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DIVORCIO A LA CANADIENSE

La provincia de Quebec esta más cerca que nunca de separarse de Canadá.

2 de julio de 1990

La situación de la provincia de Quebec ante el resto de Canadá se parece a la de una pareja que luego de vivir muchos años sin casarse, trata de formalizar su contrato matrimonial, y encuentra que hay más motivos para separarse que para continuar. La comparación está en boca de millones de canadienses que observan, desde ambos lados de la disputa, la mayor crisis de la unidad canadiense desde los años 70.
El tema de la separación de la provincia francohablante de Quebec ha gravitado sobre la unidad política del país casi desde cuando Francia reconoció la dominación británica del Canadá en 1763. Los ingleses trataron de asimilar a sus habitantes, pero fue tal su fracaso que se vieron obligados a reconocer las instituciones franco-canadienses en 1774. Desde entonces, la principal bandera de los "quebecois" ha sido la lucha por el mantenimiento de la cultura francesa de sus antepasados, lo que con alguna frecuencia ha llevado a que se proclame su independencia del resto de Canadá, cuya población está compuesta mayoritariamente por anglosajones.
Esa lucha, sin embargo, había entrado en una especie de hibernación desde 1970, cuando algunos actos terroristas rompieron la tradición pacifista de los asuntos internos del país y llevaron al gobierno a declarar el estado de guerra. En esos días aun resonaba el eco de la famosa frase del presidente francés Charles De Gaulle, quien en 1967 exclamó en visita oficial al Canadá" ! Viva Quebec libre !".
Las cosas comenzaron a complicarse desde 1982, cuando se redactó el proyecto de constitución al levantarse formalmente la supremacía de la corona británica sobre Canadá. Sin embargo, esa carta fundamental no fue suscrita por el gobierno de Quebec, con el argumento de que sU texto vulneraba las instituciones francesas tan preciadas por sus habitantes.
Esa negativa continuó pesando sobre la Constitución hasta que ascendió al poder el conservador progresista Brian Mulroney, actual primer ministro. Mulroney se crió en Quebec, donde se hizo bilingue, y por su conocimiento personal del problema se propuso lograr la integración plena de la provincia con el resto del país. Para ello, no sólo promovió la carrera política de Lucien Bouchard, un viejo amigo suyo que había sido militante separatista en los años 70, sino que negoció personalmente con los representantes de Quebec una reforma a la Constitución (llamado Acuerdo de Meech Lake) para preservar su estatus especial.
Ese acuerdo, logrado en 1987, requiere sin embargo que las demás provincias lo ratifiquen antes del próximo 23 de junio. Pero Manitoba, New Brunswick y Newfoundland,eminentemente anglosajonas, se negaron a ratificarlo. Para esos gobiernos provinciales, el tratamiento especial dado a Quebec podría lleva a que allá se adoptaran disposiciones violatorias de los derechos de los pobladores de origen distinto del francés, que constituyen 1,5 de los 6 millones de habitantes de la provincia.
Esa negativa encendió la crisis . Viendo que el acuerdo motivo de su orgullo estaba a punto de terminar en la papelera, Mulroney organizó un comité parlamentario para que determinara cúales nuevas concesiones lograrían aflojar la posición de las provincias anglohablantes. Pero eso, a su turno, causó las iras de los activistas de Quebec, para quienes cualquier adición al acuerdo sería un desmedro para el estatus especial de su provincia.
Por estas razones Lucien Bouchard, quien en el primer período de Mulroney había sido embajador en Francia y últimamente era ministro del Medio Ambiente, renunció a su cargo y a su afiliación al partido conservador Progresista. La salida de Bouchard se convirtió en un serio revés para Mulroney, para quien la presencia de su amigo en el gobierno simbolizaba sus esfuerzos por solucionar el problema de Quebec.
Hoy, por el contrario, la unidad del país se ve mas amenazada que nunca. Bouchard describió la situación al afirmar que "la paranoia domina a este país. Ni Quebec confía en Canadá inglesa ni esta confía en Quebec". Esta vez, al contrario del movimiento de los 70, la separación parece promovida desde los niveles dirigentes de la sociedad, que disipan entre la población las dudas sobre el costo económico que representaría la independencia. Para la muestra Claude Beland, presidente de Mouvement Desjardins, una de las instituciones financieras más grandes de Quebec, a firma que "el daño esta hecho. Hemos recibido el mensaje sobre la forma como la Canadá inglesa se siente acerca de Quebec, y es la demostracion de que no se trata de un matrimonio por amor. Quebec debería aprender de inmediato a vivir por sí solo".
Pero además, el ambiente popular en Quebec parece haber cambiado a favor de la separación. Al contrario del referéndum de 1980, cuando el 60% de los habitantes de Quebec votaron en contra de separarse de Canada, las encuestas actuales muestran que el 60% favorece la "asociación soberana", lo que para muchos significa autonomía política con vínculos económicos. Lo que es aún más diciente, a la pregunta de si preferirían independencia a secas, el 48% de los encuestados respondió afirmativamente.
Aunque la tensión política ha llegado a extremos, en Ottawa nadie parece esperar que se traduzca en desórdenes populares. Los canadienses se estremecieron al ver en la TV las escenas de un pequeño grupo de anglohablantes que pisoteaban una bandera de Quebec y el asunto fue descrito como un episodio aislado. Sin embargo, algunos analistas señalan preocupados que los antecedentes históricos indican que las fronteras de los países no se crean ni modifican sin que corra sangre de por medio. Por lo pronto, los canadienses rechazan cualquier comparación del caso de Quebec con el de Lituania, pero todo indica que sus dirigentes estan dispuestos, como sus homólogos balticos, a llevar muy lejos a su movimiento. Porque como dijo el premier "quebecois" Robert Bourassa, al considerar inaceptables las últimas propuestas de Mulroney, "la Canada inglesa no entiende a Quebec".