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Almagro pagó un alto costo político en su país por su osadía. | Foto: A.F.P.

VENEZUELA

OEA respira un segundo aire

Luis Almagro logró que el Consejo de la OEA escuchara su informe sobre la democracia venezolana, pero no que se aplicara la Carta Democrática. Pero la relevancia del organismo regional sigue en cuidados intensivos.

25 de junio de 2016

Aunque la sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA sobre la crisis en Venezuela terminó sin decidir acerca de aplicar la Carta Democrática a esa nación, el país bolivariano perdió. El secretario general Luis Almagro se salió con la suya, porque logró que los Estados miembros aceptaran considerar su extenso informe sobre el gobierno de Nicolás Maduro, y dejar sobre la mesa el tema del drama de los venezolanos.

Los embajadores escucharon el duro informe en el que llamó a celebrar el referendo revocatorio impulsado por la oposición y a liberar a los presos políticos. Pero la sesión terminó sin considerar la aplicación de la carta que sanciona y hasta suspende a un Estado miembro que haya roto el orden democrático. De todas maneras, para algunos analistas la oposición venezolana se anotó un gran triunfo. Aunque los países prefirieron esperar el resultado de los esfuerzos del grupo de expresidentes que tratan de mediar, el tema quedó abierto y el Consejo Permanente tendrá que manifestarse en una nueva sesión.

Pero si en Washington las cosas le salieron bien, Almagro está pagando un duro precio político por su osadía. El día anterior, la Dirección Nacional del Movimiento de Participación Popular (MPP) de Uruguay, el partido de Almagro, consideró que, con sus posiciones sobre Venezuela, el secretario se “autoexcluyó del MPP por desarrollar una práctica política contraria” a esta organización.

Almagro fue canciller del gobierno de José Mujica (2005-2010), pero a diferencia del presidente, no provenía de la guerrilla tupamara. Comenzó en la política en el Partido Blanco, o Nacional, uno de los dos tradicionales de Uruguay. En sus inicios, Mujica también se identificaba con un ala progresista de ese partido, que abandonó para radicalizarse y fundar el Movimiento Tupamaros en los años sesenta. En 2005, cuando el Frente Amplio (FA), una coalición de izquierda de la cual hace parte el MPP, llegó al gobierno con Tabaré Vázquez, Mujica, entonces ministro de Ganadería, lo designó director de la Unidad de Asuntos Internacionales del ministerio.

En 2007, Almagro fue embajador en China y, con la llegada de Mujica a la Presidencia en 2010, se convirtió en su canciller. Tuvo una mala relación con el gobierno de Cristina Kirchner en Argentina, pero mantuvo un alineamiento total con Hugo Chávez y su canciller Nicolás Maduro. Sin embargo, en 2012 se opuso al ingreso de Venezuela al Mercosur, cuando Paraguay había sido suspendido por la destitución parlamentaria del presidente Fernando Lugo.

Antes de despedirse de la Presidencia, Mujica hizo una campaña regional para promover a su excanciller a la Secretaría General de la OEA. Y el 18 de marzo de 2015, Almagro, electo senador por el MPP, alcanzó ese alto cargo continental.

Ahí empezaron las desavenencias. Cuando recibió al opositor Henrique Capriles, el excanciller Elías Jaua lo tildó de “traidor antivenezolano”. En noviembre de 2015, Almagro envió una carta al Consejo Nacional Electoral de Venezuela para expresar su preocupación sobre las parlamentarias de diciembre y después apoyó la Ley de Amnistía, con la cual la mayoría opositora de la Asamblea Nacional buscaba liberar a los presos políticos.

Mujica, que había hecho malabares entre apoyar y criticar a Almagro, rompió con él por carta: “Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós y me despido”, escribió.

El problema de Almagro es que fue elegido en representación de los gobiernos ‘progresistas’ de la región, que creyeron que de esta manera podrían capturar a la OEA, un organismo desacreditado cuya larga historia que incluye la exclusión de Cuba, el apoyo a la invasión de República Dominicana en 1965 y la falta de apoyo a Argentina durante la guerra de las Malvinas. Pero Almagro terminó actuando de manera independiente, y en todo caso contraria a las expectativas. “Almagro fue propuesto porque era muy importante que hubiera un uruguayo conduciendo esta institución, para que pudiera unirse a los cambios políticos que se estaban dando en Suramérica”, dijo a SEMANA el diputado del MPP Daniel Caggiani.

En otra línea, el problema pudo haber sido su falta de tacto. El diputado José Carlos Mahía, de otro sector del FA, dijo a SEMANA que es correcto “instar a los países al mejor funcionamiento de las instituciones democráticas, y está bien que lo haga la OEA”, pero consideró que “hay un error en llevar esto a enfrentamientos casi personales”.

Habrá que ver cómo termina Almagro: si pasa a la historia como el secretario que se desmarcó de quienes lo consideraban ficha suya y revivió la OEA, o si no logró su cometido de revitalizar al organismo regional, que cada vez más parece un cadáver insepulto.