvuelta de Mijail Gorbachov, George Bush aún tiene bastante camino por recorrer.--