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Barack Obama en su llegada a Cuba. | Foto: EFE

ANÁLISIS

Claves para entender la presencia de Obama en Cuba

El presidente de Estados Unidos encarna todos los odios de los habitantes de la isla por décadas. El internacionalista Carlos Arévalo explica qué significa su viaje y que puede cambiar en adelante.

21 de marzo de 2016

La presencia del Presidente Barack Obama en Cuba, más allá de ser un hecho histórico por las razones que repetidamente han resaltado los medios: un mandatario de esa nacionalidad no ponía un pie en la Isla desde hace 88 años cuando en 1928 Calvin Coolidge pasó revista al, en ese entonces, protectorado norteamericano, lo cierto es que se trata de un hecho político de gran relevancia para su legado.

La visita, desde sus inicios ha estado colmada de simbolismos bilaterales, los cuales continuarán presentándose en el marco de la agenda preparada para la familia Obama, pues, valga la pena aclarar, el Presidente no viajo a la Isla solo, lo acompañan –por supuesto- su esposa Michelle Obama, sus dos hijas y su suegra. Primera evidencia de que ésta no es una visita oficial que tenga un tenor ejecutivo en el que se busquen concretar soluciones a problemas, sino que se trata más bien de un viaje de familia, solidaridad, y reencuentro con un pueblo para el que Obama, en parte encarna todo lo que odian, en parte una voz de esperanza, pero que definitivamente la mayoría simplemente no conoce.

Otro punto destacado, fue el hecho que Raúl Castro no lo recibiera en el aeropuerto, lo cual tiene dos razones: por un lado, no está dispuesto en el protocolo cubano que establece que los Presidentes Extranjeros son recibidos por el Ministro o alguno de los viceministros de Relaciones Exteriores, tal y como se hizo en este caso, aunque, la costumbre ceremonial se ha roto en varias ocasiones, pero sólo a favor de aquellos mandatarios que son considerados cercanos a la Revolución, caso que evidentemente no es el de Barack Obama.

Pero, por otro lado, es un mensaje del Gobierno cubano que pretende demostrar que ésta no es una visita extraordinaria, evitando con ello generar una imagen de sumisión o pleitesía ante el representante de quienes por muchos años han sido vendidos como enemigos del pueblo cubano. Ese objetivo de mostrar la visita de Obama como una más, habría sido mucho más efectivo, si no se hubiesen invertido todos los recursos y esfuerzos que se invirtieron para maquillar La Habana, que se vestirá con su mejor traje por estos tres días.

Como primera parada de la visita (el paso por la sede de su embajada realmente no cuenta), se escogió de manera deliberada la Catedral de La Habana. Con ello, se pretendía agradecer a través de un gesto público, los buenos oficios de la Iglesia Católica en el acercamiento de Estados Unidos y Cuba, que finalmente llevó el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países.

No obstante, de una manera más sutil y al mismo tiempo más profunda, con ese gesto se envió un claro mensaje de respaldo a la lucha por la libertad en la Isla, especialmente por la libertad religiosa, pilar fundamental del liberalismo norteamericano y una de las más restringidas en un sistema comunista.

Para ahondar en los vínculos culturales que unen a las dos naciones, el Presidente Obama presentará una ofrenda floral ante el Memorial de José Martí “El Apóstol de la Independencia de Cuba”, quien, curiosamente, vivió en varias oportunidades en Nueva York, desde donde incluso desplegó su acción política en pro de la libertad del pueblo cubano. Igualmente, se jugará un partido de exhibición de béisbol, considerado el deporte nacional ambos países.

Pero serán dos los momentos cumbres de la visita del Presidente Obama: (1) la reunión con miembros de la sociedad civil en los que se destacan grupos de activistas en Derechos Humanos, y (2) El discurso dirigido al pueblo cubano desde el Gran Teatro Alicia Alonso.

El gesto político del mandatario de visitar La Habana ha sido fuertemente criticado por quienes consideran que su tránsito por la Isla avala las conductas represivas y violatorias de derechos del régimen castrista. Reuniéndose con líderes disidentes de la población civil (si esa actividad no es torpedeada de alguna forma por los hermanos Castro), Barack Obama buscará comprometerse de primera mano con la situación en materia de Derecho Humanos del pueblo cubano, resaltando las discrepancias que frente a ese tema existen entre los dos Gobiernos, y teniendo elementos de juicio que seguramente redundarán en exigencias puntuales y directas a Raúl Castro.

El discurso que proferirá en el antes llamado Gran Teatro de La Habana, promete ser un encuentro con la historia, no sólo por tratarse del mismo lugar desde donde el último presidente que visitó la Isla en 1928 se dirigió a su pueblo -en un contexto muy diferente al que se vive hoy-, sino, porque hace imperativa la analogía de este momento con el célebre discurso que pronunciara el Presidente John F. Kennedy el 26 de junio de 1963 en la Rudolph Wilde Platz de Berlín Occidental, titulado para la posteridad como: Ich bin ein Berliner.

En ese discurso, el inmolado Presidente Kennedy sentenció unas frases que bien podría usar el próximo martes 22 el Presidente Obama: “La libertad es indivisible, y cuando se esclaviza a un hombre, todos los hombres dejan de ser libres.”. Y continuaba, “Todos los hombres libres, donde quiera que vivan, son ciudadanos de Berlín, y por ello, como un hombre libre, me siento orgulloso de pronunciar las palabras Ich bin ein Berliner [yo soy un berlinés]”.

Obama, reconocido por su excepcional capacidad oratoria, si bien ha pronunciado discursos muy importantes a lo largo de sus dos periodos presidenciales, todavía no ha encontrado como Presidente una pieza de alcance universal, tan contundente como lo fue su discurso ante la Convención Nacional del Partido Demócrata del 2004, The Audacity of Hope (La Audacia de la Esperanza), cuando todavía era Senador por el Estado de Illinois.

Este discurso puede ser esa gran oportunidad de inscribir su política exterior con letras doradas en la historia mundial, con toda seguridad Barack Obama no la va a desperdiciar. Así que, con mucha expectativa los ojos del mundo estarán, como lo han estado desde el domingo, en La Habana, y particularmente en la mañana del martes 22 de marzo en su Gran Teatro, ya que, sin duda, se hará historia.

*Profesor de derecho internacional de la Universidad de la Sabana y ex presidente de la Academia Colombiana de Derecho Internacional.