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EL CANTO DEL CISNE

Destituido Lebed por un frágil Boris Yeltsin, la lucha por el poder de Rusia entra en un nuevo capítulo.

18 de noviembre de 1996

Rusia ya no aguanta más sorpresas. En medio de la ausencia motivada por la enfermedad del presidente Boris Yeltsin la lucha entre los clanes que habitan la fortaleza roja del Kremlin ha cobrado una nueva víctima: el general Alexandr Lebed, destituido de su cargo como secretario del Consejo de Seguridad de Rusia. Las callesde Moscú inmediatamente sintieron los efectos de esta guerra en las alturas. La policía recibió la orden de reforzar la vigilancia, lo que provocó trancones históricos en las grandes avenidas. Los moscovitas se sentían apesadumbrados. "Batiushki!, exclamó una maestra cincuentona. No hay caso. No tenemos paz. Queremos trabajar y vivir tranquilos, y esos de arriba no dejan".Lebed, que en ruso quiere decir cisne, no aguantó hasta el invierno. Subió a la fama luego de la primera ronda de las elecciones presidenciales de junio, en la que obtuvo un sorprendente tercer lugar. Para ganar la contienda a su opositor comunista, Yeltsin lo nombró jefe del organismo de seguridad más importante del país.En su fugaz paso por el poder, desde sus oficinas cercanas al Kremlin, este general experimentado en el campo de batalla pero ingenuo en las intrigas palaciegas, sin más poder que su prestigio, sin más dinero que su sueldo, no dio día de descanso: llevó a cabo la demanda popular de terminar la guerra de Chechenia retirando las tropas rusas del pequeño país; habló de organizar la lucha contra el crimen, realizó su primer viaje al exterior a Bruselas, para representar a Rusia ante la OTAN, se metió en la economía, disgustó a muchos, pisó muchos talones y se encontró de patitas en la calle.Lebed metió las narices en asuntos prohibidos: exigió el control de 'Rosvoorujenie', la compañía estatal encargada del comercio de armas al exterior, enfrentándose con el todopoderoso primer ministro Victor Chernomyrdin; nunca se llevó bien con otro presidenciable, el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, quien lo acusó de traición por haber firmado la capitulación del ejército ruso en Chechenia; cruzó armas con el ministro del Interior, Anatoli Kulikov, cuyas tropas eran las encargadas de las operaciones más sangrientas en la guerra del Cáucaso. Las gotas que rebasaron el vaso de los dueños de la fortaleza roja fueron, en primer lugar, su alianza con el general Alexandr Korzhakov, ex jefe de la seguridad presidencial. Paradójicamente, Lebed se atribuyó el despido de Korzhakov, en junio, como primer gran triunfo de su cacería contra la corrupción. Carente de padrinos, la actual alianza con Korzhakov se explica por su necesidad de financiamiento y por la inestimable ayuda que puede brindar este hábil veterano, que durante 11 años al lado de Yeltsin reunió comprometedoras informaciones sobre el Olimpo ruso.El segundo escándalo, y el más importante, fue la abierta intromisión de Lebed en los planes para reducir las Fuerzas Armadas. El 15 de octubre el general participó en el Consejo de la División de Paracaidistas, la de mayor prestigio en el ejército, de la cual había sido comandante. Hizo un furibundo discurso contra el proyecto de reducir la División, acusando de esta 'idea criminal' al ministro de Defensa, Igor Rodionov, que, nueva paradoja, fue recomendado por el propio Lebed. La sala, llena de militares, se levantó en aplausos y ovaciones al general. El héroe tiene sueños de grandeza. Según Chernomyrdin, es un 'Bonaparte trasnochado'; según un periodista citado por el periódico de negocios Kommersant, cada vez que se tomaba dos vodkas, lo cual no es difícil en este país, empezaba a recorrer las mesas gritando: "Fusilaremos a todos los bandidos. ¡Lebed tiene paracaidistas!".Una pelea de bulldogs El famoso estadista inglés Winston Churchill decía, en su época, que el régimen de Stalin parecía "una pelea de perros bulldog debajo de la alfombra". La diferencia es que hoy la pelea no es debajo de la alfombra sino frente a las cámaras de televisión.Lebed fue una creación del equipo electoral de Yeltsin, encabezado por Anatoly Chubais, actual jefe de la Administración Presidencial. Habilidosamente utilizaron la popularidad de general, prestándole el apoyo de los canales televisivos oficiales y del canal privado NTV, de los diarios y las radios, poniendo a su disposición afamadas agencias publicitarias, para restar votos al enemigo comunista . Asustados con el Frankenstein de su creación, ahora ellos mismos le hicieron la cruz y lo condenaron. Todo sucedió al mejor estilo de Stalin: desde todos los flancos empezaron a aparecer las más virulentas críticas al general. A comienzos de octubre Kulikov lo acusó de traición en Chechenia. Los diputados de la Duma cuestionaron la legalidad del acuerdo. Ese mismo día pasaron varias cosas: primero, Yeltsin privó a Lebed de la presidencia de la comisión de ascensos de las Fuerzas Armadas. Después, decidió que Lebed no podía nombrar a sus colaboradores. Y Chubais acusó a Lebed de iniciar la campaña electoral antes de que Yeltsin hubiese muerto, por haber dicho a la revista alemana Stern que podría llegar a presidente antes de 2000.El ministro del Interior, Kulikov, que no actúa por su cuenta y riesgo, fue el encargado de dar la estocada final. Siguiendo la tradición, acusó a Lebed de organizar un enésimo golpe de Estado, de acordar con los combatientes chechenos el apoyo de un batallón y de estar organizando una 'legión rusa', es decir, un cuerpo armado independiente.Aunque la existencia del proyecto de la 'legión rusa' no ha sido desmentida, el propio Chernomyrdin negó la posibilidad de un golpe de Estado. Pero así y todo, un pálido y demacrado Yeltsin, forzando su salud al máximo, apareció en televisión para destituir a su aliado. La sensación es que la ingenuidad del general fue utilizada: sus votos permitieron el triunfo de Yeltsin, quien luego le encargó la ingrata tarea de terminar la guerra en Chechenia. Ahora sus servicios ya no son necesarios. Por ahora los habitantes del Kremlin han ganado la pelea. Pero nadie sabe hasta dónde puede llegar el general. Idolatrado en Chechenia, aplaudido a rabiar por la tropa, visto como un hombre que se enfrentó a los jerarcas y que fue expulsado por ello, con el dinero y los secretos de Korzhakov Lebed será un enemigo al que no se le pueden quitar los ojos de encima.Como dijo el viernes de la semana pasada el periódico Izvestia , "no es difícil suponer que, liberado de sus obligaciones, el general puede iniciar un ataque directo contra los políticos del Kremlin. Para eso tiene la gloria de pacificador del Cáucaso, multiplicada por su posición de injustamente ofendido, que ha recibido en la mano prácticamente los mismos ases del triunfo que en su momento Boris Yeltsin le arrancó a Mijail Gorbachov".