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Donald Trump y Siria: Ataque en Caliente

Donald Trump se metió en un campo minado al bombardear la base aérea desde donde partió el ataque químico contra una provincia rebelde de Siria. Su apuesta es arriesgada y el tiro podría salirle por la culata.

8 de abril de 2017

Niños con espuma en la boca tratando inútilmente de respirar. Un padre destrozado por el dolor con sus dos bebés muertos entre sus brazos. Decenas de cadáveres alineados en una calle de una ciudad destrozada. Como sacadas del infierno, estas imágenes mostraron hasta dónde ha llegado la guerra de Siria. Y en particular el régimen de Bashar Al Asad, cuyo Ejército es el principal sospechoso del ataque del martes con gas sarín en la provincia de Idlib, donde se han concentrado buena parte de las milicias que tratan de derrocarlo desde que comenzó la guerra civil de ese país, hace cinco años. La ofensiva dejó 85 muertos, más de 200 personas enfermas o heridas, y una gran indignación mundial.

Por eso la respuesta de Donald Trump de lanzar 59 misiles el viernes en la madrugada a la base aérea de Shayrat pareció proporcional, pues desde allí habrían despegado los aviones que ejecutaron los ataques. Como él mismo dijo en mensaje grabado en su club de Mar-a-Lago, en medio de la cumbre con el presidente chino, Xi Jinping: “Ningún hijo del Señor debería jamás sufrir ese espanto”. De hecho, la primera consecuencia de esa acción es que resulta muy improbable que Al Asad vuelva a recurrir a este tipo de armas, que su gobierno juró haber destruido hace cuatro años, cuando Barack Obama decidió no intervenir a cambio de que las entregaran.

Varios gobiernos aliados o cercanos a Estados Unidos apoyaron su decisión, como Alemania, Francia, Israel, Turquía, Australia, Japón, Reino Unido, España, Jordania, Arabia Saudita, la Unión Europea y Canadá, cuyo primer ministro, Justin Trudeau, resumió lo que muchos piensan en un corto comunicado de prensa. “El uso de armas químicas del presidente Al Asad y los crímenes que el régimen sirio ha cometido contra su propia gente no pueden ser ignorados”, dijo.

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Sin embargo, las buenas noticias podrían terminar allí, pues la decisión de Trump de intervenir en la guerra civil más compleja y sangrienta de las últimas décadas puede tener consecuencias insospechadas. Y las razones tienen que ver con la manera como tomó la decisión, con las consecuencias que esta puede tener para la política exterior ante Rusia, y las fuerzas que hay sobre el terreno en las guerras de Oriente Medio.

No hay estrategia

Todo indica que Trump tomó una decisión impulsiva, tras ver las desgarradoras imágenes del ataque. Como dijo en los jardines de la Casa Blanca durante la visita oficial del rey Abdalá II de Jordania, “el ataque de ayer contra los niños me dejó muy pero muy impactado. Fue una cosa horrible, horrible”. Aunque esa reacción refleja lo que cualquier persona siente ante lo que sucedió en Idlib, también contrasta con la actitud que el presidente mostró en 2013, cuando un ataque similar dejó miles de muertos en las afueras de Damasco.

En ese entonces, muchos sectores presionaron al presidente Barack Obama a atacar al gobierno sirio porque Al Asad había cruzado la ‘línea roja’ al usar armas químicas contra su pueblo. Sin embargo, el propio Trump se oponía, y trinó en septiembre de ese año más de diez mensajes contra una intervención armada. “Presidente Obama, no ataque a Siria. Guarde su ‘pólvora’ para otro día”, decía uno de ellos. “Si nuestro tonto líder ataca Siria, muchas cosas malas van a pasar y en esa pelea Estados Unidos no tienen nada que ganar”, decía en otro.

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A su vez, Trump acusó en la campaña a Obama y a la candidata y ex secretaria de Estado, Hillary Clinton, de dejarse llevar por un idealismo ingenuo y de agravar la situación de Oriente Medio con sus intervenciones militares. A su vez, insistió en que la prioridad de su país era derrotar al Estado Islámico (Isis), y que derrocar a Al Asad era secundario. Tras ganar la Presidencia, dejó incluso entender que podría colaborar con Siria para derrotar a los terroristas y en los días previos al ataque del martes ya se hablaba de millones de dólares para que su gobierno reconstruyera el país.

El bombardeo ocurrió en medio de las pesquisas sobre la intervención rusa a favor de Trump en las elecciones del año pasado


De hecho, el ataque confirma las sospechas de que el presidente actúa por sus impulsos, así eso signifique traicionar sus planteamientos anteriores, como la política de no intervenir en conflictos ajenos y sobre todo su lema de campaña de poner siempre a su país primero (“America First”). Y aunque a los países democráticos les queda muy difícil criticar la decisión de castigar a un monstruo como Al Asad, muchos han expresado prudencia ante la posibilidad de que esto marque un precedente peligroso.

En concreto, temen que Trump adquiera la costumbre de disparar sus misiles hacia los países en los que cree que se están cometiendo acciones indignantes sin antes analizar profundamente las consecuencias. Y eso por no hablar de consultar a las Naciones Unidas o pedirle permiso al Congreso de su país, dos condiciones legales que no se le pasaron por la cabeza al magnate y tienen a muchos dudando de la legalidad del ataque.

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A su vez, una acción similar podría tener consecuencias catastróficas en un país con capacidad nuclear, como Corea del Norte, o con un ejército numeroso que ya está diseminado en las principales guerras de Oriente Medio, como el de Irán. Lo grave es que ambos países ya están en la mira de la Casa Blanca.

¿Qué dice Rusia?

El bombardeo del jueves tuvo lugar en medio de las pesquisas del FBI y del resto de las agencias de inteligencia gringas sobre la intervención rusa a favor de Trump en las elecciones del año pasado, por lo que no faltaron voces que lo atribuyeron a la necesidad de Trump de cambiar la agenda y marcar distancia con ese país. De hecho, otro efecto de la situación de esta semana es que para los detractores de Trump va a ser más difícil presentar a su gobierno como una marioneta de Putin, lo que le va a dar un mayor margen de maniobra dentro de su país. A su vez, es previsible que la caída de la popularidad del magnate se detenga y que incluso cambie de tendencia.

En todo caso, el gobierno de Rusia (lo mismo que el de Irán) criticó con severidad el ataque y anunció algunas medidas. El jueves, poco antes del bombardeo, el embajador encargado de ese país ante las Naciones Unidas, Vladimir Safronkov, dijo que este podía tener “consecuencias negativas” y el portavoz de Vladimir Putin, Dimitri Peskov, afirmó que era un “fuerte golpe” para las relaciones entre los dos países.

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El viernes, el Kremlin suspendió además el pacto para coordinar las operaciones aéreas sobre Siria para evitar encuentros accidentales, pues según Peskov este no tenía sentido cuando había decenas de misiles atravesando el cielo. Y el mismo día, la Cancillería rusa dijo que va a reforzar los sistemas antiaéreos de Siria y a enviar una fragata al Mediterráneo. Lo cual enturbiaría aún más una situación de por sí confusa, justo cuando el secretario de Estado, Rex Tillerson, se dispone a visitar al presidente Vladimir Putin este martes en Moscú. Por lo pronto, un detalle resulta tranquilizador, al menos a corto plazo: se sabe que Washington informó a Moscú de sus planes y es claro que si Rusia hubiera querido detener los misiles habría podido hacerlo con facilidad.

Al Asad, Isis y los refugiados

Pese a las duras palabras de Trump contra el régimen sirio, el viernes quedó claro, por las declaraciones de varios de sus altos funcionarios, que en su gobierno nadie sabe qué sigue tras la situación de esta semana. El viernes en la tarde, Tillerson ni siquiera tenía claro si la intervención tenía como fin sacar a Al Asad del poder ni si va a haber más ataques como el del martes. Por ahora, la hipótesis más probable es que Trump buscaba mandar a través de sus misiles el mensaje de que no es posible usar armas químicas impunemente.

Y eso contrasta con su decisión de no dejar entrar a Estados Unidos refugiados que huyen de las guerras de Oriente Medio y con su estrategia electoral de presentarlos durante la campaña como un caballo de Troya de Isis. Pues no deja de ser paradójico que el magnate se conmueve con la suerte que estos corren en su país y que al mismo tiempo se opone a las medidas que les ayudan a rehacer sus vidas en otros países. De hecho, su decisión de bombardear la base de Shayrat puede ser contraproducente para sus intereses.

Es paradójico que el magnate se conmueva con la suerte de los sirios al tiempo QUE se opone a que rehagan sus vidas en otros países


En efecto, independientemente de la crueldad de Al Asad, sobre el terreno es claro que la medida favorece a sus enemigos, es decir, a las milicias islamistas que combaten a su Ejército, como Isis. Como dijo el reputado analista internacional Fareed Zakaria, “existe el riesgo de que hayamos actuado como la fuerza aérea de Isis. Pues desde el punto de vista estratégico todo lo que debilite a Asad fortalece a Isis”.

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Y si bien es cierto que Al Asad es el principal responsable de los sufrimientos de su pueblo, también es exacto que Isis los ha utilizado como arma de guerra y que su presencia en Siria e Irak implica que los 5 millones de refugiados que ha dejado la guerra no podrán regresar a su país.

Aunque las intenciones de Trump parezcan loables, lo cierto es que el presidente metió a su país en un campo minado. En ese sentido, no deja de ser irónico que el magnate esté recorriendo el mismo camino que George W. Bush, de quien tanto se burló el año pasado. En efecto, durante su campaña este también prometió concentrarse en los asuntos domésticos y anteponer el bienestar de los norteamericanos a cualquier otra consideración. Pero vino el 11 de Septiembre, se metió a Irak con la excusa de darle una lección a Sadam Huseín, y terminó creando una situación catastrófica, cuyas consecuencias están desangrando a Oriente Medio.