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Cuando las armas que dio EE.UU. dispararon en su contra

Muchos estadounidenses se preguntan si la propuesta de que su gobierno entregue armas a los rebeldes en Libia podría acabar tan mal como en otros episodios del pasado.

Alianza BBC
1 de abril de 2011

Muchos estadounidenses dudan de la conveniencia de que su país entregue armas a los rebeldes libios, a pesar de toda una historia de operaciones similares en otros países que tuvieron efectos no deseados.

La Casa Blanca no ha confirmado las informaciones aparecidas sobre el suministro de armas a los opositores al líder Muamar Gadafi

Y las dudas frente a esta política se extienden, al parecer, a funcionarios del gobierno del presidente Barack Obama.

El jueves, según indicó el diario estadounidense New York Times, el secretario de Defensa Robert Gates rindió declaraciones al Congreso señalando que no creía que su país estuviese planeando entregar armas a los rebeldes, aunque sugirió que Washington no se opondría a que otros países lo hicieran.

Horas antes, señala el mismo diario, un funcionario no identificado había dicho que la secretaria de Estado Hillary Clinton estaba preocupada por posibles vínculos entre algunos de los rebeldes libios y al Qaeda.

Y es que en las últimas tres décadas, varios incidentes en que Estados Unidos suministró armas a movimientos rebeldes dejaron lecciones amargas a la Casa Blanca.

Los casos que evocan peores recuerdos datan de los años ochenta del siglo pasado y se refieren al apoyo a los movimientos opositores anticomunistas en Nicaragua y Afganistán.

El espectro de Bin Laden

Estados Unidos ayudó a engendrar a su enemigo en Afganistán en los años ochenta. El suministro de armas a los islamistas que luchaban contra las tropas invasoras soviéticas fue visto en su momento como una jugada maestra de la estrategia de la Guerra Fría entre Washington y Moscú. Pero tuvo como efecto inesperado ayudar a la creación de una milicia radical antiestadounidense, asociada a Osama bin Laden y al Qaeda.

Todo empezó cuando la Unión Soviética invadió el país en 1979 para evitar la caída de un gobierno aliado amenazado por la oposición islamista de los muyahidines.

La intervención dio origen a una guerra de diez años que causó más de un millón de muertos y cinco millones de refugiados.

Los presidentes estadounidenses Jimmy Carter y Ronald Reagan aprobaron el envío de armas y dinero a los muyahidines. Reagan los denominó "freedom fighters" ("luchadores por la libertad").

A finales de la década de 1980, presionado por la rebelión de los muyahidines, el gobierno de Moscú se vio obligado a cambiar de estrategia en Afganistán y reconocer una derrota, que muchos ven como crucial para entender el desenlace de la Guerra Fría a favor de las naciones occidentales.

El mundo perdió interés por Afganistán cuando las fuerzas soviéticas se retiraron en 1989 pero la guerra civil continuó y encumbró en el poder a los talibanes, en su origen un grupo de teólogos con una versión extrema del islam, que dio amparo a Bin Laden. Algunos de los rebeldes que habían recibido ayuda de EE.UU. para enfrentarse a la Unión Soviética, ahora se unían al extremismo islamista contra Washington.

El 11 de septiembre de 2001, más de dos décadas después del comienzo del apoyo a los muyahidines, Estados Unidos sufrió en su propio territorio un ataque a manos de un grupo que integraba a algunos de quienes fueron en principio sus aliados en Afganistán.

El escándalo de los ochenta

El apoyo de Washington a la Contra nicaragüense durante los años ochenta le costó al entonces mandatario Ronald Reagan el mayor escándalo de su presidencia.

En 1979 la revolución Sandinista derrocó al entonces presidente Anastasio Somoza, miembro de una familia que llevaba décadas en el poder.

La orientación izquierdista de los Sandinistas provocó la hostilidad estadounidense, que los acusó de cercanía con la Unión Soviética y Cuba.

Estados Unidos armó desde 1982 a la guerrilla de los Contras, que se rebelaron contra el gobierno Sandinista.

Enfrentándose a una prohibición del congreso de su país para destinar fondos a los rebeldes de Nicaragua, en 1986, el gobierno de Reagan, secreta e ilegalmente, transfirió a los Contras el dinero obtenido por la venta de armas a Irán, algo también prohibido por un embargo.

Cuando la prensa reveló esta operación, la oposición del Congreso a la financiación de las Contras creció y Washington detuvo su ayuda.

No obstante, al final de la década, los sandinistas cayeron derrotados en las elecciones presidenciales. En opinión de los aliados de Reagan, Washington consiguió indirectamente su objetivo de frenar la expansión del socialismo por Centroamérica.

Sin embargo, como consecuencia de su intervención en Nicaragua, la imagen de Estados Unidos en el mundo, y en especial en América Latina, resultó seriamente afectada.

Y su gobierno se vio afectado por un grave escándalo que, para muchos, opacó de manera determinante el resto de la presidencia de Reagan.