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DANIEL EL TRAVIESO

Con su nuevo estilo y frente a miles de observadores, Ortega se encamina a la reelección.

19 de marzo de 1990

Cuando casi dos millones de electores se acerquen a las urnas de Nicaragua el próximo 25 de febrero, seran diez los candidatos a la presidencia que se disputaran el favor de los votantes en los segundos comicios que se efectuaran en Nicaragua desde el triunfo de la revolución sandinista en julio de 1979. El mismo día serán elegidos, además del presidente y el vicepresidente, los 96 miembros de la Asamblea Nacional y varios cientos de representantes municipales.

En las juntas electorales participaran 21 partidos políticos (tres veces mas que en 1984), de los cuales ocho se lanzaron a la lucha en forma individual y los restantes en dos alianzas polarizadas entre el gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional, que respalda las aspiraciones reeleccionistas del presidente Daniel Ortega y del vicepresidente Sergio Ramirez y la Union Nacional Opositora, una coalicion de 13 partidos que postula la candidatura de Violeta Barrios de Chamorro para la presidencia y de Virgilio Godoy, viejo dirigente del partido liberal independiente, como compañero de formula.

A pesar del gran numero de contendientes, la atención mundial se centra sobre Ortega y Chamorro, quienes son los únicos con posibilidades de triunfar. Una encuesta hecha el mes pasado indicaba que Ortega tendría el 51% de los votos y Violeta el 24%, y todo indica que esa es una tendencia que no parece en camino de cambiar.
Ortega esta en el gobierno desde los primeros dias de la junta sandinista (de la que hizo parte Julieta Chamorro) hasta hoy. En 1984 fue elegida presidente pero los comicios sufrieron graves daños en su credibilidad por el boicoteo de la oposición, que con el alegato de carecer de garantias se retiró de los comicios. Esa actitud, ordenada desde la Casa Blanca en medio de la obsesión del entonces presidente Ronald Reagan contra los sandinistas, dio pie para el escalamiento de la guerra de los Contras financiados por Estados Unidos y justificó el mantenimiento de las sanciones económicas impuestas por la potencia para obligar a "democratizar el país" Gran paradoja, diran algunos, puesto que esos comicios de 1984 contaron a pesar de todo con una abstención del 24%, inferior a cualquiera de la región, y fueron monitoreadas por millares de periodistas y observadores extranjeros.

Independientemente de la mayor a menor representatividad que las elecciones de 1984 significaron para los sandinistas, el gobierno de Daniel Ortega parece dispuesto a evitar que Washington le enfrie de nuevo la fiesta. A pesar de que se han denunciado irregularidades que favorecerian a la campaña oficialista, y que algunas de esas denuncias tienen mucho de cierto, el pasado 12 de febrero el gobierno norteamericano se vió obligado a reconocer que los comicios del 25 se caracterizaran por la limpieza. La liberación de casi 1.200 prisioneros de Nicaragua, anunciada hace casi dos semanas por Ortega y llevada a efecto hace pocos días, se convirtió en un golpe publicitario demoledor. Y aun que los sandinistas no permitieron la entrada al país de una delegacion oficial norteamericana (lo que justificaron con el argumento de que mal podían hacerlo cuando los Estados Unidos sostiene aun a la Contra), los observadores de la ONU, de la OEA del Consejo de Jefes de Estado Libremente Elegidos, que preside Jimmy Carter, han dictaminado que las elecciones serán limpias.

La organización anunciada no parece dejar duda. El uso de 140 computadores, obtenidos mediante convenio de cooperación con Alemania Federal y Esparta, permitirá tener datos preliminares en la misma noche del domingo y el Consejo Supremo Electoral proporcionara copias de los resultados de cada mesa a los observadores nacionales y extranjeros. (La ONU tendrá 400 y la OEA 200 en sus filas).

En esas condiciones, y dado el curso de los acontecimientos, todo indica que Daniel Ortega y los sandinistas celebraran otro triunfo, sin que esta vez se empañe por la sombra de: fraude. Algunos atribuyen su ventaja en las encuestas a que su discurso ha sido esencialmente la pacificación de país, con una aproximación populista y emocional en la que el estilo guerrillero de hace unos años ha dado paso a uno más distendido y humano. La señora Chamorro, cuyo único vínculo con la política era haber sido la esposa de Pedro Joaquin Chamorro, el periodista cuyo asesinato llevo a la caida del dictador Anastasio Somoza, no ha logrado convencer a nadie de que ella y no su compañero de formula es quien llevara los pantalones en el gobierno. Tal vez por eso su esquema de atacar el desempeño económico del sandinismo sin manejar siquiera la terminología más elemental le han restado votos hasta en los más fervientes críticos del régimen.

Y no se trata solamente de que Violeta Chamorro no esté suficientemente preparada para enfrentar una economía destrozada por las sanciones económicas y por los desastres naturales de la década de los setenta (inflación del año pasado:40.000%) Los observadores internacionales dicen también que la invasión de Panamá acabó por elevar las posibilidades de Ortega. Como dijo un analista colombiano, "en ese aspecto, la intervención resultó para los gringos el peor tiro por la culata".-