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Cristina Kirchner llegó al poder con la promesa de "profundizar el cambio"

Argentina

Cristina al poder

En 2007, y por primera vez en la historia, un mandatario le entregó el poder a su primera dama. Pero ella dejó claro que es mucho más que una heredera.

Patricia Lee. Corresponsal de SEMANA en Buenos Aires
15 de diciembre de 2007

Cristina Kirchner, la nueva jefe de Estado de Argentina, ha pedido que la llamen Presidenta, para acostumbrar al país a los nuevos tiempos, en los que las mujeres están ocupando los roles tradicionalmente asignados a los hombres. Y en su posesión, con un estilo muy personal que no excluyó la feminidad, dejó claro que su papel histórico tendrá su sello personalísimo.

Cristina es un fenómeno mundial porque es la primera esposa en suceder a su marido, no como resultado de una herencia o un bien ganancial, tampoco como vicepresidenta, sino como candidata electa. Todo un récord y un logro personal para agregar a la hoja de vida de esta abogada de 54 años, nacida en la ciudad de La Plata, que conoció a un muchacho alto y desgarbado en la universidad, cuando ambos compartían la simpatía política por los Montoneros, en esos temibles y trágicos años 70.

Cuando se casó con Néstor Kirchner en 1975, ninguno de los dos imaginaba que, casi 30 años después, él le pondría a ella la banda presidencial y le entregaría el preciado bastón de mando tallado en plata por el orfebre Pallarols. Durante los violentos años de la dictadura, la pareja se refugió en la provincia de Santa Cruz, donde desarrollaron su actividad como exitosos abogados y donde luego incursionaron en la política, Néstor, como alcalde primero y gobernador desde 1995, y Cristina, como diputada provincial y desde 1995 como diputada y senadora nacional. Con esta experiencia, Cristina tiene su propio capital político, a tal punto que en 2003, cuando su marido fue electo Presidente, ella era mucho más conocida en el país que el ignoto gobernador de Santa Cruz.

Madre de dos hijos, Máximo de 30 años, y Florencia de 17,Cristina se ha hecho famosa por su temperamento fogoso, el pelo largo siempre en su sitio, y sus largas diatribas para demoler a los adversarios. "No soy tan terrible como parezco. Soy buena mina (mujer) y tengo muy buen humor", dijo para una biografía titulada Reina Cristina.

Con la promesa de "profundizar el cambio", Cristina llega, en realidad, para garantizar la continuidad de la dinastía Kirchner. "La elección de Cristina forma parte de un cambio de clima internacional, en América Latina y Europa, pues se buscan nuevas figuras que encarnen los nuevos tiempos. En Argentina, los partidos políticos están en crisis, y la gente busca liderazgos femeninos para neutralizar las frustraciones que los líderes masculinos les han dado", dijo a SEMANA la analista Graciela Römer.

Sin embargo, no hay que olvidar que Cristina "fue la candidata del oficialismo, con un Presidente que llega al final de su mandato con un 60 ó 70 por ciento de imagen positiva, es decir, más alto que antes de las elecciones. Cristina no encarna la demanda de cambio sino de continuidad", agregó.

Aun así, su llegada al poder ha generado expectativas de los que esperan un mantenimiento del crecimiento económico, pero suavizando las aristas más antipáticas del marido. "Habrá algunos cambios de estilo, mayor nivel de diálogo, menor intemperancia, pero los cambios se notarán sobre todo en la política exterior, terreno en el cual Cristina ha demostrado mayor interés", dice Römer.

Es de esperar que la Presidenta repare algunos de los cabos sueltos que deja su marido, como llegar a un arreglo con los deudores del Club de París y con el Fondo Monetario, y que trate de reparar algunos de los entuertos protocolarios típicos de su marido, como cuando no asistió sin aviso a la recepción que organizó la Reina de Holanda en su honor.

También habrá un toque femenino: la faja presidencial para la posesión fue diseñada en la tela elegida por Cristina, las edecanes que la acompañarán desde que despierte hasta que se acueste serán mujeres, y, por supuesto, más glamour, pues mientras Néstor Kirchner no le ponía atención al color de los zapatos, Cristina confiesa que se pinta más que una puerta, y no descuida detalle, desde el Rólex que lleva en la muñeca, hasta las carteras de Louis Vuitton. Porque, más que nada, en Argentina una mujer llegó al poder.