Home

Mundo

Artículo

DE PASEO POR EL LOUVRE

A pesar de estar en una visita privada, Fidel Castro es recibido por Mitterrand con todos los honores, en una bofetada a Estados Unidos.

17 de abril de 1995

LOS SORPRENDIDOS VISItantes del museo del Louvre, en París, no se imaginaron que iban a llevar para sus casas una foto de ese extraño personaje que, seguido por una estela de personalidades y guardaespaldas, se deleitaba como ellos con la contemplación de siglos de historia. Porque Fidel Castro, así sea para algunos reliquia digna del museo, o para otros leyenda viva de la lucha popular, ya es, para bien o para mal, una figura crucial de la historia de América Latina en el siglo XX.
Una figura que, de regreso de la Cumbre de Desarrollo Social de Copenhague, Dinamarca, fue recibida por el gobierno de François Mitterrand con todos los honores y hospedado en el Hotel Marigny -donde el gobierno francés recibe a sus huéspedes más importantes- a pesar de que se trataba de una visita privada, motivada por la invitación del secretario general de la Unesco, el español Federico Mayor Zaragoza.
El principesco recibimiento prodigado a Castro motivó las iras de los sectores más conservadores de la política francesa, pero estas no alcanzaron a opacar el fondo de esa actitud: el rechazo del gobierno de Mitterrand al bloqueo impuesto por Estados Unidos a Cuba desde 1962, un rechazo que es compartido por la mayor parte de los países que conforman la Comunidad Europea.
A pesar del alto grado de simbolismo de la visita, con los besos de la primera dama Danielle Mitterrand y el cordial almuerzo con el presidente, la actitud francesa para con Cuba va más allá del saliente gobierno socialista del Elíseo. En las últimas semanas se produjeron las visitas a la isla de Jean Pierre Desgeorges, presidente del Consejo de l Empresariado Francés y del famoso modisto Pierre Cardin; el primero para la construcción de un complejo de 600 apartamentos que serán los primeros que podrán comprar extranjeros en Cuba, y el segundo para la apertura en la isla de un exclusivo restaurante Maxim's. Porque en la era posrevolucionaria, para la salvación de sus conquistas sociales, los cubanos podrán pasear frente a esos lujos, así no puedan disfrutarlos.