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El multimillonario Horacio Cartes es el nuevo presidente de Paraguay. El país es uno de los más pobres de América Latina, pues cerca del 50 por ciento de sus habitantes vive en la pobreza. | Foto: AFP

PARAGUAY

De Cartes y de encartes

Horacio Cartes le devolvió la Presidencia al histórico Partido Colorado. Pero generan dudas su anterior indiferencia por la política, sus respuestas cantinflescas y su oscuro pasado.

27 de abril de 2013

El mundo solo parece acordarse de Paraguay muy de vez en cuando. Tiene que morir un dictador, haber un golpe de Estado o que su clase política sorprenda para que el país llegue a las primeras páginas.


Desde el domingo, tras ser elegido presidente, el peculiar empresario multimillonario Horacio Cartes volvió a poner el país en boca de América Latina. No solo porque lo han investigado por contrabando, narcotráfico y lavado de activos, ni por sus cantinfladas en la campaña, sino también porque debe ser uno de los pocos políticos que hasta ese día jamás había votado.

El país estaba en el limbo desde la destitución exprés del presidente de izquierda Fernando Lugo en junio de 2012. Quedaron suspendidos de Mercosur y Unasur por lo que se calificó de “golpe de Estado parlamentario” y el presidente encargado no tenía mucho margen de maniobra. 

Era necesario darle un nuevo aire a su democracia. Pero las cosas no cambian de la noche a la mañana y el Partido Colorado, un dinosaurio que controló a Paraguay por más de seis décadas, también quería recuperar el poder que perdieron en 2008, cuando la alianza de centro-izquierda encabezada por Lugo se los arrebató. 

Y para eso tenían una carta perfecta: Horacio Cartes. Como le dijo a SEMANA el analista político paraguayo Benjamín Fernández este “proyecta un rostro nuevo, asociado al éxito empresarial en un país con un porcentaje alto de pobreza y un partido que tiene su cantera de políticos muy cuestionada”. Aunque novato en la política, Cartes es omnipresente en la vida de los guaraníes.

Cuando toman cerveza, fuman un cigarrillo o se comen un churrasco, probablemente se lo están comprando a Cartes. Si abren una cuenta en el Banco Amambay, le dan a guardar la plata a Cartes. Y cada vez que le hacen fuerza al club de fútbol Libertad, aplauden a Cartes. Así se hizo millonario y creó una imagen de buen administrador. Sin embargo, nunca logró deshacerse de algunos fantasmas.

En los ochenta lo acusaron de estafar al Estado y estuvo preso 60 días, pero después dijo que era perseguido por la dictadura de Alfredo Stroessner. En 2000 las autoridades encontraron un avión brasileño cargado de estupefacientes en una de sus estancias y, para rematar, un cable de Wikileaks de 2010 reveló que la DEA lo vigiló en 2007 por lavado de dinero. 

En Brasil se dice que es la cabeza de una red de tráfico de cigarrillos y uno de los duros de Ciudad del Este, la capital mundial del contrabando. Pero como dijo a SEMANA el decano de Ciencias Jurídicas de la Universidad Autónoma de Asunción, Antonio Soljancic, “no se ha exhibido ninguna prueba que sustente las acusaciones; solo rumores y versiones no confirmados. 

Como jurista debo entender que Cartes está libre de todo pecado”. Con ese argumento se defendió una y otra vez, y logró que los colorados le abrieran las puertas. Eso sí, les tocó cambiar sus estatutos, que prohibían inscribir un presidenciable con menos de tres años de afiliado.  

Así emprendió una campaña llena de tropiezos en la que llegó a ser comparado con un comediante por su habilidad para hablar sin llegar a ningún punto. En una entrevista le preguntaron cuál era su propuesta para la música. Respondió que su sobrina era “la encargada del tema de los discapacitados, de la parte cultural”. 

En un debate indagaron sobre su plan para combatir el contrabando y respondió nervioso: “Cuando esto me lo dijo una senadora, yo le dije: ‘casualmente en este caso, tu primo hermano es nuestro asesor tributario. Todas las preguntas las podrás hacer a él”’. Remató su campaña con un antológico “me pegaría un tiro en las bolas si mi hijo fuera homosexual”. 

Pero, a pesar de ser lo más parecido a un cruce entre Cantinflas y Silvio Berlusconi, nada logró minar la única ambición que le quedaba pendiente: ejercer la política desde lo más alto.?Ahora muchos esperan que esa capacidad de salir adelante, de sortear los obstáculos y de ser un especie de rey Midas guaraní, logre que en un país pobre y con una economía atada al contrabando y la corrupción, todo lo que toque se convierta en oro.