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De mal en peor

Combates en las calles y una ola de secuestros de extranjeros conforman el panorama más trágico en Irak desde la invasión estadounidense.

18 de abril de 2004

El proyecto norteamericano de crear en Irak el modelo de democracia árabe se complica con cada día que pasa. Ya no se trata solamente de los antiguos militantes del partido Baath, de Saddam Hussein, que fueron los primeros en atacar las tropas de ocupación. Su actitud era explicable, pues ellos, pertenecientes a la minoría sunita,eran los más afectados con la caída de su líder. Ahora los enemigos también son los chiítas, la mayoría oprimida que tendría que haber sido la más agradecida con la invasión.

En las calles de Faluja, en el triángulo sunita, hay cadáveres llenos de moscas. Desde el 4 de abril, cuando empezaron los enfrentamientos en represalia por el asesinato de unos contratistas quemados y mutilados el 31 de marzo, han caído 70 soldados. Decenas de cuerpos yacían en los hospitales sin que nadie los reclamara, y los iraquíes optaron por enterrar a sus familiares en sus patios y en un par de canchas de fútbol. Nadie quiere salir a la calle y es demasiado peligroso desplazarse hasta el cementerio. Aunque el comando central estadounidense ordenó una tregua, el cerco a la ciudad continuaba y el fuego esporádico seguía atemorizando a los habitantes. En la noche, los francotiradores de las tropas de ocupación tienen orden de disparar a cualquier iraquí en edad militar que salga a la calle. Un informe de AP reveló que muchos civiles que salieron por víveres creyendo que la pesadilla había acabado terminaron muertos. En el blog que Rahul Mahagan publica en Internet desde Faluja se cuenta que las ambulancias reciben disparos y que los habitantes que odiaban a Hussein ya no creen en la supuesta civilización de Europa y Estados Unidos.

Más de 600 iraquíes murieron durante el ataque a Faluja, quizás el peor enfrentamiento de la guerra. El teniente coronel de marines Brennan Byrne aseguró que la mayoría de las víctimas eran insurgentes. Pero según Rafie al Issawi, director del hospital de Faluja, la principal fuente en el conteo de víctimas, la mayoría de muertos fueron mujeres, niños y ancianos. Según dijo a SEMANA la doctora Shara Zaidi, directora del Centro de Derechos Económicos y Sociales, la situación humanitaria está peor que recién 'terminada' la guerra. "La falta de seguridad en el país pone en peligro a los iraquíes y a los trabajadores humanitarios. El personal de los hospitales no puede desplazarse por miedo a la violencia, y los hospitales no pueden funcionar. Las operaciones en Faluja, Kut y Sadr han dejado tantos heridos que tienen abrumado al servicio médico", contó a SEMANA James Jennings, director de Conscience International.

Además de la crisis de Faluja, los militares de la ocupación se enfrentaban a otro frente en las ciudades chiítas, que según preveía Estados Unidos debieron recibir a sus tropas con ramos de flores. En el centro de la rebelión está el clérigo chiíta Moqtada al Sadr, que dirige una milicia conocida como Ejército de Mehdi y para quien no importa morir con tal de que los invasores abandonen su país. Sadr es acusado de participar en el asesinato de un ayatolla chiíta 'moderado', que en el vocabulario político actual significa afín a los intereses de Estados Unidos.

A esa situación se sumó una nueva táctica para presionar la salida de las tropas: el secuestro de civiles extranjeros. Al cierre de esta edición, los rebeldes habían matado al primero de los secuestrados y amenazaban acabar con los demás. Mientras el presidente de Estados Unidos George W. Bush aseguraba en su primera rueda de prensa en varios meses que enviaría una fuerza decisiva a Irak, 30 contratistas de varias nacionalidades seguían en cautiverio.

Para colmo, la esperanza puesta en el reorganizado Ejército iraquí para controlar la situación se desmoronó cuando la semana pasada un batallón entero se negó a dispararles a sus paisanos rebeldes. En la rueda de prensa, Bush reiteró que para el 30 de junio entregaría el poder a los iraquíes. Pero lo cierto es que ese objetivo parece impracticable.

Los errores

El desastre que parece envolver la operación en Irak no es producto de la mala suerte, sino de errores estratégicos. Para empezar, los responsables no planearon la restauración del poder y la economía. El periódico británico The Guardian ha denunciado la obsesión con el libre mercado y la democracia occidental como un obstáculo para adelantar la transición a un gobierno autónomo iraquí.

Por otro lado, el enfoque de la ocupación se fundamentó en la fuerza militar y en el apoyo de la minoría chiíta. Según explicó a esta revista Richard K. Betts, esto hizo que varios grupos de presión sintieran que la transición al gobierno autónomo iraquí los dejaría en desventaja ante otros grupos. "Al darles preferencia a los kurdos y los expatriados iraquíes en el consejo de gobierno mostraron desdén por los sunitas, que por mucho tiempo habían sido el centro de la vida cívica", dijo Jennings. Los estadounidenses perdieron de vista una verdad histórica: que los chiítas y los sunitas iraquíes pueden odiarse, pero detestan aún más al ocupante extranjero. La prueba fue la aparición en Bagdad de volantes que llaman a la unión contra el invasor.

Otro error fue no considerar la opción de negociar y desplegar una fuerza excesiva que ha generado sentimientos antinorteamericanos. El coronel retirado Dan Smith explicó a esta revista que "el enorme número de muertos en Faluja se debió a que los soldados estadounidenses dispararon a granel". El martes, el periódico londinense The New Telegraph publicó declaraciones escandalosas de un alto comandante británico en Irak que decía que las tácticas estadounidenses son desproporcionadas. "Los estadounidenses ven a los iraquíes como subhumanos (.) su uso de violencia es exagerado", aseguró. Desde el anonimato explicó también al periódico que las tropas británicas no aprobaban esta forma de lucha y que nunca realizarían ataques sobre áreas urbanas desde helicópteros.

Smith también criticó el que las fuerzas de ocupación les hubieran dejado la carga de imponer la ley a la policía y a la defensa civil de Irak (Icdc por sus siglas en inglés.) antes de que estuvieran listos. "De los 77.000 policías, 47.000 no tenían entrenamiento en nuevas técnicas. No tenían medios de comunicación, sistemas de protección personal o vehículos. Por eso muchos abandonaron sus puestos cuando los insurgentes llegaron", dijo.

Qué sigue

Bush quiere solucionar la crisis actual para poder salir de Irak antes de que las bajas de la guerra lo afecten irreparablemente ante el electorado. Su propuesta es por ahora desplegar más tropas. El problema de esta aproximación es que más tropas también implica más blancos de atentados. Por otro lado, con ello se reforzaría la idea del 'síndrome de Vietnam' en la mente de la opinión pública internacional y del electorado estadounidense. Y para colmo, no se solucionaría el problema de la reconstrucción de Irak a largo plazo. "Más tropas darían estabilidad en el corto plazo, pero Estados Unidos no tiene suficientes tropas para lograr un control firme de todo el país", dijo a SEMANA el profesor de la Universidad de Columbia Richard K. Betts. El coronel Smith, por su parte, opina que aunque la idea de las tropas no es tan mala, sería aconsejable retener en suelo iraquí las 20.000 tropas que debían rotar. Esto permitiría contener la ola de ataques en el triángulo sunita y las actividades de la milicia del clérigo Moqtada al Sadr.

Justamente, otra acción que podría calmar a esta milicia sería acabar con la orden de arresto o muerte contra Sadr y dejar que los clérigos decidan sobre qué hacer con él y su milicia. El levantamiento se debió a que esta orden fue percibida como una ofensa contra los chiítas. Sadr no era un líder con muchos seguidores antes de la crisis, pero la forma brutal como Estados Unidos lo ha buscado hizo que se convirtiera para muchos iraquíes en defensor de su fe.

Según los expertos consultados por SEMANA, lo más importante es que Estados Unidos deje de comportarse como la potencia colonizadora y se haga a un lado tanto en la administración política como en los negocios para avanzar hacia la autonomía iraquí. Tendría que darle autoridad a la ONU para que incluya a líderes tribales, religiosos, étnicos en el gobierno de transición. También habría que considerar darles trabajo a los iraquíes y a compañías nacionales y no a contratistas estadounidenses. "Tienen que dejar de dictar la forma de gobierno de Irak, su constitución y su cronograma de elecciones. Deberían devolver la dignidad nacional iraquí", dice Jennings.