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La Constitución indigenista del presidente Evo Morales fue aprobada, pero perdió en las regiones opositoras

BOLIVIA

Dos países en uno

De nuevo, los bolivianos expresan en las urnas un desacuerdo fundamental sobre el futuro de su país.

31 de enero de 2009

Evo Morales logró cumplir su sueño de imponer una Constitución a su medida, que le permitirá extender por lo menos cinco años más su Presidencia. Pero, paradójicamente, ese triunfo se le convirtió en una derrota, pues el referendo que validó la Carta mostró que la oposición regional sigue intacta y que, políticamente hablando, Bolivia está compuesta de dos países irreconciliables.

No habían pasado 15 minutos desde cuando las cadenas de televisión anunciaron que en el referendo la nueva Constitución -de corte indigenista y estatista- había sido aprobada por el 60 por ciento de los ciudadanos, cuando la oposición salía a pedir pactos e incluso hablaba de desacatar el texto. En una inversión de papeles, el gobierno ganador pasaba a la defensiva y los derrotados celebraban como si ellos hubieran sido los triunfadores.

Y tenían sus razones: la Constitución había sido rechazada en cuatro de los nueve departamentos, en seis capitales departamentales e incluso en un porcentaje alto (el 40 por ciento) en La Paz, el gran bastión de Morales. El resultado cambiaba la idea de los últimos meses de que el gobierno había logrado domar a una oposición en desbandada.

La razón es que en un referendo revocatorio, en agosto, Evo obtuvo el 67 por ciento, lo que le llevó a calcular que su Constitución "para refundar Bolivia" sería aprobada por más del 80 por ciento y que su popularidad había avanzado en las regiones rebeldes.

Pero su cálculo resultó errado. "El referendo ha agravado el tema de la división y de la fractura política y territorial de Bolivia", dijo a SEMANA el politólogo Aldo Panfichi. "Es cierto que ha reafirmado la legitimidad del Presidente, pero la distribución geográfica de los resultados da el 'No' a una zona estratégica por su riqueza", añadió.

El tema es el mismo de hace al menos tres años: las autonomías. Las autoridades de esos cuatro departamentos se quejan de su dependencia del poder central y el año pasado votaron abrumadoramente en favor de estatutos autonómicos considerados ilegales y secesionistas por el gobierno.

El gobierno salió con una jugada: aceptó en su Constitución las autonomías departamentales, pero al mismo tiempo aprobó otras regionales, municipales e indígenas, y armó un sancocho en el que los gobernadores pierden su autoridad. Por ello las regiones insisten en que les respeten una autonomía coherente. La tensión es tal, que Branko Marinkovic, un empresario y líder opositor de Santa Cruz, propuso que Bolivia se convirtiera en una confederación.

"El gobierno perdió en el oriente del país, su real oposición. Perdió en la mayor parte de las capitales y parece también estar perdiendo la clase media, como se puede inferir de La Paz. Es decir, ganó el referendo, pero está debilitado. Perdió la oposición, pero está más fuerte. Un 'empate catastrófico' de un país dividido", dijo a SEMANA el prestigioso analista Jorge Lazarte. "La tarea ahora será más difícil, pues no sólo hay visiones de sociedad y de poder e intereses contrapuestos que separan el país, sino que ya existe un texto aprobado, que será una camisa de fuerza para una de las partes -no muy convencida- de concertar", agrega.

Además, la Carta tiene puntos que inquietan a la oposición, por los exagerados beneficios otorgados a los indígenas, que implican discriminar a quienes no lo son. Por ejemplo, para obtener un cargo público es obligatorio hablar español y una lengua indígena. Se reconocerá la justicia aborigen "según la cosmovisión de cada etnia". A los tres miembros del Senado por departamento se le sumará un cuarto que obligatoriamente debe ser indígena. Se les reconoce el autogobierno sin que esté claro todavía cómo funcionará. "Ya se denuncia que se han constitucionalizado dos niveles distintos de ciudadanía", advierte Lazarte.

Enfrascado en esta discusión, Bolivia se apresta a escoger Presidente en diciembre, pero pocos dudan de que Evo Morales será reelegido hasta 2015. Dirigentes oficialistas, para evitar que las previsibles dificultades económicas erosionen su popularidad, sugieren adelantarlas, pero no está decidido.

"La visión de país sigue partida en dos", dice el ex canciller derechista Manfredo Kempff, para quien una Constitución aprobada por el 60 por ciento no va a resultar útil. La animosidad de ambas partes es alarmante y Morales tiene que entender que ya no cuenta con el margen de maniobra de hace tres años. "Ha llegado su momento de pactar", concluye.