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“Cada vez que pienso en esto me pongo mal”, dijo Barack Obama al referirse a las masacres que se cometen a diario en su país. | Foto: A.P.

ESTADOS UNIDOS

La propuesta de Obama para detener la matanza

En el último año de su gobierno, el primer mandatario se la juega por aumentar el control en la venta de armas. Su decisión ha despertado una férrea oposición.

9 de enero de 2016

“¿Cómo llegamos a este punto?”, preguntó el martes entre lágrimas el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en un discurso en la Casa Blanca. A su lado había algunos padres, hijos, hermanos, amigos o cónyuges de los centenares de miles de víctimas que han dejado en ese país las armas de fuego. Entre el público también se encontraban varios sobrevivientes de las matanzas que casi semana a semana se registran en su territorio, y que los medios de comunicación nacionales solo cubren cuando incluyen detalles escabrosos. Como dijo el propio Obama a principios de octubre tras una masacre que dejó diez muertos en una universidad en Oregón, “las condolencias y las oraciones no bastan. Esto se volvió una rutina”. Su frustración era evidente.

Razones no le faltaban. Aunque se trata de uno de los temas más importantes de su agenda, durante sus siete años de gobierno no ha habido avances en la materia. Por el contrario, el asunto se ha convertido en uno de los grandes puntos de fricción entre los demócratas y los republicanos, que defienden posturas opuestas. Mientras que los primeros respaldan en general un mayor control estatal en la venta y la comercialización de las armas de fuego, la mayoría de los segundos defiende la tesis según la cual las matanzas ocurren porque la gente de bien no está armada para defenderse.

Y si durante su primer mandato Obama fracasó buscando un consenso bipartidista para abordar la cuestión, durante el segundo se encontró con las dos cámaras controladas por los republicanos, que se opusieron a cualquier cambio, lo cual tuvo importantes consecuencias para el gobierno. Como le dijo a SEMANA Greg Ridgeway, profesor de Criminología y de Estadística de la Universidad de Pensilvania, “después de la negativa republicana de realizar una pequeña reforma a la legislación tras la masacre de 20 niños en la Escuela de Sandy Hook en 2013, Obama concluyó que nada cambiaría la opinión de sus opositores políticos, y dejó de buscar el consenso”.

En efecto, a un año del final de su mandato, el presidente ha cambiado de estrategia y –como hizo con el matrimonio gay o el acercamiento a Cuba– ahora ha recurrido a las órdenes ejecutivas para cambiar la legislación que el Congreso no quiere revisar. Y en ese sentido, realizó cuatro anuncios clave. El primero consiste en cerrar el vacío legal que permite comprar y vender armas por internet o en ‘ferias’ sin verificar debidamente los antecedentes de los compradores.

El segundo, en aumentar el presupuesto para la contratación de más agentes del FBI y de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF). El tercero, en incrementar los recursos para los tratamientos psiquiátricos. Y el cuarto, en mejorar la tecnología de las armas para evitar que se disparen por accidente o que, al ser hurtadas, puedan ser usadas por los ladrones. “Con estas medidas podríamos reducir la cifra de muertos al año de 30.000 a 28.000, lo cual sería un alivio para 2.000 familias”, señaló el propio Obama el jueves, en un encuentro con ciudadanos organizado por el periodista Anderson Cooper en CNN.

Previsiblemente, la medida fue mal recibida por los precandidatos republicanos, incluso por los más moderados, cuyas reacciones giraron en torno a la idea según la cual había un plan para “quitarles las armas” a los estadounidenses, según trinó Jeb Bush. Otras instancias conservadoras fueron aún más severas. Como le dijo a SEMANA Dave Kopel, destacado miembro de la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés), “la decisión de Obama marca un precedente muy peligroso para el futuro, pues es un espaldarazo para los candidatos que tienen tendencias autoritarias, ilegales y anticonstitucionales”.

Pero la verdad es que –a la luz de lo que ocurre en países como Reino Unido, Francia y España, con un volumen de homicidios al año que no llegan a los 600, o a la luz de lo ocurrido en Australia, que desde que prohibió las armas tras una matanza en 1996 no ha sufrido masacres semejantes– Obama tiene razón. Lo de esta semana ha sido un gesto significativo que quizás haga cambiar algún día unas leyes vigentes desde hace más de dos siglos, que suenan absurdas.