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Las víctimas son pequeños comerciantes de sectores informales. | Foto: Stock.xchng

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Exportaron el crédito 'gota a gota' a Honduras

Los créditos otorgados por supuestos colombianos a pequeños comerciantes en ese país alimentan un negocio ilegal que no ha podido ser controlado por las autoridades.

25 de mayo de 2015

Mientras las autoridades colombianas se las ingenian para combatir los famosos préstamos ‘gota a gota’, en Honduras prestamistas identificados como ‘los colombianos’, ofrecen créditos con altos intereses en las principales ciudades de esa nación.

El fenómeno se ha convertido en el dolor de cabeza no sólo para los hondureños, que terminan seducidos por la facilidad de los préstamos, sino también para las autoridades que no saben cómo frenar el crecimiento de este mercado ilegal.

Una investigación del diario La Tribuna (Honduras) descubrió, en Tegucigalpa, que los supuestos ‘colombianos’ hacen microcréditos a comerciantes de la economía informal que necesitan créditos exprés, sin documentación y engorrosos trámites. “A uno le prestan al 20 % y el dinero hay que pagarlo en 23 días, de 1.500 lempiras (170.000 pesos colombianos) yo pagaba como 90 diarios, cuando uno no puede pagar un día, únicamente le alargan la cuota”, comentó uno de ellos.

Pese a los exorbitantes intereses que cobran, la modalidad se ha convertido en la salida más fácil para acceder al dinero. Para obtenerlos basta una fotocopia de la cédula de identidad y la firma de un talonario de cuotas. Eso es suficiente para que al día siguiente se gire el dinero.

Las víctimas son pequeños comerciantes de sectores informales como vendedores ambulantes y dueños de puestos en las plazas de mercado. Incluso, uno de los entrevistados aseguró que las vendedoras de la tercera edad, personas con bajo nivel educativo y quienes no pueden hacer balances y calcular los porcentajes, son el blanco preferido de los prestamistas.

No sólo hombres integran la red. Mujeres de nacionalidad colombiana también estarían involucradas en el negocio. De hecho, algunos comerciantes relataron que “una mujer es la que se encarga de los cobros”.

Testimonios recogidos por el rotativo aseguran que estos prestamistas recurren a las amenazas a quienes no cumplen. Otros, en contravía de esas posiciones, aplauden esta actividad ilegal porque, según ellos, suplen necesidades apremiantes.

“El Gobierno pide demasiados requisitos, mientras que los colombianos sólo solicitan la fotocopia de identidad y al siguiente día dan el dinero que lo pagamos en 24 días”, dice uno de los entrevistados a La Tribuna.

El fenómeno se ha salido de las manos de las autoridades. Además de Tegucigalpa, algo similar sucede en Santa Cruz, Cortés, Olancho y Campamento. Incluso, en algunas de esas regiones se habla de víctimas mortales por casos de incumplimientos.

Lo preocupante del caso es que al parecer, se trata de un fenómeno de vieja data. “Tengo como cinco años de trabajar con ellos. Aquí presta una señora que le decimos ‘la colombiana’. Yo le quito 5.000 lempiras al mes, la espero como si fuera sueldo y le doy 23 cuotas diarias menos los domingos”, dice una vendedora de Marcala.

¿Tras de ladrón bufón?

La radiografía del problema que enfrenta Honduras se percibe en Tegucigalpa, la capital del país, donde los comerciantes denunciaron ser objeto de extorsiones por parte de los grupos ilegales de origen colombiano. Lo preocupante es que varios ciudadanos le contaron al diario que además de los préstamos, han sido obligados a cancelar dinero que no han pedido prestado.

“Una señora que no quiso ser identificada indicó que los prestamistas colombianos le están quitando el sueño junto a su familia, porque de 1.000 lempiras que le prestaron, ahora le están cobrando 32.000”, dice La Tribuna.

Como consecuencia de la informalidad de los préstamos, ella, como otros ciudadanos, ha denunciado talonarios adulterados, por lo que muchos se han visto amenazados. “Mejor pague, señora, porque si no, mis jefes van a venir a 'pelarla'”, le dicen los prestamistas.

El mayor reto para las autoridades es arrebatarles la caja menor a estas organizaciones criminales, que ha pasado de mano en mano: hondureños, salvadoreños, mexicanos y colombianos que se reparten el botín que alimentan con la economía informal.