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¿De cuento chino a golpe de suerte?

Qué tanto influye el golpe del 13 de noviembre en la situación política del Perú.

21 de diciembre de 1992

EL VIERNES 13 DE NOVIEMBRE, AMERICA LAtina despertó con una noticia inquietante proveniente de Lima. Informes periodísticos indicaban que se habían detectado movimientos extraños de tropas en los alrededores del palacio presidencial y la salida apresurada del presidente Alberto Fujimori escoltado por un destacamento de soldados.
Esa mañana, un comunicado oficial explicó que el gobierno acababa de aplastar la sedición de un "minusculo grupo de oficiales del Ejército", destinada a tomar la sede del gobierno y asesinar al presidente Alberto Fujimori. Como responsables intelectuales se señaló a tres generales retirados, Jaime Salinas Sedo, José Pastor Vives y Luis Palomino Rodríguez. Con ellos fue arrestado el comandante del Ejército Marcos Zárate Rota, quien se encuentra bajo investigación por narcotráfico. Según el relato oficial, el mayor Hugo Ormeño, segundo al mando del batallón de Policia Militar que cuida el palacio, intentó llegar hasta el presidente con un destacamento de 40 hombres, pero al final sólo pude llevar seis, con quienes fue capturado sin disparar un solo tiro.
Pero muy pronto los partidos de oposición acusaron al gobierno de urdir el golpe para sacar tajada electoral, y rompecabezas oficial comenzó a flaquear. Las piezas no parecian encajar unas por grandes y otras por pequeñas.
Por una parte, se decía que los militares retirados no eran los mas idóneos para dirigir un golpe. Tampoco cuadraba el que varios oficiales fueron capturados en sus casas, donde se encontraban tranquilamente descansando, algo raro en alguien que acaba de perpetrar un golpe militar fallido.
Y cuando el presidente concedió la quinta entrevista a noticieros de televisión y radio y se enfrentó a la segunda rueda de prensa en sólo dos días, resultó evidente que Fujimori estaba interesado en algo más que el derecho de información.
A pesar de los vehementes argumentos de los partidos de oposición como el social demócrata APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) resultaba claro que los del presidente, apesar de ser fragmentarios, no eran inverosímiles. En sus múltiples ruedas de prensa, Fujimori entregó información tan detallada sobre el plan, con tantos nombres, fechas y datos que el espacio para la especulación quedó reducido al mínimo. A mediados de la semana los dirigentes apristas tuvieron que aceptar a regañadientes la realidad del movimiento golpista. Pero quedaban en el misterio los verdaderos motivos del movimiento.
Para explicarlo se abrió paso la tesis de que la actitud de los militares estaba motivada por el deterioro de sus relaciones con la presidencia y animada por los argumentos de los políticos que promueven el voto en blanco . No sólo se trataría del descontento de los militares por los sueldos bajos y por un decreto supremo que ordenó que cualquier oficial desde el grado de mayor hasta el de general de división, puede ser pasado a retiro por la única causal de "renovación" También se mencionaron las tensiones existentes con la Marina a raíz de denuncias de Fujimori por desfalcos millonarios en la agregaduria naval en Washington. La parte más inquietante es que el domingo anterior Fujimori había de nunciado la participación de algunos altos oficiales en el narcotráfico del valle del Alto Huallaga, el proveedor más grande del mundo de hoja de coca.
La misma tesis sostiene que el presidente decidió sacarle partido a la sedición. No sería otra la razón para que el complot, que fue supuestamente conocido por los servicios secretos desde semanas atrás, se dejara desarrollar hasta un punto en el que pudiera ser controlado fácilmente.
Hecho esto, Fujimori se habría encontrado con una lotería de varios premios. Primero, el de darles palo a los militares que estuvieron vinculados con el gobierno de Alan García. Segundo, el de purgar a otros militares incómodos ya fuera por sus vinculaciones con el narcotráfico o por su tendencia a pensar por si mismos. Y tercero y más importante, el de presentarse ante la opinión pública como la víctima de un complot criminal de intereses particulares, una "mano negra" algo tan amplio que podría abarcar a cualquiera, desde el narcotráfico hasta el APRA.
Pero se trata de una situación de doble filo. Ese premio le llegó cuando las encuestas venían señalando la consistente declinación de las listas de Fujimori de cara a las elecciones de Asamblea Legislativa. De seguir las cosas como iban, la lista presidencial encabezada por su exministro Jaime Yoshiyama bordeaba tan sólo el 40 porciento de la intención de voto. Según eso, Fujimori no alcanzaría la mayoría absoluta en la nueva Asamblea Constituyente, convocada para reemplazar al Congreso cerrado en el autogolpe del 5 de abril y reformar la Carta Magna. Los opositores que no boicotearon la elección no han ocultado su intención de destituirle si logran mayoría en la Asamblea. Si eso fuera asi, Fujimori se habra puesto la soga al cuello.
Por otra parte, los partidos omo el APRA y Acción Popular optaron por boicotear los comicios con el argumento de que Fujimori prepara un fraude- y no tiene legitimidad para convocarlos y en la esperanza de que los votos blancos superen el 50 por ciento. Fujimori sabe que la ofensiva de Sendero Luminoso para sabotear las elecciones podría ayudar a ese boicoteo, por lo que el frustrado complot militar de la semana anterior se convirtió en su herramienta para polarizar al electorado a su favor.
Al cierre de esta edición no se sabían los resultados del domingo pasado, pero había unanimidad entre los analistas en el sentido de que el manejo publicitario dado a los sucesos de la semana anterior tendrían mucho que ver al final.