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Donald Trump: con las manos en la masa

Al revelar los correos que muestran que se reunió con una abogada vinculada al Kremlin, el hijo de Trump le puso el acelerador al Rusiagate. Aunque el presidente le echó la culpa a Obama y trató de desentenderse del asunto, los hechos son imposibles de negar.

15 de julio de 2017

“Alguien me envió un ‘e-mail’. No puedo impedir que la gente me mande cosas. Así que lo leí. Y lo contesté como corresponde, por si había algo interesante. Creo que eso es muy común”. Con esas palabras, Donald Trump Jr. se refirió el martes en una entrevista con Fox News a los 16 correos que intercambió a principios de junio de 2016 con Rob Goldstone, un publicista británico que sirvió de puente para coordinar una cita con la abogada rusa Natalia Veselnitskaya, quien quería suministrarle información comprometedora sobre Hillary Clinton.

“En últimas, no hubo nada”, concluyó el hijo del presidente, quien habló de la reunión como si se tratara de un encuentro banal. Explicó que por eso invitó casi por cortesía al entonces director de la campaña republicana, Paul Manafort, y a su yerno Jared Kushner, que estuvieron, aunque no prestaron mucha atención. Y debido a la misma razón, tampoco le contó a su papá, quien estaba a punto de convertirse en el candidato del Partido Republicano. A su vez, Trump junior justificó la decisión de publicar los e-mails que intercambió con Goldstone para ser “completamente transparente”, más que todo como una muestra de su deseo de que se conozca la verdad. Y, sin embargo, pese al tono relajado y a veces hasta despectivo que este adoptó durante la entrevista, lo cierto es que la correspondencia con Goldstone supone la mayor evolución del Rusiagate desde que en enero la CIA, el FBI y la NSA le advirtieron al presidente que Moscú había intervenido en las elecciones de 2016.

Pues independientemente de lo que Trump junior y Veselnitskaya hayan discutido en la torre Trump de Manhattan el 9 de junio, el contenido de esos e-mails bastó para hacer añicos la versión oficial de la Casa Blanca, según la cual la campaña republicana fue un beneficiario pasivo de las actividades de Moscú. De hecho, la verdadera razón por la que el hijo de Trump publicó los correos es que estos ya estaban en poder de The New York Times, que el mismo martes había anunciado que los iba a revelar. Sin embargo, esa no fue la única mentira que dijo Trump junior ni el único indicio de que algo huele muy mal en torno a ese encuentro.

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Una historia que no cuadra

En primer lugar, desde que el diario neoyorquino publicó el sábado el primer artículo sobre este asunto, el hijo del presidente cambió varias veces su versión de los hechos. En un primer momento, este emitió una declaración en la que afirmaba que se había reunido con Veselnitskaya para discutir un tema de adopciones. Pero el domingo cambió radicalmente su historia y admitió en otro comunicado que asistió a la reunión porque creía que le iban a dar un material que podría ser “útil para la campaña”, pero que la suspendió ante la insistencia de la abogada rusa en hablar de adopciones. Y el martes, al publicar su correspondencia con Goldstone, desvirtuó las explicaciones que dio durante el fin de semana, pues los correos electrónicos no dejaron lugar a dudas sobre el verdadero objetivo del encuentro. Es decir, conseguir información comprometedora sobre la candidata demócrata.

En segundo lugar, desde las primeras líneas es claro que el mensaje de Goldstone no es un simple e-mail que “alguien le envió”, sino una propuesta que desde el principio tenía una fuente que difícilmente podría ser más turbia. Si bien en Estados Unidos la esencia de toda campaña es desacreditar al opositor con información dañina, no es legítimo hacerlo cuando esta proviene de un gobierno extranjero, y mucho menos cuando el origen es una potencia adversaria, con la que el país mantiene una especie de Guerra Fría. Y lo cierto es que en su correo del 3 de junio, Goldstone es abiertamente explícito al hablar de quién estaba detrás de la cita con Veselnitskaya. Desde la primera línea, este le dice a Trump junior que “el fiscal general de Rusia” quiere “ofrecerle a la campaña de Trump información y documentos oficiales que podrían incriminar a Hillary”.

Como si eso no fuera lo suficientemente claro, Goldstone agrega que esa información y documentos “podrían ser muy útiles para Trump”. A su vez, insiste en el último párrafo en que la iniciativa “hace parte del apoyo que Rusia y su gobierno” le brindan al magnate a través de la estrella de rock Emin Agalarov y sobre todo de su padre Aras, un millonario de Azerbaiyán muy cercano al presidente ruso, Vladimir Putin, con quien Trump intimó en 2013. Un guionista de Hollywood difícilmente habría podido encontrar frases y términos más incriminatorios.

En tercer lugar, la respuesta de Trump junior no deja lugar a dudas sobre el afán de su campaña de trabajar con Moscú. “Me encanta (‘I love it’), sobre todo más adelante en el verano”, dice el mensaje que este le envió a Goldstone menos de un cuarto de hora después de enterarse de su propuesta. A su vez, en un e-mail fechado tres días después agrega que también estarán presentes en la reunión Manafort y Kushner, y esto a sabiendas de que la persona con la que se iban a reunir es una “fiscal del gobierno ruso”. El jueves se supo además que en la reunión participó el exagente soviético Rinat Akhmetshin.

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Por último, pese a la insistencia de Trump junior en que se trató de un encuentro de rutina –del que “no había nada que contar”–, es claro que también mintió en la entrevista con Fox News al afirmar que su padre no estaba al tanto de la reunión. Y eso por dos razones. Por un lado, tanto el presidente como su hijo afirmaron en diferentes momentos de 2016 que tanto en sus empresas como en su campaña presidencial no se movía una hoja sin que el magnate estuviera al tanto. “Yo soy mi propio estratega”, dijo Trump en una emisión dominical de Fox News de finales de mayo de 2016.

Y por el otro, porque en esa época el comportamiento del entonces candidato republicano registró un cambio que solo una reunión de esas características puede explicar. De hecho, apenas tres días después de que Goldstone y su hijo acordaron la cita con Veselnitskaya, el magnate dijo en un discurso que iba a encargarse de los “tratos corruptos” y del “tratamiento favorable” que su contrincante demócrata les daba a los gobiernos extranjeros, incluyendo a “los rusos”. A su vez, durante la segunda mitad de junio, WikiLeaks publicó los 20.000 e-mails ‘hackeados’ por ciberactivistas rusos de las cuentas de correo electrónico del director de la campaña demócrata, John Podesta, y de otras figuras de ese partido.

Como si lo anterior fuera poco, en julio de 2016 el magnate adoptó una serie de posturas claramente favorables a Putin, como pedir que se levantaran las sanciones que Obama le impuso a Rusia tras la anexión de Crimea, o poner en duda los compromisos de defensa de su país con los miembros de la Otan que no gastaran suficiente dinero en su propia seguridad. De hecho, su simpatía hacia Moscú llegó a tal extremo, que el 27 de julio dijo en una rueda de prensa una frase que aparecerá en los libros de historia: “Rusia, si estás escuchando, espero que puedas encontrar los 30.000 ‘e-mails’ de Hillary que hacen falta”.

¿Qué viene?

La correspondencia entre Trump junior y Goldstone implica un golpe fatal para la poca credibilidad que le quedaba a Trump y su entorno. En condiciones normales, eso debería significar que a la Casa Blanca no le queda otra alternativa que aceptar que hubo contactos entre el Kremlin y su campaña.

Sin embargo, en los tiempos de la posverdad la estrategia del presidente y de su entorno ha sido imponer su versión de la realidad

–independientemente de los hechos–, y argumentar que el responsable de sus problemas es siempre su contrincante. Así quedó demostrado el jueves durante la visita oficial que el magnate realizó a Francia, a donde el presidente galo, Emmanuel Macron, lo invitó para conmemorar el aniversario de la Toma de la Bastilla.

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Por un lado, Trump insistió en varias ocasiones en la juventud de su hijo: “Es un muchacho muy honesto, es un buen chico”. Por el otro, le echó la culpa al gobierno de Barack Obama por haber dejado entrar a Estados Unidos a Veselnitskaya, que se habría aprovechado de la inexperiencia de su vástago de 39 años. “Alguien me dijo que la fiscal general (de Obama) Loretta Lynch, aprobó su visa”, afirmó en una rueda de prensa. Y remató: “Veselnitskaya está acá por culpa de Lynch”.

A su vez, hay indicios de que la Casa Blanca de Trump está recurriendo a su ya notoria estrategia de desacreditar a quien se atreva a publicar noticias adversas. Según un artículo publicado el miércoles por The Washington Post, un grupo de republicanos cercano a la Casa Blanca tiene la intención de revisar con lupa los artículos escritos por los periodistas que han investigado sobre el Rusiagate, incluso los que elaboraron muchos años atrás. Y esto con la intención de explotar cualquier error o sesgo y desacreditarlos en las redes sociales o en los medios afines de derecha, como Breitbart o Fox News.

En efecto, pese a la gravedad y a la contundencia de los hechos de esta semana, esos medios de comunicación han guardado silencio sobre el asunto. Y eso, sumado a la profunda desconfianza que albergan los seguidores de Trump hacia los medios tradicionales y hacia las agencias de gobierno, significa que el presidente sigue contando con el mismo apoyo que antes de este escándalo, y que, por ende, no se va a caer en los próximos meses. Pues tanto los congresistas como los senadores de ese partido saben que enfrentarse a Trump significa perder a esos seguidores, que pese a ser minoría son muy juiciosos a la hora de votar y también son muy activos en las redes sociales. Por eso, mientras el magnate siga siendo tan popular entre esos electores que lo llevaron a la Presidencia, es improbable que los políticos de ese partido permitan que progrese un proceso de destitución (impeachment) en su contra.

Sin embargo, a mediano plazo la cosa sí se está poniendo color de hormiga para el presidente, pues con Donald Trump Jr. ya son siete las personas cercanas a Trump vinculadas al Rusiagate. Y ante el temor de que el escándalo los afecte personalmente, muchos asesores y representantes de la Casa Blanca se han negado a defender a Trump Jr.

A su vez, mientras en Washington reina la parálisis debido a la conocida politización de su sistema, en paralelo avanza la investigación del fiscal especial Robert Mueller, que sin duda debe estar muy ocupado revisando la avalancha de pruebas de esta semana. La gran pregunta es si ante los avances de sus pesquisas el presidente opte por perdonar a todos los incriminados, incluyéndose a sí mismo, y se atornilla en el poder. Estados Unidos podría estar encaminándose hacia una crisis constitucional ante la que el escándalo del Watergate sería un simple juego de niños.