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El primer ministro británico se somete por segunda vez a consideración de su partido, sólo que esta vez parece que le tocó bailar con la fea.

31 de julio de 1995

JOHN MAJOR, EL PRIMER ministro británico, ya conoce la historia que ocupa las primeras planas de los diarios ingleses. Hace cinco años recorrió el mismo camino, entonces era el 'gallo tapado' que venció a la legendaria Margaret Thatcher. Hoy es su continuidad en la cima del gobierno la que está en duda.
La semana pasada Major presentó su renuncia al liderazgo del partido conservador británico con el propósito de unificar a sus miembros, cesar los rumores y evitar una derrota en los comicios del próximo año. Su dimisión lo somete a las complicadas reglas de su colectividad: debe presentarse a una nueva elección y vencer a su contendor, el secretario de Gales, John Redwood, por un margen del 15 por ciento de la votación de los 329 legisladores. De no lograrlo, deberá acudir a una segunda vuelta, en la cual la pelea es a otro precio.
Entre los seguros contendientes para esa segunda votación se encuentran Michael Heseltine, quien actualmente se desempeña como secretario de Comercio e Industria y que hace un lustro desafió a la Thatcher en la primera vuelta, y el secretario de Trabajo, Michael Portillo. Cualquiera de los dos puede recibir el apoyo de los insatisfechos parlamentarios conservadores y darle la estocada al actual primer ministro. En este espectro político hay un personaje que, a pesar de no aspirar a la magistratura, está en el centro del debate y se asemeja a un fantasma clamando venganza: la Thatcher. Parece que ya le está pasando la cuenta de cobro a Major. En un principio respaldó su nombre porque no había nadie más. Posteriormente premió con sus afectos a Redwood, con quien comparte su escepticismo sobre la Unión Europea, pues el tema de la moneda única tiene a varios con caras largas en las filas conservadoras. Sin embargo, en la recta final no se sabe por quién se decidirá la Dama de Hierro. Por lo pronto, The Economist, en su edición del 17 de junio, le hizo una comparación con su adversario Helsetine y las diferencias encontradas por el semanario no parecían tan infranqueables.
En la votación del 4 de julio se sabrá si Major logró su propósito de reunificar su colectividad o si, por el contrario. la historia se repite, pero con los prótagonistas en papeles diferentes, dándole -de paso- la oportunidad a Margaret Thatcher e sacarse un clavo que lleva atravesado desde hace cinco años.