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Néstor Kirchner durante la posesión del mandato de su esposa Cristina Fernández. | Foto: EFE

ANÁLISIS

Después de Kirchner: ¿Ahora qué? O mejor, ¿ahora quién?

Tras la muerte de Néstor Kirchner, el vacío de poder que queda es vasto, tanto para el peronismo como para la nación Argentina. Ahora sí comienza el momento de Cristina.

Por Margarita Batlle*, especial para Semana.com
27 de octubre de 2010

¿Y ahora qué? O más bien ¿ahora quién? Ese es el principal interrogante que, a partir de a mañana de este miércoles atípico, se plantean los argentinos. Este día se celebra en el país el censo nacional y por esta razón los ciudadanos no han acudido a sus trabajos y los comercios permanecen cerrados, como cualquier domingo o festivo. Cerca de las 9.30 de la mañana (hora local de Argentina) los medios de comunicación dieron la impactante noticia del deceso de Néstor Kirchner.

Si bien los problemas cardíacos del ex mandatario eran de público conocimiento pues sólo en este año 2010 había sufrido dos intervenciones, una en la carótida en febrero y otra para solucionar una obstrucción en la coronaria en septiembre, el contexto político del país hizo que la noticia cayera como un balde de agua fría.

Kirchner llegó a la Presidencia en el año 2003, luego de que, desde la crisis de diciembre de 2001 que acabó con la renuncia del entonces presidente Fernando De la Rúa, se sucedieran 4 mandatarios en pocos días. En ese sentido, las jornadas posteriores a dicho conflicto resultan clave para comprender la manera en que se re estructuró la Argentina post crisis y el papel de Kirchner en dicho proceso acaecido durante la última década.

Para 2003, el escenario político electoral estaba conformado por una Unión Cívica Radical (partido del saliente De la Rúa y tradicional en la política argentina) deslegitimado, una oposición débil y una sociedad desilusionada. Además, la salida de la convertibilidad junto con el llamado “corralito financiero” que bloqueó el acceso a las cuentas de los ciudadanos, planteaban una gran incertidumbre sobre cuáles serían las consecuencias económicas en el corto y mediano plazo.

En este contexto, las elecciones presidenciales de 2003 dieron lugar a un tipo de competencia que no había sido frecuente en el país: el enfrentamiento de candidaturas al interior de un mismo partido. El peronismo no logró designar un candidato de consenso para la Presidencia sino que decidió presentar tres candidaturas bajo su órbita. La elección se configuró entonces, como una consulta interna peronista sobre la que debían decidir todos los ciudadanos, dando lugar al enfrentamiento de tres personajes: Carlos Menem, Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá. El primero, ex presidente de la república y el símbolo más claro de la vieja política, y los otros dos simbolizaban el poder siempre determinante de los caudillos locales. Por los otros partidos, se presentaron dos ex radicales, lo que ubicaba a la competencia en el marco de partidos tradicionales y que dominaron el país desde mediados del siglo XX: peronistas y radicales.

La fragmentación peronista respondía, en gran medida, a la dificultad de consensuar una opción única para aquellos sectores que exigían un recambio de líderes y proyectos en el marco de arduas negociaciones por cuotas de poder al interior de un movimiento en busca de un único líder. En este contexto, Kirchner logró identificar las demandas de la ciudadanía y apostó mostrarse como el único capaz de satisfacerlas. No lo hizo apelando al partido, ni a Juan Domingo Perón, ni a su propia militancia, sino a él mismo como líder serio y gobernante eficaz a la vez que exponente de la renovación del partido y de la política.

Sin embargo, Kirchner logró solamente una cifra cercana al 20 por ciento de los votos, razón por la que se determinó la celebración de una segunda vuelta en la que competiría con el ex presidente Menem. Éste último decidió no presentarse y, con un escaso apoyo electoral, Kirchner fue consagrado presidente de la República. Una vez en el sillón presidencial, Kirchner debía construir un poder propio. Éste se asentó en la creación de un liderazgo firme y la reconfiguración de la figura presidencial, procesos que irían de la mano para que lograra romper con otros sectores peronistas y empezar a construir bases propias. Estos apoyos vendrían de sectores muy diferenciados: del peronismo, de la oposición, de las organizaciones sociales como piqueteros y sindicalistas y organizaciones de derechos humanos, entre otros.

Una vez cooptados los sectores partidistas, Kirchner tomó decisiones fundamentales relacionadas con cuestiones de derechos humanos. Entre éstas, retomó los juicios a los militares que actuaron durante la dictadura que azotó al país entre 1976 y 1982y convirtió a la Escuela de Mecánica de la Armada (que funcionó como centro clandestino de detención durante la citada dictadura) en un “Museo de la memoria”, lo que permitió poner nuevamente la lucha por los derechos humanos en el centro de la escena y sumar a las asociaciones, como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a su proyecto de construcción de poder. Además, el entonces presidente gozaba de un contexto internacional económicamente favorable que le permitió aumentar las arcas del Estado y gobernar en ese sentido.

La construcción de poder y lo logros alcanzados le permitieron completar su gobierno y convertirse en una figura polarizante en el marco del discurso de quién no está conmigo, está en mi contra, muy en boga en América Latina en esta época. Su caudal político y dominio de una de las fracciones más dinámicas del partido contribuyó, entre otras cosas, a allanar el camino para el éxito de la candidatura de su esposa y ex senadora, Cristina Fernández.

Durante el gobierno de ésta, Néstor Kirchner continuó siendo un personaje influyente, de los más importantes en la política nacional, enfrentándose de manera enérgica a la oposición y defendiendo sus proyectos políticos a capa y espada con mucha convicción y con poco diálogo. Entre los conflictos más sonados se encuentra el enfrentamiento con el “campo” por temas relacionados con el aumento en las retenciones a la exportación de los productores; los enfrentamientos con los medios de comunicación relacionados con la redacción de una nueva ley de medios que deroga una aprobada durante la dictadura y el conflicto desatado alrededor de la empresa productora de papel periódico, Papel Prensa.

El año próximo se celebrarán nuevas elecciones presidenciales en Argentina y hasta la mañana del día de hoy el país veía al ex presidente como el candidato más opcionado para ocupar nuevamente la Presidencia. Esta noticia inesperada plantea diversos interrogantes relacionados con el futuro del país en diferentes frentes: ¿qué pasará con la conducción del peronismo, el partido más importante del país?, ¿qué decisión tomará la presidenta respecto a una posible candidatura? Y, sobre todo, ¿cómo se resolverá el vacío de poder que deja la muerte de Néstor Kirchner? En Argentina, las opiniones concuerdan en algo: Ahora sí, es el momento de Cristina.


*Margarita Batlle es Docente Investigadora de la Universidad Externado de Colombia