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DE MAL EN PEOR

El secuestro de un importante banquero vuelve a subrayar que México está todavía en el Tercer Mundo.

18 de abril de 1994

JUSTO CUANDO DE LA MAno de Carlos Salinas de Gortari, y ayudado por el Tratado de Libre Comercio (TLC), México se aprestaba a entrar en el club de los países industrializados, una serie de acontecimientos se ha convertido en un recordatorio de que son muchos los problemas que siguen sin resolverse.
La última manifestación se dio con el secuestro del poderoso banquero Alfredo Harp, perpetrado el lunes 14 de marzo, hecho que produjo un efecto negativo en la Bolsa de Valores y en otros índices de una economía ya suficientemente afectada por el levantamiento campesino del estado sureño de Chiapas.
Las especulaciones se apoderaron inmediatamente del país. Unas versiones recordaron que el nombre de Harp estaba incluido entre los 150 ciudadanos mexicanos secuestrables, que formaba parte de una lista de empresarios latinoamericanos que apareció en Nicaragua el pasado 2 de julio, poco después de que hiciera explosión un depósito de armas de propiedad de una facción de la guerrilla de El Salvador.
Para algunos, eso demuestra la existencia de un complot internacional para desestabilizar al país, sobre todo en la medida en que en la misma lista aparecía también el primo de Hart, el multimillonario Carlos Slim, propietario de Teléfonos de México, entre otras empresas monopolísticas. La presencia de la organización terrorista vasca ETA en la preparación de la lista. detectada por los organismos internacionales de seguridad, no hace más que añadir picante a la situación.
Lo cierto es que en medio de la temporada electoral (las elecciones presidenciales tendrán lugar el 21 de agosto próximo), el tema del secuestro se convierte en un dolor de cabeza más para el presidente Salinas. Pero también hay quienes piensan que el secuestro de Harp podría ser una manifestación más de un fenómeno de delincuencia común, que ha cobrado rescate por más de dos mil personas en los últimos dos años.


RUMORES CONFIRMADOS

HASTA LA SEMANA PASADA la posibilidad de que saliera un nuevo candidato para la presidencia de México estaba en el terreno de las especulaciones. En el centro de las mismas se encontraba Manuel Camacho Solís, un ex alcalde de Ciudad de México convertido en negociador con los rebeldes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Camacho Solis terminó de romper las reglas de la política eleccionaria mexicana cuando volvió a admitir que aspiró a la nominación para la candidatura del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y no negó la posibilidad de postularse como independiente.
Esa afirmación se convirtió en una bomba ante el hecho que, por primera vez en 65 años, existe en forma palpable la posibilidad de que triunfe un candidato de oposición. El último sondeo, hecho en enero, mostraba una preferencia del 28 por ciento para el candidato oficialista Luis Colosio, un 21 por ciento para el disidente Cuauhtémoc Cárdenas, y un 14 por ciento para el conservador Diego Fernández de Ceballos. Pero el 21 por ciento de los encuestados aseguró que votaría por Camacho si se postulaba, cifra que revela el apoyo que tiene aun sin haberse lanzado.
Una y otra cosa han hecho que la pugna entre Colosio y Camacho haya salido a la luz pública, y se haya manifestado en ataques del equipo del primero contra la gestión administrativa del segundo como alcalde de la capital. Con el telón de fondo del descontento popular, el singular sistema mexicano de sucesión presidencial podría estar llegando a su fin.