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DE MIEDO EN MIEDO

Sin suscitar mayores protestas, Ronald Reagan aprieta su puño de acero contra los sandinistas.

23 de abril de 1984

El que 1984 sea un año de elecciones presidenciales no parece preocupar mucho a la administración Reagan en cuanto a apretar las clavijas en Centroamérica se trata. Al amparo del despliegue que reciben otras noticias, como la batalla entre Hart y Mondale, la negociación del déficit presupuestal en el Congreso o la reforma constitucional sobre las escuelas públicas, Washington ha seguido tensando la cuerda en el área, sin preocuparse mayor cosa por la labor fiscalizadora que en otras épocas ejercieran los medios de comunicación.
Hechos como la intensificación de la presencia militar norteamericana en Honduras (Estados Unidos trasladó nuevos contingentes acantonados en Panamá a la frontera hondureña-nicaraguense y el portaviones América, con 2.800 hombres y 85 aviones de combate, realizará maniobras militares en Centroamérica a partir del 25 de marzo, día de elecciones en El Salvador), el aumento de los ataques de los "contras" en Nicaragua y las elecciones en El Salvador, pasan prácticamente inadvertidos en momentos cruciales para la zona centroamericana.
Tal como dijera un conocido comentarista de televisión hace poco:
"durante estos meses las noticias importantes son tres: política, política y política".
El comportamiento de la prensa ha sido reforzado por una opinión pública que ha perdido interés en el tema. Hace un año, por ejemplo, los comités de apoyo a Centroamérica (red de organizaciones de ciudadanos opuestos a la política de Reagan) patrocinaban filmes y conferencias en decenas de ciudades a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Ahora, muchos de los activistas han dejado los grupos para apoyar decididamente al candidato electoral de sus preferencias. "Aunque eventualmente van a regresar, lo cierto es que Hart y Mondale nos han hecho más daño que cualquier otro", dice con cierta ironía Peggy Mitchell, coordinadora de uno de los grupos de solidaridad con Centroamérica.
Tal combinación de factores le ha permitido a la administración llevar adelante sus objetivos sorteando menos obstáculos de los que tuviera en circunstancias similares con la "oposición" en el Congreso distraída en la carrera presidencial. Reagan ha podido asegurar que la ayuda de la CIA a los "contras" se siga proveyendo sin interrupción (están a punto de recibir otros 21 millones de dólares) y que El Salvador logre otros 93 millones de dólares en equipo y entrenamiento militar. Para no despertar la alarma, la Casa Blanca ha caminado "de puntillas" sobre el tema. La más reciente prueba la dio el pasado lunes 19 cuando hablando ante un grupo de cubanos-americanos Reagan habló de Fidel Castro como un "lobo hambriento" y rechazó la idea de condicionar la ayuda a El Salvador a la mejora en el estado de los derechos humanos en dicho país. Para evitar la atención que en otras circunstancias esto hubiera suscitado, la sesión estuvo cerrada a la prensa y sólo un comunicado escrito transcribió apartes del discurso presidencial, con lo cual el suceso fue relegado a un segundo plano.
Entre los muchos hechos que han pasado desapercibidos hay que destacar la creciente presión militar en Honduras, país que se ha constituído en "cabeza de puente" para controlar el supuesto aprovisionamiento de las guerrillas salvadoreñas y orquestar los golpes de los "contras" hacia Nicaragua. Envalentonados por el respaldo de los Estados Unidos,los militares hondureños se han vuelto tan agresivos con Nicaragua que un corresponsal de la CBS calificó a la situación como "la más tirante en los últimos 15 años", sólo comparable a la "guerra del fútbol" entre Honduras y El Salvador en 1969.
Por su parte, la estrategia de presión sobre Managua se mantiene. Si bien los 18 mil "contras" han logrado escaso progreso en el combate contra los sandinistas (han tenido más éxito en operaciones de mar y aire), en sus esfuerzos por crear problemas en las áreas de importancia económica sí han avanzado. El 20 de marzo, por ejemplo, el carguero soviético "Dulker" fue gravemente averiado cuando estalló una mina a la entrada de Puerto Sandino mientras el barco descargaba petróleo, hiriendo a 5 marinos sovieticos. La mina, había sido colocada por lanchas rápidas del contrarrevolucionario FDN, apoyado por la CIA. Tal incidente, obligó al canciller soviético Andrd Gromyko, a entregar en Moscú una nota en la que declaró al gobierno de Washington responsable de lo que calificó de "grave delito (y) acto de bandidaje y piratería". El Departamento de Estado norteamericano al rechazar tal cargo, acusó a la URSS de "alentar el conflicto" en el área "por lo que los soviéticos no están en situación de poder responsabilizar a otros por el incremento de la violencia allí".
El gobierno de Managua, ante la tensa situación, inició una nueva ofensiva diplomática. Daniel Ortega, viajó a México, Henry Ruiz se fue a Moscú y Sergio Ramírez emprendio gira por Libia e Irán. Ortega tratará de urgir una resolución diplomática del grupo de Contadora y Ramírez buscará armas y dinero en los dos países que visitará. Al mismo tiempo, los sandinistas recibieron de los dirigentes de la Internacional Socialista González, Brand y Palme, apoyo al proceso dectoral del próximo 4 de noviembre.