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Este es el dron que apareció en terrenos de la Presidencia de Estados Unidos. Más allá de los drones militares | Foto: A.P.

AERONÁUTICA

Drones: ¿Juguete o peligro?

La intrusión de un dron en miniatura en el jardín de la Casa Blanca, hace algunos días, reabrió el debate sobre su la regulación de drones.

7 de febrero de 2015

El episodio se produjo a las tres de la mañana, cuando un aparato no tripulado voló sobre el jardín sur de la Casa Blanca sin activar las alarmas y fue descubierto en la esquina sureste de la propiedad varias horas después por un oficial del Servicio Secreto. El dispositivo, de un metro de diámetro, provocó un bloqueo en el área hasta que se determinó que no representaba ningún peligro.

El episodio hizo crecer el debate en torno a la falta de regulación de estos dispositivos, que están ampliamente disponibles en el mercado y pueden ser fácilmente modificados.

En su mayoría los aviones no tripulados se usan con fines recreativos. Funcionan a control remoto mediante radiofrecuencias y pueden ser controlados desde un celular inteligente. Su peso no excede los 25 kilos, pueden tener una autonomía de vuelo entre 30 minutos y dos horas, e incluyen cámaras y sistemas infrarrojos a manera de GPS.

Estos drones —a veces tan pequeños como un colibrí— prometen beneficios tan amplios como el cielo. En sus usos no recreativos, sirven para dirigir con precisión agua y pesticidas a los cultivos con lo que ahorran dinero a los agricultores al tiempo que reducen el riesgo ambiental. Pueden inspeccionar grandes estructuras como oleoductos y líneas eléctricas y encontrar víctimas en desastres naturales, o realizar tomas aéreas a costos más bajos.

Pero muchos expertos temen las repercusiones que la venta indiscriminada de esta tecnología pueda traer para la seguridad y privacidad de las personas.

Lo que preocupa a las autoridades en países como Japón, Reino Unido, Australia y Corea del Sur es que esos drones comerciales sean modificados con armas o explosivos para fines terroristas o que su uso no regulado resulte en graves violaciones a la privacidad. A diferencia de los aviones, en Estados Unidos estos drones no tienen números de registro y los pilotos no están obligados a obtener una licencia para usarlos. Como resultado, es muy difícil localizar al dueño de un dron si el operador no está a una distancia visible.

Además, como la mayoría de los modelos son demasiado pequeños para aparecer en un radar, son difíciles de detectar. En México, por ejemplo, han comenzado a emplearlos para transportar droga al otro lado de la frontera ya que no involucran personal y hacen más barata una eventual pérdida del cargamento.

Por su parte, organizaciones norteamericanas defensoras de la privacidad reclaman que el bajo costo y la facilidad de manejo de estos aparatos pueden motivar a la Policía o a los propios ciudadanos a realizar ejercicios de persecución y vigilancia que por otros medios serían más difíciles.

La industria estima que en la próxima década las ventas de aeronaves no tripuladas de uso comercial llegarán a 89.000 millones de dólares. En los próximos cinco años, solo en Estados Unidos, estarán operando 7.500 drones con regularidad. Compañías como Amazon proponen realizar la mayoría de sus envíos puerta a puerta usando estos aparatos, y gobiernos como el de Arabia Saudita estudian la posibilidad de enviar documentos oficiales —cédulas, pasaportes o licencias de conducción— por este medio.

Los expertos coinciden en que para que esta tecnología funcione en términos recreativos y comerciales, o que en el futuro pueda entregar domicilios o salvar vidas, debe concretarse a mediano plazo una legislación que regule su forma de operar. La solución no está en prohibirlos, sino en preparar al mundo para las capacidades de estos aparatos cuyo uso no hará más que crecer.

El reto de esta iniciativa está en el seguimiento que deberá dársele. Si el gobierno crea restricciones y penalidades, ¿cómo las hará cumplir? ¿Se creará un sistema de control aéreo exclusivo para drones? ¿Cómo se evitarán los choques contra estructuras, personas u otras aeronaves? ¿Será necesario inventar sistemas de defensa para proteger viviendas, colegios o negocios de ataques o vigilancia con drones? Todas estas preguntas continúan sobre la mesa, mientras se espera que la legislación le tome el paso a los avances del mundo moderno para no poner en riesgo vidas humanas.